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Lo he vuelto a leer y me sigue pareciendo una hermosa forma de anunciar que la fe en la Resurrección articula el compromiso que intento día a día para generar vida en mis espacios y la esperanza de que en la fraternidad nos conciliamos con nosotros, los demás y el mundo que recibimos y tratamos de heredar.
Profetizar el Evangelio implica, sí, un conjunto de creencias razonablemente humanizantes, pero también un posicionamiento entrañable ante la propia vida compartida con, por y para los demás; llama a tomar partido frente a las alegrías y las tristezas, las luces y oscuridades que nos ha tocado vivir y un trabajo cotidiano tan pequeño como semilla de mostaza para poner lo que a nosotros toca en el reinar de Dios entre nosotros.
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Pregón Pascual
Parroquia de St. Joan Evangelista
L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona)
Hermanas y hermanos. ¡Paz a vosotros!
Hombres y mujeres de nuestro mundo,
aunque no sepáis de este momento ni de nosotros,
¡Felicidades! ¡Enhorabuena!
Más allá de cualquier calamidad,
más allá de las contrariedades de nuestra vida,
más allá de cualquier desolación,
más allá de nuestras mediocridades…
¡Feliz Pascua!
Esta noche, esta celebración, la Pascua,
nos grita y grita a los cuatro vientos
que Jesús ha resucitado,
que aquel que apostó y arriesgó la vida por la Vida ganó la partida.
Creer en la resurrección no es fruto de un deseo,
ni es un sueño ni una añoranza.
Creer en la resurrección es fruto del encuentro con Cristo
-su persona, sus causas, su mensaje-
Creer en el resucitado es poder decir:
“¡Vida mía!”,
“¡Vida nuestra!”
“¡Cristo, nuestra Pascua!”
En Él la corrupción se convierte en floración,
la dispersión en unificación,
el vacío en plenitud,
la nada en creación,
la soledad en comunión,
la muerte, en definitiva, en principio de la nueva vida.
Reconocemos que alcanzar ese horizonte
no es un proceso rectilíneo,
ni gesto en solitario de Dios.
El Cristo Pascual nos invita a
contemplar su compromiso de humanidad
y a asumir el nuestro.
Y contemplamos que nuestro quehacer y nuestra historia
caminan con nosotros a pasos de polka
–dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás-
pero el Reinado de Dios se irá haciendo realidad,
porque con el Resucitado, la esperanza no se cansa de esperar.
Hoy, nosotros, desde la fuerza del Resucitado,
observamos la convulsa coyuntura actual,
y profesamos la vigencia de muchos sueños,
sociales, políticos, eclesiales,
a los que de ningún modo podemos renunciar.
Seguimos rechazando el capitalismo neoliberal,
el neoimperialismo del dinero y de las armas,
una economía de mercado y de consumismo
que sepulta en la pobreza y en el hambre
a una gran mayoría de la humanidad.
Seguiremos rechazando toda discriminación
por motivos de género, de cultura, de raza.
Exigimos la transformación urgente de los organismos mundiales
(ONU, FMI, Banco Mundial…).
Seguiremos procurando las transformaciones
necesarias para una democracia real.
Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio,
la pasión obsesiva de Jesús, el Reino.
Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres,
Queremos ser comunidad ecuménica.
El Dios en quien creemos, el Abbá de Jesús,
no puede ser de ningún modo
causa de fundamentalismos,
de exclusiones,
de inclusiones absorbentes,
de orgullo proselitista.
Ya basta con hacer de nuestros conceptos de Dios
los únicos sobre el Dios verdadero.
El diálogo interreligioso no sólo es posible, es necesario.
Haremos de la corresponsabilidad eclesial
la expresión legítima de una fe adulta.
Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación,
la plena igualdad de la mujer
en la vida y en los ministerios de la Iglesia.
Estimularemos la libertad y el servicio reconocido
de nuestros teólogos y teólogas.
La Iglesia será una red de comunidades
orantes, servidoras, proféticas,
testigos de la Buena Nueva:
una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz.
Una Buena Nueva de misericordia,
de acogida, de perdón, de ternura,
samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad.
Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial
la advertencia de Jesús:
«No será así entre vosotros» (Mt 21,26).
Sea la autoridad servicio.
El Vaticano dejará de ser Estado
y el Papa no será más Jefe de Estado.
La Curia habrá de ser profundamente reformada
y las Iglesias locales serán vivo reflejo del Evangelio
y los ministerios serán compartidos.
La Iglesia se comprometerá, sin miedo, sin evasiones,
en las grandes causas de la justicia y de la paz,
de los derechos humanos
y de la igualdad reconocida de todos los pueblos.
Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación.
Nos negamos a renunciar a estos sueños
aunque puedan parecer quimera.
Nos atenemos a la palabra de Jesús:
«Fuego he venido a traer a la Tierra;
y qué puedo querer sino que arda» (Lc 12,49).
Con humildad y coraje, en el seguimiento de Jesús,
miraremos de vivir estos sueños
en el cada día de nuestras vidas.
Y seguiremos viviendo como anticipo de la Pascua definitiva,
todas y cada una de las pequeñas victorias que vayamos consiguiendo,
y todas y cada una de celebraciones pascuales como esta
y todas y cada una de nuestras eucaristías.
El encuentro con el Cristo resucitado así nos lo susurra.
¡Hermanas y hermanos la tarea pascual nos espera!
¡Bienvenidos a la vida pascual renovada!
La parte central del texto (en azul)
está tomada de la última circular de Pere Casaldáliga,
con ciertos retoques de léxico y contenido,
pero respetando siempre el espíritu del mismo.
* * * * * * * * * * * * *
Última actualización: 11 de abril del 2020
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