Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más al autor haz click aqui
Cuidado del texto: Socorro Romero Vargas
Cuidado del texto: Socorro Romero Vargas
Crecí en una ambiente en el cual lo religioso tiende a ser algo externo a la persona: un conjunto de normas que alguien dice que hay que seguir; una serie de interminables discursos que alguien dice que contienen las verdades que se nos ordena que hay que creer y una serie de ritos de los que somos espectadores, aunque tengamos algunas intervenciones como repetir fórmulas que alguien dijo que debemos de recitar en el momento que nos ha sido señalado como oportuno.
Este
tipo de experiencia la religión se parece mucho a una pantalla de televisión:
la enciendes, la ves, interactúas con ella solo decidiendo si pones el canal o
no y por lo demás se es tan solo un espectador. Por eso se entiende lo que
señalan encuestas de sociología religiosa, como la de la investigación que hace
unas décadas hicieron Enrique Luengo y Carlos Muñoz sobre la religión y los
jóvenes en México: que la vida diaria en el trabajo, con los amigos, con la
familia, nada tiene que ver con el dogma al que se supone que uno está
suscrito, ni con la moral dictada por jerarcas religiosos ni los rituales
obligatorios en la confesionalidad a la que uno pertenece.
Creo
que el problema es que no hay experiencia personal que invierta la relación con
la religión: cuando uno ha sabido profundamente en su vida del amor de Dios, de
la misericordia, del perdón, la acogida, la compasión, el consuelo, entonces
uno es quien se mueve para entender mejor explicaciones y preceptos; al tiempo
que sucede que los ritos dejan de ser solo eso para convertirse en verdaderos
símbolos –sacramentos o sacramentales- que reflejan la vida en el Espíritu en
la que uno ha quedado metido por puro amor.
Así
se entiende que creer no sea algo externo, accesorio, casi decorativo, sino
interior, fundamental, que marca la manera en que se está ante uno mismo, ante
los demás, ante el mundo, la historia (todos los acontecimientos en los que
tiene que ver la libertad humana), ante lo religioso. Acontece que uno se la
cree, que uno cree y todo cambia.
En su
biografía de Facebook Enrique Rosano, un compañero de trabajo, escribió con ocasión de la Pascua 2015
“Qué pasaría si entendiéramos el misterio de la resurrección, si creyéramos que la muerte no tiene la última palabra... de cuántos miedos nos despojaríamos, miedos de los que posiblemente ni conscientes estamos. Llevamos más de 2000 años "celebrando" la Pascua pero no hemos dado ese paso al amor, a la vida”.
“Qué pasaría si entendiéramos el misterio de la resurrección, si creyéramos que la muerte no tiene la última palabra... de cuántos miedos nos despojaríamos, miedos de los que posiblemente ni conscientes estamos. Llevamos más de 2000 años "celebrando" la Pascua pero no hemos dado ese paso al amor, a la vida”.
Imagen: web López - Dóriga |
Lo que sí sería diferente es que una y otra vez acometeríamos la tarea de hacer del nuestro un mundo más como Dios quiere, sabiendo que somos obreros del campo y que su dueño se encargará de que haya frutos, tan humildes como un grano de mostaza, pero tan grandes como la gloria de Dios que es el hombre vivo.
Por dos milenios los cristianos hemos celebrado de la mano de la Pascua la fiesta del Espíritu Santo, porque hemos hecho experiencia de que encontrados con los valores de Jesús compartimos un mismo espíritu más allá del lugar y el momento histórico que vivamos. Si lo vivimos, lo sabemos y lo creemos nos entregamos a la causa de vivir más en la verdad, la justicia, la creatividad, el amor, la libertad.... aunque solo sea lo humanamente posible, nada espectacular, sí algo muy humilde pero impresionantemente trascendente.
Si de verdad creyéramos sería un gusto decirnos cada día: ¡Feliz Pascua! ¡Estoy alegre porque cuando Dios Reina es su amor el que, pese a todo, tiene la última palabra y eso sostiene nuestra fe, nuestro amor, nuestra esperanza, nuestro compromiso! ¡Somos hermanos y nuestra fraternidad engendra condiciones de vida humana digna! ¡Aleluya!
Publicado en el periódico Pax, en la columna Apuntes en el camino, el 7 de abril de 2015. Última actualización el 08 de abril de 2020
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