Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Libertad sin compasión… hipotecar la vida humana

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí
Cuidado y edición: Socorro Romero Vargas.

Libertad: necesaria y ambigua

tiempodehoy.com

Los seres humanos nacemos sin ser humanos del todo….
           Para nadie es desconocido que un bebé inicia la vida más como un conjunto de posibilidades que como una realidad humana ya hecha: no ha inteligido, va a inteligir; no ha amado, amará; no ha socializado, socializará.
          En esta incompletez que puede irse completando a lo largo de la vida se inserta una realidad que ha llamado la atención humana desde siempre: la libertad.
          Las personas somos libres, eso quiere decir que podemos emerger de ser nadie para irnos convirtiendo en alguien, nos construimos quienes vamos siendo a partir de una interacción permanente con los otros, el mundo y nosotros mismos.
          Hace unos cuantos días conversaba con una amiga y me decía que el ser humano hace cosas muy animales, como las bestias. Yo la escuché y le dije con toda convicción que eso no puede ser así. Alguien puede realizar acciones que parecen inhumanas, pero son humanas porque brotan de la ambigüedad de su libertad: puede decidir lo que humaniza, pero también lo que destruye, porque no todo está prescrito en su vivir, porque siempre mantiene márgenes de indeterminación, de impredecibilidad que puede resolver de muchas maneras; porque es libre.
          Además de que nos vamos a morir, podemos estar seguros de que estamos condenados irremediablemente a ser libres, a salir de nuestra incompetez, a tomar decisiones que nos modifican, cambian el mundo, se concretan en formas de convivencia permanentemente cambiantes.
          La vida humana es un regalo y también una encomienda, una tarea por realizar: pasar de no ser persona, a irlo siendo mientras se exista.

El ambiguo dinamismo de la libertad

Ser libres implica que hay que construir la propia existencia. Esto se hace decidiendo en un diálogo con los demás y con la realidad en la que se está inserto: se elige realizar acciones que buscan allegarse lo necesario para seguir siendo persona. Cada uno escoge lo que encuentra que lo humaniza para poder seguir adelante con su vida: esta misma, el alimento, el vestido, el acceso a bienes, a servicios.
           Vivir implica decidir lo que realiza y romper con lo que lo impide. Ser libres es ser capaces de ruptura y de construcción humana. Pero esto es ambiguo, incierto, indeterminado. Porque al buscar lo que realiza podemos aplastarnos unos a otros, depredar el mundo… y es que esto de ir siendo humanos es algo complejo. Detengámonos un poco en este lado oscuro de la humanidad posible.

El infierno son los otros


queglamourhayenesto.com
Jean Paul Sartre, en su obra A puerta cerrada, consigna una experiencia que es conocida como la dialéctica de la cosificación: en la búsqueda de realizarse libremente el ser humano mediante el pensar tiende a volver cosa -objeto- a los demás, considerarlos como algo con lo que debe lidiar en el momento de decidir. Unos a otros nos reducimos a funciones, intereses: los instrumentalizamos. Con nuestras decisiones podemos pasar por encima de ellos. Ejemplos abundan en la historia.
           Por otra parte, ocurre que ante la libertad del otro podemos bien sea reaccionar de tú a tú y establecer un conflicto de poderes o dejarnos poseer por el otro y entonces nos volvemos a nosotros mismos cosas -objetos- ante las cuales el otro decide a mansalva.
           Es así que se entiende la frase que pone en boca de uno de los personajes de la obra de teatro referida: el infierno son los otros… Estamos irremediablemente destinados a vivir reduciéndonos unos a otros a objetos cuando lo único que realmente somos es sujetos. A nadie le gusta ser tratado como cosa, como objeto mientras se desconoce su subjetividad. Sartre llama la atención ante la realidad de que la convivencia humana es difícil, casi imposible (baste recordar que él y sus contemporáneos vivieron las guerras mundiales con todos los horrores que hemos ido conociendo a lo largo de los años posteriores).

Compasión: romper el círculo de la cosificación


En un café filosófico reciente conversábamos sobre la tensión referida como dialéctica de la cosificación y nos preguntábamos si estamos irremediablemente a ser objetivados, instrumentalizados por los otros o a hacer lo mismo con ellos. Los seres humanos al reducirnos unos a otros a una idea de conocimiento podemos prescindir de cualquier persona, instrumentalizarla, utilizarla e incluso desecharla.
           Pareciera un círculo del cual no hay salida.
            Hay, sin embargo, una forma diferente de ver el dilema. La postura de Sartre -enraizada en la modernidad occidental- parte de la capacidad cognoscitiva de las personas: el conocimiento reduce a ideas, en él conocemos a partir de relacionarnos con “objetos” de conocimiento. Pero conocer no es la única forma de relacionarnos con los demás y el mundo.
           Voltear la vista a otras experiencias nos advierte que entre otras cosas podemos ser compasivos, es decir, personas que entrañablemente podemos ponernos emocional, sentimental, amorosamente al lado de nuestros semejantes y descubrirlos interactuantemente en su propia insuficiencia, su carencia, su sufrimiento, su necesidad, que en el fondo son las nuestras propias.
          La compasión nos impide ignorar la subjetividad, la humanidad del otro y nos pide comprometernos con ella… lleva a nuestra libertad a decidir no solo en mismidad, sino en alteridad; es decir: por el otro, con el otro y para el otro. Cuando descubrimos con lo descubrimos con las entrañas, podemos dejar de ser indiferentes a su humanidad.
          Es lo que filósofos como Martin Buber o Emanuel Levinas demandan de nosotros desde al hablarnos del nos-otros, del descubrimiento del rostro del otro que nos interpela, que nos invita a ser juntos. Tradiciones religiosas como el cristianismo parten de la realidad y la posibilidad de vivirse en fraternidad, en comunidad. Sin ingenuidades, pero sin renunciar a que los humanos podemos ser alguien entre nosotros y no solo algo.
          La libertad está llamada a ser vivida en alteridad y no solo en  mismidad. 

Compartir libertad que hace posible lo humano para todos



La libertad mirada solo como el individuo que debe construirse frente al mundo conduce irremediablemente a la opresión, a la mera utilización.
          Mirada como corresponsabilidad compasiva, entrañable, se vuelve llamada de ética, de justicia. En esta última óptica se inscriben los esfuerzos por vivir una cultura de inclusión, cuidado, acogida de la vulnerabilidad que están en la base del compromiso con migrantes, con los menos favorecidos. Desde allí se entienden los esfuerzos de plantearnos las relaciones de género, de lidiar con la violencia. Los afanes y las luchas por hacer de este mundo un lugar más humano y justo.
           En un mundo con gran carga de individualismo t funcionalidad es imperante que las instituciones de socialización (familia, escuela, religión) asuman el papel que les corresponde y diseñen estrategias para que más allá del discurso las personas desde pequeños nos encontremos con los demás, los diferentes a nosotros y los descubramos compasivamente en su humanidad, que es la nuestra propia.
           Urge una pedagogía de la compasión que esté totalmente entrelazada con la de la libertad y que se hace rompiendo los muros de las casas, las escuelas o las iglesias, yendo allí donde los humanos somos carentes, vulnerables, pequeños, pero también grandes, solidarios, fraternos.
           Experiencias misioneras, proyectos de contacto con la realidad, interacción con instituciones que procuran derechos humanos, etc. Son de distintas maneras oportunidades para la compasión que, en un segundo momento pedagógico, debe ser reflexionada…   Generación de solidaridad bien informada, conjunción de virtud y letras, integración de justicia y funcionalidad… son distintas maneras de decir que la libertad puede ser humanizante
  Cuando la libertad se mira solamente desde el individuo que puede decidir para dominar el mundo en su provecho la vida humana queda hipotecada; vivida en el amor y la solidaridad que supeditan la ciencia, la tecnología, la técnica y las acciones de autodesarrollo a poder ser por, con y para los demás, se vuelve realmente posibilidad, potenciación de vida humana justa y digna.
        Vivirla libre y compasivamente puede ser gran aporte para afrontar los desafíos de nuestros días y excelente herencia para las próximas generaciones.


Síguenos en redes sociales

Si quieres ir a Apuntes en el camino RR, haz click aquí
Si quieres ir a Fitness & Trekking SR, haz click aquí