Catalina Díaz Tapia
Edición y corrección: José Rafael de Regil Vélez y Socorro Romero VargasPresentamos este texto de Caty Díaz. Es un primer apunte sobre un tema que toca la esencia de nuestra convivencia y por lo tanto de nuestra constitución como personas que somos y existimos por, con y para los demás en el mundo que nos tocó vivir y en el que estamos invitados a crear estructuras humanizantes en las que podamos actuar promoviendo la justicia, la fraternidad, solidaridad creativa.
¿Cómo nos relacionamos con los ancianos? ¿Somos capaces de crear formas de interacción que los invite a vivir sus últimos días con dignidad, sabiéndose y experiencíandose muy humanos?
Cuando los nuestros van envejeciendo
Foto: Rosy Alatorre |
Las circunstancias son únicas para cada caso, sin
embargo noto que hay conductas recurrentes para buscar las mejores formas de
que se curen y tenerlos “como antes”, enteros y fuertes. Pero no es real y
sufrimos, nos enojamos y hasta les gritamos, porque son necios y NO hacen lo
que, según nosotros, es “lo mejor“.
De todo he vivido, visto y escuchado en cuanto a
opciones para comenzar a atenderlos,
comento sólo algunas, sin generalizar, sólo como opinión.
Después de un primer susto por una caída menor, mientras
aún caminan y se atienden solos, una llamada o visita es suficiente.
Cuando ya hay caídas más frecuentes o una muy
fuerte y olvidos más notables, se considera ir a dormir y luego vivir con
ellos. Es frecuente, al principio, la rotación de hermanos para hacerse cargo,
y a veces contratar personal externo. En el mejor de los casos, algunos
consideran terapia física y psicológica…
Foto: Fernando Ríos y Valles |
He visto y escuchado a muchos hijos desesperados
batallando con sus padres todos los días, peleando porque no comen, no se toman
las medicinas, no quieren caminar, son muy lentos, quejándose que son
aburridos, que todo lo repiten, que todo se les olvida, que no llegan al baño,
se tiran encima la comida, que huelen feo… Ellos sienten la misma impotencia…
También me ha tocado oír de personas que al ver un
deterioro más grave dicen cosas como “yo ya me despedí desde hace tiempo”, “esa
no es mi abuela”, “prefiero quedarme con la mamá sana”.
Foto: Rossina Betancourt |
El proceso es difícil y rara vez se pregunta al afectado si está de acuerdo con las decisiones que se toman. ¿Quieres el tratamiento del señor buenísimo de Orizaba?, ¿qué opinas de que te pongamos células madre?, ¿te interesa probar la orinoterapia?, ¿estás de acuerdo que te demos flores de bach, tinturas y aromaterapia ?, ¿te parece bien que se intente extirpar parte del tumor?, ¿quisieras ponerte la diálisis?… Y mucho menos se les explica de qué se tratan. Lo más que escucharán son frases como: “coopera que es por tu bien” y ”ya verás que te sentirás mejor”.
Algo más que se hace, además de no darles información sobre sus
padecimientos, es ocultarles la muerte de alguien. Tienen derecho a saber y
decidir (mientras sean capaces). A angustiarse y a llorar las pérdidas,
internas y externas.
Ellos tienen tanto miedo como nosotros: a la
enfermedad y los tratamientos, a los susurros y caras tristes, a no poderse
mover y acabar solos en un cuarto, a olvidar y ser olvidados, al dolor y al
silencio, a la muerte..
Viviendo con mi viejo
Aunque es doloroso tener presente que se
deterioran, física y mentalmente, también debemos aprender a asimilar y a
DIMENSIONAR la situación. Precisamente por no darle la seriedad que se
requiere, se pierde esa dimensión y se tiende a minimizar al anciano y su
estado, diciendo “¿no quieres curarte?”, “es que eres necio”, “estás haciendo
berrinche”, “al rato se te pasa”. Como ya mencioné, tienen miedo, se sienten
impotentes y reaccionan como pueden.
Foto: CIPAV UII |
Al preguntarme hoy el cómo, no puedo evitar pensar
en mi papá. Al principio muy
responsables, todos cuidamos a más su alimentación, y estuvo bien, ya que él lo
asumió. Sin embargo de vez en cuando tenía ganas de unas tortitas de camarón o
enmoladas, y yo me lo llevaba al mercado. El sonreía y comía contento,
disfrutando en la complicidad del delito cometido. Me encantaba oírlo hablar de
sus últimos dos grandes amores (dos de sus nietas).
Él se fue en dos años y medio a partir de que
empezó con la diálisis y hubo de todo entre hermanos. No fue fácil ni bonito
ver el deterioro, sin embargo nos dio tiempo de ir despidiéndonos de él. En lo
personal a escuchar con una sonrisa sus historias una y otra vez, preguntarle
sobre su niñez, sus amigos, lo que le gustaba, acompañarlo a ver deportes en la
tele y dejar que platicara de ello, y claro, cumplirle un antojo…
Entonces, ¿qué nos quita apapachar tantito a
nuestros viejitos? Démosles chance de, responsablemente, darse sus gustos,
llevarles su helado, un taco, un dulce, un tamalito, un pan… Y si su físico se
los permite, llevarlos a un último paseo a la playa, a la montaña, al parque
Juárez… ¿Qué nos cuesta respirar e
intentar no perder la paciencia ante sus olvidos, su torpeza y su lentitud?
Con nuestros viejitos... sí se puede
Sí se puede. Sí se puede cuidar su aseo, vestirlos lindos, que coman sano y tomen agua, que tomen a tiempo sus medicinas, que se muevan (si aún pueden). Sí se puede hacer que se sientan importantes y acompañados. Siempre hay una solución. Encontrémosla.Foto: Mary Chávez Tamayo |
A mi parecer mi papá tuvo un estupendo final al
disfrutar muchísimo sus últimos días, rodeado de nosotros y sus nietos, en un
lugar donde no olía a medicinas sino a comida, donde el escuchaba risas y voces
de niños, y donde se seguían haciendo bromas. Al final, estoy segura que
trascendió sintiéndose profundamente amado.
Quisiera, que la gente cercana que escucho ya está
caminando a la eternidad, pueda sentirse igualmente amada al dar su último
suspiro.
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