Las preguntas que abrirían nuestro diálogo se situaron desde el principio en el plano del sentido, del significado, del por qué, el para qué y el qué de la educación y la escolarización: ¿Sirve para algo la filosofía para cosas tan prácticas como la intervención pedagógica? ¿De qué forma? ¿Bajo qué condiciones?
Comenzar desde el principio: ¿qué?, ¿por qué?, ¿para qué?
Suele suceder que en el mundo de los educadores las prácticas pedagógicas tienen poco que ver con las explicaciones y propuestas conceptuales que sustentan los docentes o sus instituciones educativas... Estamos instalados en la pregunta por el cómo educar, que es muy válida, pero metodológicamente segunda. En otras palabras, nos brincamos un paso reflexivo. Eso puede deberse a que existe en los profesionales de la educación poca conciencia de la visión real y no meramente nominal tienen de quién es el ser humano y qué supone acompañarlo en la tarea de humanización a la que está llamada desde el momento en que inicia su existencia.
La alineación entre visión del hombre, comprensión de la educación y diseño de las explicaciones y prácticas educativas es una buena apuesta... Filosofar la educación es algo con consecuencias muy prácticas, más de lo que ordinariamente nos imaginamos.
Nuevos comos para los mismos sentidos
Los educadores -profesionales o no- continuamente estamos expuestos a la necesidad de resolver problemas, de actualizar, recrear e incluso crear métodos, aproximaciones conceptuales sobre el funcionamiento del hecho educativo (explicar la educación en perspectiva científica).
Buscamos eficiencia (hacer las cosas bien) y perdemos eficacia (ir al fin que deberíamos perseguir) porque nos parecemos a quienes reman intensamente, al unísono, pero no saben a dónde ir (podría interesarte este artículo titulado Eficiencia sin eficacia: un drama educativo https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2017/09/eficiencia-sin-eficacia-un-drama.html).
Las escuelas están continuamente desafiadas por sus contextos, por el momento histórico que atraviesan. Tienen que reinventarse, tienen que dar respuestas a la realidad para poder realizar su tarea. Quienes no entienden en el fondo por qué y para qué educar, qué es la escuela y su relación con las dos primera preguntas, corren un doble riesgo: repetirse al infinito porque siempre se ha hecho así o comenzar ensayos a ciegas, en general con un saldo de desgaste y desengaño que pasa una factura muy cara.
¿Educar después del Covid-19? Estoy seguro que la educación seguirá siendo un acompañamiento para que las personas puedan responder al llamado existencial de ser más ellas mismas, por con y para los demás encargándose de lo que se las carga personal y comunitariamente.
¿Cómo realizar esa tarea en modalidades híbridas, a distancia, síncronas, asíncronas, mediadas por mucha o poca tecnología? Ese es el desafío y será más fácil que nuestros afanes vayan a algun puerto si no olvidamos que desde la vida, en la vida, hay que educar para una vida en la cual personas y sociedades estén en condiciones de encargarse del mundo que les ha tocado vivir, para llevar lo que poco humaniza hacia sus posibilidades reales más humanizantes.
Te comparto el video de la conferencia en la que compartí con normalistas de distintas licenciaturas estas reflexiones.
Si quieres verla completa y encontrar de qué manera eso es viable, puedes ir al siguiente hipervínculo: https://youtu.be/CBI--gqoZ3w
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