Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

viernes, 14 de mayo de 2021

Yo sí creo en los maestros!!!

 Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí 

Una realidad controvertida

Desde muy joven he escuchado quejas en contra del magisterio como colectivo y de muchos maestros en lo particular. Creo que a mí -que no soy joven- no me tocó crecer en esa época dorada en la que el maestro, el médico y el enfermero eran la triada que permitía que las mujeres y los hombres de las poblaciones se supieran a buen resguardo de cualquier acechanza personal y social.
                Diversos hechos han creado un clima de animadversión frente al profesorado: sin dudar, diría que el bajo nivel académico que algunos pueden tener y que se arraiga en una situación de poquísimo capital cultural en muchísimos lugares de nuestrl país; las acciones políticas que han realizado durante décadas que incluyen tomas de zócalos en muchas entidades, las manifestaciones y marchas que han llevado consigo desquiciamiento vial y exageración de ánimo entre muchos ciudadanos; la suspensión de clases en muchas escuelas en el territorio nacional. Ni qué decir del sistema de compra-venta-herencia de plazas que existió en el magisterio oficial, los excesos a los que llegaron algunos líderes sindicales del gremio.
               Todo ello aunado a la manera en que la prensa, la radio, la televisión y en la actualidad las redes sociales han presentado esta parte de la historia... 
                 Soy normalista, he ejercido mi profesión en diversos niveles educativos, tengo entrañables amigos maestros y jamás pretenderé tapar el sol con un dedo, así que reconozco que la relación de la sociedad con sus maestros tiene visos complicados. Y sin embargo, yo no me quedo solo con esa parte de la historia.

El otro lado de la moneda

Hoy me parece justo poner en la mesa la otra cara de la moneda: es necesario decir que los profesores no son el mal necesario de nuestra vida.
Día a día hay educadores que realizan su labor con profesionalidad y entereza. Soy testigo del esfuerzo que hacen por entregar fines de semana para formarse más allá de los cursos de capacitación que les pide al inicio del curso la SEP. 
Miles de profesores participan en posgrados de profesionalización docente. He visto y he acompañado la formación  de profesores en lugares de Tabasco, Veracruz y Guerrero. Mis  colegas-discípulos han viajado toda la noche para noche para llegar a clase, y soy testigo de que pese al cansancio se han esforzado por hablar, discutir, reflexionar, graduarse, incluso cuando en varias entidades su afán no fue contabilizado para el sistema de mejora de salario y condiciones laborales.
                Hay profesores de todos los niveles que se presentan a dar clases en condiciones reales de carencia: sin aulas, sin mobiliario. A lo largo de mi vida he podido atestiguar cómo el esfuerzo de docentes, padres de familia e incluso alumnos ha logrado que de estar arrinconados en una dependencia pública tomando clases o en un terreno mal adaptado se pase tras años de gestión, de compromiso económico incluso, a instalaciones más apropiadas para la tarea educativa.
                También existen profesores quienes a pesar de los años en servicio se cuestionan cómo han de realizar su vocación creando los mejores ambientes para que sus educandos puedan aprender. Intentar innovar en su aula, dar cabida a mayores espacios para el juego educativo, para la participación en la vida social por parte de sus educandos.
                He presenciado el servicio de profesores en comunidades que todavía hoy están lejos de muchas cosas: colaboran en las gestiones con las que se han conseguido la llegada de la energía eléctrica, de los servicios de dependencias vinculadas al agro;  en el archivo del lugar, en la organización de las asambleas del pueblo. Son un referente comunitario.
                Siendo padre de hijas que fueron a escuela pública puedo decir sin temor que habiendo trabajadores de la educación que nada debían hacer en sus secundarias y preparatorias, conocí personalmente a quienes no se dejaron llevar por la apatía ni cayeron en la tentación de echar la culpa a los demás, excusándose de una mala docencia porque los otros actúan irresponsablemente y sí dando la cara por su didáctica, por su práctica. 
                  Más de una vez apoyaron a chicas y chicos que se han metido en problemas más allá de las aulas y les buscaron ayuda profesional o se ofrecieron a facilitar el diálogo familiar.
                También –y esto es trascendental- hay quienes, a pesar de lo sospechoso que parece socialmente, trabajan para que sus educandos sean más críticos, creativos, libres, capaces de incorporarse a la vida pública como ciudadanos responsables. Que no cejan en la labor política de formar en que una vida con base en los derechos humanos es más que recomendable: necesaria.

Creo en el magisterio

Hoy que en los medios y en el clima social los profesores son vistos con desdén y sospecha nos conviene a todos ser coherentes con la verdad de que junto a nosotros hay mujeres y hombres que responden a la vocación educativa de sumarse a la construcción de pequeñísimos pero reales espacios humanizantes que son la semilla de la esperanza en que un mundo mejor está desde ya cada día también siendo posible. 
                Y en la lógica de la siembra, de la semilla, del cultivo, de lo pequeño que se hace enorme (y que no es la de la reducción de la actividad humana significativa a funcionalidad sin base antropológica) puedo decir que:
               Creo en el magisterio, creo en la trascendente labor hormiga que muchas mujeres y hombres desempeñan en las aulas y más allá de ellas. Soy un orgulloso normalista, docente en activo, formador de docentes y lo soy por mi familia y por los maestros que he tenido a lo largo de la vida. Creo en mis estudiantes de posgrado, educadoras y educadores que no cejan en su empeño por compartir la buena noticia de que ser humano es posible. Creo en mis colegas también comprometidos con la formación del profesorado y creo en las familias que hacen equipo para que la educación de sus hijos tenga lo mejor de la casa y de la escuela.
No me cabe duda de que la educación es fundamental en la construcción de las posibilidades humanizantes y apuesto con quienes las siembran en la pequeñez de su fragilidad humana, en la grandeza de su corazón educativo.

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