Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Esencia y misión del maestro... Cortázar contra el fracaso de los educadores

Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

 
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Con Cortázar, en la médula de la educación

Hace ya tiempo que me encontré con un texto de Julio Cortázar, prolífico reconocido escritor y traductor argentino, autor de Rayuela, una de sus obras más difundidas. Sin embargo el escrito con el que me topé, me dio paz y me dejó buenamente inquieto no tiene nada que ver con su obra literaria. Se trata de un artículo que publicó en la revista Argentina, en 1939 (si quieres leerlo, puedes ir al hipervínculo Esencia y misión del Maestro).

Esencia y misión del maestro es algo así como un mensaje, una invitación y provocación a los normalistas, que habrá de egresar de su formación inicial como profesores y a los que advierte de una de las mayores posibilidades que enfrentarán: el fracaso del educador.

Normalista él mismo (egresó en 1935 de la Normal Mariano Acosta), joven y con deseos de autenticidad rehúye de lo que él llama el maestro correcto, el educador fracaso por antonomasia:

Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar «un maestro correcto». Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Es quien ha olvidado la misión, la finalidad de la educación, en la que se enmarca la esencia del maestro. Con buena pluma Cortázar nos lleva a sin aspaviento al corazón mismo de la teleología educativa: el maestro es un formador de personas, el acompañante del camino que personaliza el mundo exterior y el mundo interior de cada uno.

Mediador de la cultura, provocador de la emergencia de mujeres humanos cultos, el educador vive inmerso en el universo de lo profundamente humano 

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre –tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martín Heidegger- no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.


Educar es acercar el patrimonio humano externo a la persona para que dinamice su deseo de inteligir el mundo, de saberse parte de un aquí y ahora gestado antes y en todos lados, de relacionarse con los demás en una praxis de humanización del mundo y en ella permitir el descubrimiento de las profundas dimensiones estéticas, éticas y religiosas que posibilitan exponencialmente la relación con uno, los demás y el mundo al llevarlo a dimensiones de belleza, gratuidad, bondad y sentido.

El maestro se mueve así entre dos actitudes humanizantes de siempre: "Aristóteles y Sócrates: he ahí las dos actitudes. Uno, la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; el otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad".

Por eso el fracaso magisterial es la corrección del docente, solo enseñar el programa, cumplir con la currícula, enseñar conocimientos que si bien es lo socialmente esperado por muchos, no es lo que requieren ni el educador ni los educandos. 

Dicho en mi lenguaje: si no se llega a niveles en los que se evoque, provoque y convoque la humanidad integralmente posible de todos los miembros de la comunidad educativa, la escolarización no será sino pérdida de tiempo e incubadora de problemas personales y sociales que nadie queremos si apostamos por un mundo en el que algo de justicia, creatividad, libertad, solidaridad sean posibles.


El educador se hace, pues con muy poco se nace

Cortázar dice a sus interlocutores del lejano 1939 lo que resuena para nosotros, poco más de 80 años después: la formacion inicial no basta, cuando mucho da herramientas intelectuales y prácticas y -si fue buena- nos abrió a los horizontes. El destacado miembro de la generación del boom literario latinoamericano lo dice:

Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo
 

Y el itinerario de ese largo viaje de estudio es claro:

Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lecturas y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; nadie puede despertarse mañana y decir: «Sé muchas cosas y nada más». La mejor prueba de cultura suele darla aquél que habla muy poco de sí mismo; porque la cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca. Cuando se comprende lo que verdaderamente quiere decir Dios.

Creo que nuestro autor estaría de acuerdo si afirmamos que las mujeres y hombres que no queremos fracasar como educadores hemos de decir como Plubio Terencio Africano: "Humano soy nada de lo humano me es indiferente" y entonces aventurarnos en la travesía de la propia responsabilidad humanizante (ser cada quien más por, con y para los demás en el mundo), en la de la experiencia docente que conjuga sabiduría reflexiva de sentido, la que viene de ir siendo humano y reconocerse con mediaciones como la literatura, la filosofía e incluso la teología; que se nutre de lecturas, de la contemplación del arte, de viajar, de relacionarse con lo diverso, de ensanchar el mundo.

También en la travesía que supone el conocimiento, la praxis, el irse construyendo expertos en el conocimiento científico educativo y técnico didáctico.

Se trata de irse formando como educador con paciencia, sin prisa y sin pausa, siempre con la visión de que la misión educativa es la formación integral, esa que requiere nuestro hoy para ser humanamente viable, como lo requirió el ayer y lo requerirá el futuro para lo mismo.

Me sumo a Julio Cortázar y apuesto contra el fracaso escolar.


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