Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 1 de junio de 2022

Las cuatro patas de una democracia humanizante

Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

Este texto fue publicado en la columna Palabras que humanizan, de Escenario Tlaxcala 

Parece muy claro, pero tal vez es de esas cosas en las que siempre hay que insistir: las personas solo nacemos inicialmente tales y la llamada -vocación- de nuestra vida es darnos ser, llegar a ser quienes podemos ser; pasar de ser "nadie" a ser alguien.

La labor humanizante no sucede por arte de magia. Es la labor de nuestra vida, incluso la única verdaderamente importante. 


Somos personas, somos relacionalidad

Nadie somos nosotros mismos, solitos y solitarios, cerrados sin algo más que nuestro yo. En realidad, somos apertura, nos construimos a partir de un conjunto de relaciones que establecemos y nos permiten desatar los dinamismos con los que venimos equipados para existir humana y humanizantemente.

Somos relación con nosotros mismos, esa que se da cuando nos sentimos, nos entendemos, nos valoramos y caemos en cuenta de quiénes somos, quiénes podríamos llegar a ser. Pero también somos relación con los demás: es por el otro, con el otro y para el otro que construimos el nosotros, esa realidad en la que somos acogidos para no morir por nuestra insuficiencia individual y en la que al interactuar descubrimos lo que somos y nos potencia. 

Es en la interrelacionalidad organizada, razonable, que busca el bien común, en la que creamos condiciones sociopolíticas, económicas y culturales para poder encargarnos del desafío del mundo. Somos mundanos, relación con todo lo que no son los demás ni yo y que también existe, que nos condiciona dificultando o favoreciendo la vivencia de nuestra dignidad.

Por último, somos relación espiritual con lo que nos trasciende, que nos permite encontrar un centro (sobrecentro) desde el cual articular el conjunto de nuestras relaciones, nuestra relacionalidad. Somos relación con lo Absoluto, con Dios.

Vivir, relacionarnos requiere de condiciones internas y externas que potencian, posibilitan o frenan e incluso impiden nuestro afán de llegar a ser más por, con y para los demás encargándonos del mundo que nos carga y en el que podemos existir con la dignidad de ser humanos.

En otro momento volveré sobre las condiciones internas que hemos de poner en juego para llegar a ser lo que somos y podemos ser. En este momento quiero compartir unas ideas que como provocaciones comparte Leonardo Boff en su libro Los derechos del corazón: el rescate de la inteligencia cordial y que tienen que ver con las condiciones socio-políticas, económicas y culturales en las que se da nuestra coexistencia.

 

Las cuatro patas de la democracia

El autor brasileño se pregunta sobre "¿cuál es la formación social que crea mejores condiciones para que el hombre pueda florecer más plenamente en las más variadas relaciones?"

Y responde lo que muchos dirían: la democracia, pero una que sea comunitaria, social, representativa, participativa. Herbert de Souza y Boff en diversos foros esbozaron una idea del funcionamiento de tal democracia, sobre la cual se debe poder asentar el desarrollo humanizante: la de la mesa de cuatro patas.

La primera pata es la participación, en la que cada uno puede ser no espectador, sino actor de las interacciones que lo construyen. "Solo participando nos volvemos sujetos y ciudadanos" (sin participación nos reduciríamos, si fuera posible, a objetos, todo lo contrario de nuestra humanidad).

La segunda pata es la igualdad, ante la ley, en el reconocimiento de la dignidad de cada persona y en el respeto a sus derechos y con ella la equidad, que es "la retribución adecuada y proporcional que cada uno recibe por su participación en la construcción social"

La tercera pata es la de la diferencia. Una democracia humanizante parte de que cada persona, cada sociedad, cada cultura, tienen posibilidades propias que nos dan "juego" para poder participar de la riqueza de la pluralidad... En la diversidad podemos tener múltiples acercamientos a la realidad, múltiples reacciones emocionales, estéticas, racionales ante ellas y entender lo que nos une, pero también lo que al ser diferente nos enriquece.

Por último, la cuarta pata es la de la comunión, que se da en la capacidad comunicativa en la que desde la compasión se construye la solidaridad, esa que existe no solo porque somos, sino sobre todo para que seamos humanos. Al comulgar desde lo que somos, en especial desde nuestras vulnerabilidades y riquezas, podemos vivirnos como parte de un todo multirrelacional y comprometernos en el cuidado de la vida en todas sus dimensiones.

De manera magistral el autor señala que las cuatro patas que sostienen la mesa de la democracia en la cual nos apoyamos para vivir relacionalmente deben estar apoyadas en el suelo y en la tierra, haciendo alusión a la casa común de la que tanto se habla hoy cuando se dice que o cambiamos de paradigma en nuestra relación con la Naturaleza, o hipotecamos nuestro futuro en la Tierra.


La democracia no ocurre por acto de magia

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Muchos de mis conocidos y yo mismo hemos gozado los trucos de magia, donde algo aparece como si saliera de la nada. Pero no es así.

La democracia no existe porque sí, por puro voluntarismo o por confabulaciones del destino. Requiere aprendizaje y compromiso. Y eso nos lleva a una pregunta que dejaré únicamente esbozada: ¿qué podemos hacer en las familias, las escuelas, los grupos sociales, para que la democracia sea una forma de convivencia e interacción que permita la vivencia de la riqueza multirrelacional que somos? De seguro la respuesta tendrá que ver con mucho más que dar sermones o clases de civismo... Pero esa... que es la misma historia, requiere de otro espacio.


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