Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 2 de septiembre de 2018

¿Ciudadanos del más allá? ¿Ciudadanos del más acá?

José Rafael de Regil Vélez, Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

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Hace 25 años me encontré con una idea que transmitió hace cosa de 200 años Ludwig Feuerbach en Heidelberg (hoy en Alemania), cuando pronunciaba sus Lecciones sobre la esencia de la religión. Continuamente vuelvo a ella porque me topo con la continua tentación de recurrir a alguien más allá de nosotros para encargarle que resuelva las cosas que miradas en frío son de nuestra competencia y responsabilidad.

        Me permito traer el texto para compartirlo con los lectores:
El objetivo de mis escritos como también de mis lecciones es: el de transformar a los hombres de teólogos en antropólogos, de teófilos en filántropos, de candidatos del más allá en estudiantes del más acá, en liberarlos de ser ayudantes de cámara religiosos y políticos de la monarquía y aristocracia celeste y terrestre, en hacer de ellos ciudadanos autoconscientes de la tierra. Mi finalidad es, así pues, ni mucho menos sólo negativa o anuladora, sino más bien positiva, sí, niego sólo para afirmar; niego sólo el ser aparente, fantástico de la Teología y de la Religión para afirmar el ser real del hombre.
Es claro que el padre del humanismo ateo estaba denunciando a las personas de fe de su tiempo (que bien podrían ser muchas del nuestro) que por estar preocupadas por lo religioso (lo del más allá) se desafanaban de los problemas sociales, políticos y económicos de su tiempo, de su tierra (el más acá). Sus expresiones son lapidarias: transformar a los hombres de teófilos en filántropos, de teólogos en antropólogos; promover los ciudadanos del más acá, autoconscientes de la tierra…
En la Europa de la naciente revolución industrial, de las influencias iluministas, del surgimiento de las ciudades como hoy las entendemos y del nacimiento de los estados modernos constituidos sobre la base de que el poder emana de las personas y no de lo divino, los problemas sociales se venían haciendo cada vez más complejos y algunos grupos de habitantes tomaban conciencia de que había que hacer algo más que rezar esperando que todo viniera de un más allá que fuera sede de lo divino; o, peor tantito, esperando que aunque las cosas de este mundo fueran pésimas, si las personas tenían resignación, oración, penitencia y sacrificio tendrían una recompensa en el más allá, ganado a costa de vivir en el valle de lágrimas en el más acá.


Una deuda pendiente


Hoy el más acá sigue siendo una deuda pendiente: mueren inocentes por las más injustas y diversas causas, hay nuevas formas de esclavitud englobadas en la expresión “trata de personas”, las condiciones socioeconómicas y políticas de muchos lugares producen multitudinarios flujos migratorios caracterizados todos ellos por la vulnerabilidad de las personas.
La economía excluye antes que incluir, millones de personas carecen de una salud que ser cuidada podría costar un puñado de dólares que nunca podrán tener juntos. Los estados vulneran a sus ciudadanos, las decisiones han sido confiscadas por unos cuantos que han hecho del poder político su modus vivendi. El crimen se ha organizado en proporciones globalizadas con secuelas de corrupción, trastocamiento de formas de convivencia.
En tal escenario no falta quienes se sienten verdaderamente impotentes y buscan un ser omnipotente a quien delegarle la responsabilidad de la propia vida en el momento histórico que le tocó vivir y que para cada quien es el más difícil -por cierto: no tienen otro para que haya sido más difícil todavía-.
Hace un par de años, cuando el papa Francisco visitó Morelia, en el encuentro con religiosos, religiosas, seminaristas y sacerdotes en Morelia decía con todas sus letras: no nos resignemos… No nos acostumbremos a que las cosas sean como están, tan poco humanas y humanizantes.
Invitó a “todos los hombres de buena voluntad” en su mensaje a los jóvenes a entender que la riqueza no está en lo que se consume, sino en lo que cada uno es y con lo que cada quien puede sumarse para construir un mundo más justo, fraterno. 
Invitó a discutir para construir acuerdos y concuerdos; a pedir perdón por haber despreciado formas de vida que respetan más a la casa de todos -como las de los indígenas- para asumir el desafío de inventar un mundo sostenible, de respeto a los otros y a lo otro.


La apuesta humanista sigue vigente


La diferencia entre el papa venido de Argentina y Feuerbach es que el primero piensa que la militancia en el más acá es a la vez la militancia del más allá, porque la invitación del Dios Padre-Madre de todos es a que las personas tengan vida y la tengan en abundancia; a darle gloria cuando se alimenta al hambriento, se viste al desnudo, se visita y cura al enfermo... Precona que se aventuran bien quienes buscan la paz, comparten lo que tienen, viven con el corazón siendo capaz de ponerse al lado del sufrimiento del otro para convertirlo conjuntamente en gozo.
Para todas las personas que apuestan por el ser humano y la justicia y no solo para los católicos la invitación sigue vigente: ante los ingentes desafíos de nuestro tiempo no nos resignemos. Confiemos como si todo dependiera de Dios, pero actuemos como si todo dependiera de nosotros. Transformémonos en ciudadanos del más acá, aun cuando pudiéramos tener puestos la vista y el corazón en el más allá.

Reelaborado el 22 de agosto de 2018. Publicado originalmente en Síntesis Tlaxcala, el 01 de marzo de 2016, en la columna Palabras que humanizan.

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