Corrección y edición: Socorro Romero Vargas... si quieres conocerla más, haz click aquí
Hace unos cuantos días leí de paso en algún sitio católico que Santo Tomás de Aquino recomendaba cosas contra la tristeza. Supongo que fue con ocasión de su fiesta, el 28 de enero. Inmediatamente me transporté a la juventud en la que como "aplicado" estudiante de filosofía hice una monografía sobre este personaje y su antropología filosófica.
La nota me dejó con algo de nostalgia y un poco de curiosidad, porque justo en estos días he pensado en lo importante que es impedirle a la tristeza tener una palabra más importante que lo necesario en la vida de las personas, porque de verdad puede tener un carácter poco constructivo para el día a día.
Un clavado en un viejo libro
Me puse a rastrear en la Summa Theologica lo que el pensador napolitano pudiera haber escrito de un tema tan contemporáneo y tan antiguo como la humanidad misma. Me encontré una serie de reflexiones sobre el tema en la primera parte de la segunda parte de la obra (prima secundae), como parte del tratado sobre las pasiones humanas, en las cuestiones 35 a 39.No entraré en tecnicismos, porque no es el objeto de este apunte, sino compartir con los lectores que el problema de la tristeza -el dolor interno que produce en nosotros la pérdida o la carencia de algo importante que necesitamos para la realización de nuestra vida- es que mina nuestra capacidad de bien vivir, de vivir saludablemente (en armonía con nosotros, con los demás y con el mundo social y natural en el que existimos).
Foto: as.com |
Así, en lenguaje de nuestro tiempo, habría que decir: fuera la tristeza. Padecerla drena posibilidades vitales, quita alegría, enferma, distrae, aumenta cosas como el llanto, la obsesividad y deteriora otras como la alegría, la posibilidad de mirar varias cosas a la vez.
¿Pero cómo hacerlo?
Remedio centenario
- Deleitándonos: buscando cosas que nos deleiten, que nos permitan experimentar las cosas buenas que SÍ tenemos y nos quiten de detenernos morbosamente en las que no y que nos entristecen.
- Llorar y conversar; expresar las emociones: el llanto -solía decir mi abuela- es bálsamo para el corazón. Al llorar dejamos salir la tensión producida por la tristeza y que se haya contenida en mente y cuerpo; en tanto, la palabra dada en la conversación ayuda a relativizar el motivo de la tristeza, pues al verbalizar es posible objetivar y ver que lo que nos entristece no es tan grande o al menos no es lo único que existe en la vida.
- Recurriendo a la compasión de los amigos: la palabra compasión no es sinónimo de lástima, sino de ponerse hombro a hombro en la penuria o el gozo de alguien. En la compasión de los amigos experimentamos una especie de deleite (sensación placentera) por sentir que alguien nos ayuda a cargar el peso de los que nos entristece y nos hace sentir amados, lo cual es extremadamente placentero y ello nos regresa al punto uno: a la tristeza se le combate con deleites.
- Tratando de entender la realidad de lo que nos pasa.... intentando ser veraces. En mis palabras, diría que con ello nos damos cuenta que lo que nos entristece no es lo que tiene la última palabra en nuestras vidas, ni lo que la ha tenido. Tarde o temprano caeremos en cuenta de que eso no era ni tan grande, ni tan imponente. Es verdad que hemos tenido muchas cosas buenas más, que las hemos disfrutado, que nos han hecho crecer. Y también es verdad que no hay mal que dure cien años...
- Por último, Tomás de Aquino recomienda dormir y darse sabrosos baños. Dormir es reparador de mente y cuerpo, lo mismo que un buen baño (entiéndase algo más que un regaderazo), como esos que dan en muchos lugares a las mujeres cuando paren a los hijos, o los que dan en los spas (que cada quien puede procurarse con un poco de ingenio). Yo añadiría que los masajes, bailar, salir a caminar son buenos aliados para mandar fuera la tristeza.
Cinco remedios centenarios para un estilo de vida saludable, sobre todo cuando merodea la tristeza. ¿Se te ocurre algún otro?
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