Edición: José Rafael de Regil Vélez
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Viajar ilustra, reconstituye, recrea a la persona. Si se lleva apertura contribuye en el viajero al equilibrio existencial, a un estilo de vida saludable y en quienes atestiguan sus viajes alimenta la curiosidad y los deseos de movimiento...
Con este texto, de los primeros apuntes de Víctor Vásquez, inauguramos los Apuntes de caminante, sección dedicada a los viajeros.
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Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí
el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo
exponer el modo como yo he procurado conducir la mía
René Descartes
Discurso del método
Hace tres años estaba enrolado en
una dinámica laboral que convertía mi vida en una experiencia monótona,
repetitiva y mecánica. Más de sesenta horas a la semana dando clases, más de
quince grupos escolares y aproximadamente ocho diferentes materias impartidas simultáneamente. Salía de mi cuarto a las 06:30 de la mañana y regresaba a las 21:00
horas: prácticamente llegaba a dormir y al otro día me levantaba y repetía la
misma rutina, de lunes a sábado.
No
niego que la docencia, la experiencia de enseñar y presenciar esos mágicos
momento de aprendizaje en tus alumnos es algo hermoso, pero, tampoco niego que
la estructura burocrática que rodea a la educación y a la profesión del docente
es algo que te enajena.
Hasta que un día, todo empezó a cambiar.
Exactamente no sé que motivó el cambio, lo que sí recuerdo fue que como propósito de año nuevo decidí salir a algún lugar de mi estado por lo menos una vez al mes…
Después de un tiempo, no solo había salido una vez al mes, sino dos o tres veces. Escogía lugares poco turísticos, pero que tuvieran un atractivo, tal vez una cascada, una iglesia antigua, un mirador natural o algo que llamara mi atención. Casi al finalizar el año ese nuevo hábito de viajar me llevó a congresos nacionales e internacionales en áreas que me apasionaban, como la Filosofía de la Educación o la Investigación Educativa y ahí todo acabó por detonar.
Viajando me siento libre, dueño de mí. Me reencuentro de una forma diferente en cada viaje, conozco a los otros, lo otro y a mí.
Motivado por distintas voces de investigadores que me decían que debería estudiar un doctorado, que no debería seguir enajenado al trabajo, que tenía capacidad y juventud para arriesgarme, dejar el confort y comodidad que te da un sueldo “fijo” cada quincena y aventurarme en la formación como investigador, decidí hacerlo. Busqué opciones acordes a mi perfil, a mis áreas de conocimiento y fui seleccionando programas e instituciones que, además de simpatizar con sus modelos educativos, tuvieran la oportunidad de brindarme una beca, hasta que encontré un programa doctoral que reunía todos esos elementos, lo elegí y me decidí hacerlo.
Ahora
soy estudiante de doctorado, me formo como investigador educativo, tomo clases
y participo en los seminarios de las diferentes instituciones de mi programa,
avanzo con mi proyecto de investigación, pero lo más importante, he ido
aprendiendo a combinar tanto el estudio y la investigación con mi pasión por
viajar y conocer nuevos lugares.
Igual disfruto de sentarme a tomar un café mientras leo a Freire, que caminar por las calles de una ciudad que acabo de conocer; me deleito con un atardecer mientras trato de capturar la mejor foto y gozo al convivir con mis compañeros en los descansos de nuestras clases, degusto de una comida típica de algún pequeño pueblo que me atrevo a visitar y me complace exponer mis argumentos para presentar mi objeto de estudio; me encanta visitar bibliotecas, librerías, museos, los pasillos de las universidades, pero, también amo subirme al autobús o al auto y empezar a recorrer el camino, encontrar lugares que no aparecen en las guías turísticas y quedarme ahí, a contemplar su belleza y capturarla en una foto.
Igual disfruto de sentarme a tomar un café mientras leo a Freire, que caminar por las calles de una ciudad que acabo de conocer; me deleito con un atardecer mientras trato de capturar la mejor foto y gozo al convivir con mis compañeros en los descansos de nuestras clases, degusto de una comida típica de algún pequeño pueblo que me atrevo a visitar y me complace exponer mis argumentos para presentar mi objeto de estudio; me encanta visitar bibliotecas, librerías, museos, los pasillos de las universidades, pero, también amo subirme al autobús o al auto y empezar a recorrer el camino, encontrar lugares que no aparecen en las guías turísticas y quedarme ahí, a contemplar su belleza y capturarla en una foto.
Hace
algunos años me hubiera parecido imposible si alguien me hubiera dicho que se
podía estudiar, investigar y viajar… pero ahora sé que es posible, que van de
la mano, que se complementan, la gran diferencia entre el antes y el ahora fue
“decidirme a hacerlo”.
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