Autor: José Antonio Brito Solís
Edición y cuidado del texto: Socorro Romero Vargas
El 2020 trajo consigo nuevas situaciones que abordar en todos los ámbitos y con ellas las personas hemos quedado expuestas al desgaste, a la fatiga, a enfrentarnos con lo verdaderamente importante de nuestras labores, e incluso de nuestras vidas.
La educación no es la excepción. En la escuela hay fatiga y la necesidad imperante de replantearse cuestiones de fondo, esas que deberán seguir presentes incluso cuando todo vuelva a cambiar porque el coronavirus esté en control.
José Antonio Brito Solís, autor invitado de nuestro blog, nos comparte sus reflexiones sobre la importancia de tener el bienestar emocional en el horizontes de las preocupaciones educativas.
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A casi nueve meses de entrar en confinamiento por la propagación del coronavirus nuestra
capacidad natural de adaptación nos ha permitido dar respuesta a lo que se nos
ha presentado; sin embargo, esta atención a lo urgente e inmediato es una
solución parcial y temporal, que ayuda a transitar durante este periodo, pero
no resuelve los aspectos de fondo, aquellos que proporcionan firmeza y
equilibrio para caminar ante lo que estamos viviendo. Esta adaptación acelerada
y de transición forzada en la educación ha llevado a que pasemos las clases
presenciales a clases a distancia, donde la televisión y las computadoras han
sido los canales para continuar con la enseñanza marcada en los planes de
estudio.
Como medida emergente estas acciones ya han cumplido
su propósito, ahora estamos ante el importante desafío de replantear el sendero
que debe tomar la educación y con ello cómo prepararnos para recorrerlo, es por
eso que la pregunta, en este momento no es ¿Cómo seguimos con las clases?, sino
¿Cuál es el papel de la escuela? ¿Qué tipo de escuela tenemos que ofrecer al mundo
hoy? ¿Cómo preparar a profesores y alumnos para la enseñanza de esa nueva
escuela? Esto nos ayudará a identificar qué prácticas en la enseñanza no
presencial tenemos que implementar, que requieren habilidades y competencias
específicas que no necesariamente poseemos.
Cuando
la fatiga entra a nuestras vidas
Hay todo un conjunto de elementos curriculares,
pedagógicos, psicológicos y de recursos tecnológicos que deben considerarse en
el rediseño de la educación para que las condiciones en las que estamos sean una
oportunidad distinta para aprender. Además de considerar el rol del profesor y
del alumno desde una perspectiva integral, que brinde la importancia al cuidado
del bienestar emocional, dado que el vertiginoso ritmo en el que nos hemos
visto envueltos ha traído un cuadro de desgaste y cansancio, al que los
expertos han comenzado a llamar fatiga
pandémica.
El estrés surge
cuando nos vemos envueltos en exceso de ocupaciones y preocupaciones que
superan los recursos con los que contamos, generando un estado de tensión al
que muchas veces llegamos a acostumbrarnos, hasta que empieza a afectarnos
tanto física como emocionalmente. El problema es que hoy estos estados se han
intensificado comenzado a rebasar el umbral que teníamos antes de la pandemia y
con ello viene una fatiga mental.
"Cuanta más fatiga hay, más cansancio, agotamiento y emociones
negativas o desagradables se sienten… Estamos más irritables…. Todo
esto va creando más fatiga por nervios, por preocupaciones, peleas.... Además
estamos más triste y más
nerviosos", así
lo afirma el Dr. Antonio Cano, Catedrático
de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo
General de la Psicología.
Esta fatiga es una consecuencia
derivada del aislamiento, del temor al contagio, de la perdida de seres
queridos y estados emocionales que han llevado al agotamiento y se manifiesta
en estrés, apatía y desmotivación, por tales razones estamos viendo un
relajamiento en el acatamiento de las recomendaciones que las autoridades de
salud han solicitado, así como en el deseo de seguir estando informados al
respecto del coronavirus.
El Director Regional de la
Organización Mundial de la Salud (OMS), el Dr. Hans Henri Kluge considera que
es "necesario
revitalizar y reactivar los esfuerzos para abordar los cambios de la
COVID-19".,
ante ello la OMS publicó el documento titulado Fatiga Pandémica: Revitalizando al público para prevenir COVID-19,
donde también recomienda a los países elaborar planes de acción basados en
estrategias multifactoriales.
Educadores, educandos
y estabilidad emocional
En la educación
los docentes juegan un papel determinante ante todo ello, ya que tienen la
posibilidad de recibir manifestaciones sobre la desestabilidad emocional que
presentan nuestros alumnos. Incluir unos minutos en las clases para escuchar y
observar cómo nos sentimos favorece al clima de confianza que ayuda a disminuir
los estados de ansiedad liberando tensiones. En ese sentido la noción de la
escuela debe ahora fundarse también en un saber escuchar y saber acompañar, que
dote tanto a profesores como estudiantes en habilidades para empatizar.
Esta actitud sensible debe ser parte de todos, tanto
de profesores como de estudiantes para que podamos comprendernos y apoyarnos
mutuamente y no caer así en la trampa de la indiferencia en la que no nos
importa lo que le pasa a los demás, ni en la de la frustración que ante el
miedo de no hacer lo suficiente y con la noble idea de no sacrificar la calidad
de las clases integramos de actividades a los estudiantes, y por ende a nosotros
mismos, queriendo alcanzar resultados en los aprendizajes que en este momento
por todo el contexto no pueden ser medibles en las escalas que siempre hemos
utilizado, ya que el aprendizaje no se alcanza entregando evidencias o
productos, creer que un aprendizaje se limita a ello, es aceptar que las
entregas son aprendizajes, pero el aprendizaje es una construcción propia de
las condiciones del contexto y ocurre cuando este cobra un sentido para el
alumno.
Educar
en el contexto que nos ha tocado
La pandemia ha traído un alto nivel de estrés para los
docentes. Ante ello la UNESCO en su reporte Trabajo
Internacional sobre Docentes para la Educación 2030
ha publicado una serie de recomendaciones para proteger la salud mental de los profesores
en estos tiempos. Entre ellas se encuentran las evaluaciones psicológicas y
socioemocionales continuas a estos trabajadores, crear redes de apoyo entre ellos
y brindar formación en habilidades emocionales para el manejo del estrés.
Claro es que los profesores requieren del apoyo
socioemocional dada su condición como guías y apoyo para los alumnos y por
impartir clases en condiciones de crisis, además ellos jugaran un papel clave
durante la fase de integración a las escuelas. Serán el puente en el próximo
proceso de adaptación que tendrán los alumnos cuando regresen a las aulas.
El Proyecto
Educativo Común de la Compañía de Jesús en América Latina incluye un
apartado sobre el contexto, que sitúa en un escenario realista sobre en el que
se encuentran las escuelas en América Latina que en este momento nos puede
también dar mucha claridad sobre la ubicación en la que estamos y así poder
proyectar lo que vamos a construir, donde hay que considerar el proceso que se
tendrá para el cambio de paradigmas que se hará por medio de las modificaciones
al rediseño curricular y a otras transformaciones pedagógicas y de atención en
las escuelas.
En
las instituciones educativas de la Compañía de Jesús, ciertas estructuras
rígidas inhiben las posibilidades de cambio; muchos currículos están más
centrados en contenidos que en valores y competencias; existe un exagerado
aprecio por lo intelectual sobre otras dimensiones y áreas que incorporen lo
estético, lo lúdico, lo artístico, lo productivo y el espíritu de
emprendimiento, lo contemplativo y una educación para la sensibilidad que forme
personas “sensibles a todo lo que es humano”, “hombres y mujeres para los
demás” y “con los demás … Aun así, es necesario un cambio de visión, de
mentalidad, de actitudes y comportamiento para integrarnos en el escenario
global latinoamericano, organizándonos y comunicándonos en red, para compartir
recursos, comunicar experiencias y asumir como un solo cuerpo apostólico la
corresponsabilidad interprovincial e internacional”.
En este periodo no podemos dar la espalda al entorno.
Mantener una escuela para aprender y no para calificar no es algo fácil en esta
realidad, sobretodo porque los aprendizajes no se alcanzan cuando no existe
interés y motivación, y ante ello, la fuerza de nuestra vocación jugará un
papel crucial.
Paulo Freire decía que, si no hay amor en el trabajo
docente, no hay una docencia real, es por eso que, al integrar en nuestro
repertorio de habilidades docentes, no solo deben incluirse las competencias de
carácter pedagógico, también todas aquellas que hacen del ejercicio educativo una
práctica humanizadora, que escucha al alumno, que lo acompaña y lo ayuda en
medio de las crisis propias de su edad y que hoy se han ampliado e intensificado
por la pandemia.
Es por eso que se hace importante que comprendamos a
quienes en este momento experimentan desmotivación y busquemos identificar las
causas, mirando desde las necesidades particulares de cada estudiante y de cada
profesor. Destaquemos los aspectos positivos y beneficios que hemos alcanzado
gracias a la labor conjunta, al trabajo colectivo, que haga sentir al que está
en situaciones de crisis emocional que estamos con él como una familia y como
una comunidad, que lo haga sentir que lo que le pasa nos importa. Ahora que
estaremos trabajando en la reformulación de nuestra labor educativa, recordemos
que la atención emocional en nuestras escuelas es una prioridad.
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