Autor: Martín Rocha Pedrajo, Fsc
A Martín lo conocí hace muchos años. Estudiamos en la misma escuela Normal, no pudimos coincidir en el tiempo, pero sí en la vocación educativa y en parte, en el carisma. Nos encontramos en la AMIESIC, los dos vinculados a labores que tenían que ver con la Formación Humanista en el trabajo universitario. Desde entonces yo me siento en comunión con él, quien ha ido a dar su servicio en distintos lados, con muy altos niveles de responsabilidad.
Esta mañana del 14 de febrero de 2022, con todo lo que la pandemia del Coronavirus nos ha traido y quitado, él compartió a través de su Facebook este texto entrañable, pero sobre todo sugerente, que comparto con los lectores de este blog, deseando que despierte sentipensares que nos lleven a las cosas que valen la pena en la vida.
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"Adesso lo sappiamo quanto è triste stare lontani un metro”.
“Ahora lo sabemos, que triste es estar a un metro de distancia”
La poetisa italiana Mariangela Gualtieri ha escrito : «ahora sabemos lo triste que es estar a un metro».
Antes del confinamiento jamás hubiéramos pensado que uno, dos y quizá hasta cinco metros fuera una distancia lejana. Parecía un espacio insignificante de separación, que no cambiaban en nada nuestras relaciones humanas . Por lo tanto, tal vez ni siquiera sea apropiado hablar de separación. A un metro, a dos metros, podemos vernos y oírnos sin dificultad.
Y sin embargo, Gualtieri tiene razón: «qué triste es estar a un metro de distancia». A esa distancia no podemos abrazarnos.
Y en el amor, pero sobre todo en la amistad, los abrazos son insustituibles.
La amistad, el amor, el cariño e incluso la compasión no prescinden de la dimensión sensorial. Todos sabemos cómo las palabras se quedan cortas o cómo, por el contrario, se iluminan cuando acariciamos el rostro de quien amamos, cuando estrechamos la mano o tocamos el hombro de alguien y no se diga cuando damos o recibimos un abrazo de un amigo. Este contacto es un vehículo de afecto que, aunque pueden ser instantes, pero duran, nutren, abren, confirman.
Cuando los brazos se entrelazan en un abrazo nos incorporamos al corazón del otro, como si en el corazón de nuestro amigo tuviéramos un nido o una patria. En este dejar ir se expresan certezas que nos son muy queridas: la reciprocidad, la alegría, la ternura, la presencia, el encuentro y el reencuentro, la comunión. El instante del abrazo las declara todas de golpe, como si las sellara en nuestro corazón.
Las medidas sanitarias debidas a la Pandemia han hecho que las relaciones sean menos táctiles. Ahora deben ser los ojos y las palabras las que expliquen que nos gustaría estrechar la mano, intercambiar un beso o un abrazo y no podemos.
Por eso hoy quiero decir, gritar un fuerte GRACIAS a mis amigos. Quiero recordar lo que decía ya hace muchos años Don German Dehesa: En nuestra cultura latina no hay mayor ni más sólida riqueza que los amigos. Para mí, tengo que ellos son los que nos ayudan a darle una clara redacción a nuestra vida y a poner los acentos donde tienen que ir.
Pregunta: ¿para qué sirven los amigos? Para todo; para hablarnos por teléfono (o mandarnos whats ups o twiters) ; para intercambiar libros, o canciones, o temores, o sonrisas, o mentadas, o extrañamientos (¿por qué no me has hablado? ¿Soy tu qué o qué?); para tener con quién ver el super bowl, o ir al cine, para alegrarnos en la salud o apapacharnos en la enfermedad; para reunir misterios, mitigar insomnios; para valernos cuando ya valimos; para pasarnos en limpio (dice Benedetti); para hacer emocionales inversiones de riesgo compartido; para peleas y reconciliaciones fragorosas; para estar juntos y no decir nada importante; para conspirar; para vivir y cantar y considerar.
Para eso y muchas cosas más... están los amigos
Y porque están debemos dar gracias a Dios cada día.
Este día comparto mi nostalgia por los abrazos que no dí a quien se nos adelantó en el camino y renuevo mi esperanza por los abrazos pendientes de dar a todos aquellos con quienes Dios me ha bendecido con su amistad.
Porque como dice sabiamente la Escritura… Quien encontró un amigo… encontró un tesoro.
Dios nos siga bendiciendo.
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