Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más sobre el autor, haz click aquí.
No hay que tener miedo a la educación de calidad
Hace tiempo leí un artículo de Andrés Oppenhaimer sobre calidad educativa. No pude evitarlo, me salió del alma: “¡y vuelva la burra al trigo con eso de la calidad educativa!” Y después, probablemente movido por la pésima costumbre de la curiosidad lectora o porque me cae bien el periodista argentino, clavé el colmillo en su texto.
En resumidas cuentas, el columnista del Miami Herald y presentador de CNN llama la atención de su público lector sobre la importancia de invertir no sólo en la construcción de escuelas (como sucede en la mayor parte de los países latinoamericanos, tan carentes de infraestructura), sino también y por encima de todo en los contenidos que se enseñan entre las paredes que para aula son edificadas.
Como casi todo opinador que aborde el tema más o menos con seriedad, hace énfasis en la importancia que tiene que profesores y alumnos participen en pruebas de medición que permitan tener algún referente externo a su propia institución, a fin de ubicar niveles de aprendizaje y dominio de competencias que después serán básicas para la incorporación en el mundo laboral.
Concuerdo: el esfuerzo por la formación de gente competente para entender su mundo y generar opciones no es escatimable. Y en pruebas internacionales de medición de aprendizaje puede quedar claro si se dan ciertas herramientas intelectuales para abordar esta tarea: competencias lectoras, de razonamiento matemático y de investigación científica.
Eso de la calidad, hay que mirarlo más ampliamente
Lo que me parece que es insuficiente en este razonamiento es que suelen ser equiparadas calidad educativa con dominio de competencias en su mayor parte intelectivas: leer y escribir, pensar matemática y científicamente, hacer investigación .Mi experiencia, y la de mucha gente, es que no necesariamente gente muy cualificada marca la diferencia en el momento de plantearse con seriedad si el proyecto socio-económico y político que hoy impera es necesariamente el que deberíamos tener para caminar más humanamente. Se dice "que Churchill decía" que esto de la democracia era muy pobre, pero que era lo mejor que teníamos: ¿podemos contentarnos con esa ironía?
La calidad educativa requiere la formación de mujeres y hombres críticos y creativos no para buscar la última solución tecnológica de un problema puntual, sino para plantear visiones globales, holísticas, que inspiren, motiven, convoquen y provoquen la construcción de un mundo que cierre la brecha entre pobres y ricos y no sólo la amplíe.
En la falta de criticidad no se puede recrear el mundo en la justicia, porque se parte de que así son las cosas y lo que hay que hacer es trabajar sobre el modelo imperante, pues “ya qué”... Hay que revisar las certezas (Las cosas no son siempre como se las piensa: ... O ¿de qué podemos estar seguros?).
Calidad educativa es también la formación de mujeres y hombres capaces de solidaridad (No porque somos, sino para que seamos humanos: reflexiones sobre la solidaridad y la posibilidad de ser persona), quienes con una co-implicación bien informada, inteligente, compasiva, que no descanse hasta que de alguna forma los excluidos puedan ser mínimamente invitados al enorme banquete que sigue siendo para pocos este mundo. Porque algo es claro: solidaridad tonta no pasa de sentimentalismo, lloriqueos y moneditas en la calle para los indigentes; sin compasión no pasa de ser pose o incluso paliativo de conciencia.
Calidad educativa es también formación para que mujeres y hombres vivan mucho más integradamente emoción-reflexión-acción (El cuidado del bienestar emocional en la educación). La afectividad por ser profundamente humana no puede quedar fuera de las prácticas educativas de excelencia. La gente frustrada y vacía mal reproduce el mundo que le tocó vivir, y poco contribuye a crear nuevas condiciones para que florezcan el compromiso y la esperanza.
Ciudadanos capaces de entender lo que viven, de revisar las seguridades para descubrir realidades actuales y posibles y de co-crear las adaptaciones necesaria para vivir en el mundo y encabezar las transformaciones requeridas para que sea una casa común en la que haya posibilidades humanizantes de vivir dignamente.
Calidad educativa es también la formación de mujeres y hombres capaces de solidaridad (No porque somos, sino para que seamos humanos: reflexiones sobre la solidaridad y la posibilidad de ser persona), quienes con una co-implicación bien informada, inteligente, compasiva, que no descanse hasta que de alguna forma los excluidos puedan ser mínimamente invitados al enorme banquete que sigue siendo para pocos este mundo. Porque algo es claro: solidaridad tonta no pasa de sentimentalismo, lloriqueos y moneditas en la calle para los indigentes; sin compasión no pasa de ser pose o incluso paliativo de conciencia.
Calidad educativa es también formación para que mujeres y hombres vivan mucho más integradamente emoción-reflexión-acción (El cuidado del bienestar emocional en la educación). La afectividad por ser profundamente humana no puede quedar fuera de las prácticas educativas de excelencia. La gente frustrada y vacía mal reproduce el mundo que le tocó vivir, y poco contribuye a crear nuevas condiciones para que florezcan el compromiso y la esperanza.
La preminencia de la economía sobre otros aspectos de la vida, con su exigencia de trabajo, de entrega a la empresa o a las instituciones de lo que se es, se sabe y se desea, ha puesto sobre la mesa que las mujeres y los hombres no estamos formados para manejarnos emocionalmente de manera que todo confluya para la realización de la existencia. La todavía presente pandemia del coronavirus terminó de poner en la lupa la deuda que las instituciones educativas en general han tenido con los miembros de sus comunidades al excluir de sus prácticas de calidad la formación emocional.
En esta ocasión, por último, quisiera decir que la calidad educativa es también formación en la libertad y para la libertad, esa capacidad humana y humanizante que nos lleva en medio de los límites, condicionamientos y determinaciones a la autodeterminación y autonomía que solo se pueden dar en la relación dinámica, incluso dialéctica, con los otros con los que se hacen cargo de responder a los desafíos de la realidad (Libertad sin compasión: hipotecar la vida humana). ¡Qué drama encontrar personas que tras 12, 16 o más años, todos ellos certificados por instituciones educativas, son incapaces de tomar decisiones, de asumir responsabilidades, de construirse en la multidimensionalidad de su existencia! (El gasto de no fomentar la autonomía en el trabajo)
Calidad educativa: más allá de transmitir información.
Todo lo anterior suena bien, al menos para muchos de quienes conozco, lo malo es que se vuelve problemático, principalmente por tres razones.Si consideramos que la calidad educativa (¿Qué es la calidad educativa?)es el cumplimiento de la misión de educar de manera pertinente, relevante, eficaz, eficiente, suficiente con el impacto interno y externo necesarios para que el ser humano educado sea parte activa de la sociedad en la que por, con y para los demás tiene que adaptarse y a la que tiene que transformar, ofrecer educación de calidad al institución de cada institución y del sistema en general se vuelve complejo y desafiante porque :
a) Supone pensar diferente de aquellos que piensan que el dominio de teorías, tecnología y técnica sin mayor preparación para afrontar su sentido y significado es suficiente; es necesario volver una y otra vez al cuestionamiento de los fundamentos antropológicos, gnoseológicos, éticos y axiológicos de la educación. A partir de ellos con el concurso de las ciencias de la educación se podrá diseñar una praxis educativa eficaz y eficiente (Eficiencia sin eficacia: un drama educativo)
b) Es necesario crear metodologías educativas acordes a los distintos momentos de la vida de los educandos y que permitan el acompañamiento real, evaluable, dialogable de la formación integral que he traido a colación en este escrito y,
c) Hay que construir indicadores de calidad y excelencia de todo lo que va más allá del razonamiento lingüístico, matemático y científico, para los cuales no hay mucha gente dispuesta ni presupuesto disponible. ¡¡¡Sin indicadores no es posible el diálogo razonable y mucho menos el diseño de estrategias de continuidad y mejora de la calidad educativa!!!
Sin embargo, por aquí y por allá hay personas que siguen pensando que la educación es buena apuesta, cuando no es mero adiestramiento para un mundo que se supone nadie debe dudar que funciona convenientemente, sino cuando es la apuesta por la libertad crítica, creativa, solidaria, afectiva y abierta a las muchas posibilidades que aterran a muchos. Seguramente ya trabajan y seguirán trabajando para que hablemos de calidad educativa y ofrezcamos una educación que realmente forme integralmente para los desafíos que tenemos los ciudadanos para que el mundo sea la Casa Común de la dignidad que inclusiva y sustentablemente necesitamos.
Publicación original: E-consulta, 23 de octubre 2007. Actualizado el 17 de febrero de 2022
Sin embargo, por aquí y por allá hay personas que siguen pensando que la educación es buena apuesta, cuando no es mero adiestramiento para un mundo que se supone nadie debe dudar que funciona convenientemente, sino cuando es la apuesta por la libertad crítica, creativa, solidaria, afectiva y abierta a las muchas posibilidades que aterran a muchos. Seguramente ya trabajan y seguirán trabajando para que hablemos de calidad educativa y ofrezcamos una educación que realmente forme integralmente para los desafíos que tenemos los ciudadanos para que el mundo sea la Casa Común de la dignidad que inclusiva y sustentablemente necesitamos.
Publicación original: E-consulta, 23 de octubre 2007. Actualizado el 17 de febrero de 2022
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