Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

martes, 22 de febrero de 2022

Si lo que sabes no te sirve para ser libre... ¿qué sabes?

Autor: Andrés Felipe Fernando Ortiz

Este texto, que muy amablemente ha sido Andrés Felipe para los Apuntes, contiene una reflexión sobre la persona, su libertad, el sentido de vida y la forma en la que estas dimensiones antropológicas interpelan a la educación, a lo que debería ser ella. Hay ideas muy interesantes y provocativas que bien vale la pena compartir.

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 Dios ha muerto, el hombre también...


“Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado”, citó Nietzsche alguna vez, convirtiéndose hasta hoy en día, en una frase que todo aquel que se ha pronunciado ateo, ha mencionado, aunque sea para sus adentros. La cuestión aquí es que el autor no se refería a que existió un Dios y luego murió, sino que es una metáfora que explica cómo, con la llegada de las ideas de la ilustración, se rompieron los cimientos del saber y la moral de la historia de la humanidad, que otorgaba, para bien o para mal, un sentido a la existencia. Dios, entonces, fue reemplazado por la ciencia, la razón y el progreso.
Y es lógico aceptar que esta transición nos ha dado lo que tenemos, sin embargo, esta fe ciega por el progreso científico nos llevó a olvidar que la base de la civilización occidental era el cristianismo, que por mucho tiempo dotó al existir de una verdad. Por tanto, la nueva verdad se fundamentó exclusivamente en el método científico que, cual ironía, fue creada por los mismos cristianos.
Este proceso, encaminado a formar el ateísmo como tal, supliendo a Dios por el hombre, generó una actitud poco humanista, como bien menciona De Regil (2020) el hombre “se quedó sin Dios, pero perdió también al hombre al convertirse en indiferencia por haberse quedado sin el andamiaje que le proporcionaban las creencias implícitas de la cultura moderna” (p. 13).
Es conveniente específicar que la modernidad, que se extiende desde la revolución industrial hasta el siglo XX, dio la oportunidad al ateísmo de reemplazar, como ya se mencionó, a Dios, lo cual fue positivo porque no dejó ese lugar vacío, lo ocupamos nosotros, ahora éramos los responsables de nosotros mismos. Sin embargo, actualmente vivimos en la era de la posmodernidad que, a diferencia de su predecesora, no suple nada, sino que pretende deshacerse de la idea divina, incluido Dios.

Ni un solo viaje, ni en el mismo bote

Es adecuado aceptar que por este posmodernismo en el que estamos navegando, no viajamos en un mismo barco, ¡Qué bueno fuera! sino que la mayoría lo hace en pequeños botes que sobreviven apenas a las olas constantes de la vida, curiosamente no todos anhelan una tierra donde asentarse, sino una isla a la que llegar y disfrutar para, posteriormente, continuar con su travesía, regresando al vaivén, en busca de una isla mejor.
Mas el problema de nuestra época, estimados compañeros, no es el ateísmo, aunque pareciese, sino la indiferencia y no me refiero solo la religiosa que llevó al cristianismo a la crisis que enfrenta actualmente, sino a la indiferencia hacia el humanismo. Por poner un ejemplo, he escuchado a muchas personas exclamar que preferirían ver morir a otras que a un perro, esto después de haber llorado con un video donde alguien salva a uno de morir. La cuestión es preocupante por dos cosas: En primer lugar, la expresión dicha con tal desdén hacia la vida humana y, en segundo, que tal reflexión y emoción dura hasta que deslizamos el dedo por la pantalla de nuestro celular, hasta encontrar un video simplón que nos entretenga diferente o que nos cause gracia.
La indiferencia es peligrosa porque no es exclusiva de los creyentes o de los ateos, sino de todos y es curioso, porque, desde mi experiencia, he visto que muchos de mis congéneres, incluyéndome, sufrimos por la carencia de un sentido y pues, hay quienes lo buscan en coaches de vida, en videos motivacionales, yendo a terapia, etcétera. No se me malinterprete, no es malo buscar respuestas, pero no podemos esperar que alguien más nos diga las respuestas a preguntas que no nos hemos hecho.
Carentes de sentido, no nos queda de otra que anclarnos a las cosas materiales, líquidas, a fin de sentirnos medianamente bien. La situación no es fácil porque sentimos que casi todo nos obliga a seguir determinados por lo externo, en cambio, si nos diéramos cuenta que además somos seres indeterminados y que nacimos con todas las herramientas disponibles para encargarnos de lo que nos carga, estaríamos más cerca de alcanzar lo que todos deseamos, la mayor realización, la libertad, que bien puede concebirse como la capacidad de ruptura con todo aquello que nos impide determinarnos, coexistiendo con, por y para los demás. Estamos, sin lugar a dudas, llamados a la libertad.

Reivindicar el sentido

Es necesario mencionar, en este punto, al método trascendental, pues es la manera más real para que recuperemos ese sentido que buscamos y no terminamos de encontrar, porque sólo nos limitamos en la mismidad y esta por sí sola, no basta, puede justificar nuestra existencia, de manera muy superficial, pero nada más. El acto de vivir humanamente, radica en hacerlo en alteridad, pero reconociendo y valorando nuestra mismidad. En otras palabras, existo con, por y para el otro, más eso no implica que deje de ser yo mismo.
Esta convivencia en humanismo, requiere también reconocer a la ética como aquello que más te realiza y si bien, a diferencia de la moral que puede entenderse más como esas ideas heredadas de generaciones pasadas que nos sirven como referencia de comportamiento socialmente aceptado, el actuar ético es personal pero solo existe en dialogo con los demás. Una vida ética consiste, entonces, en adaptarnos y transformarnos, pues, aunque seamos seres limitados estamos llamados a trascender, construyendo el sentido de la vida que nos soporta constantemente.

Educar en la ética y el sentido

Culmino mi texto reflexionando sobre nuestro quehacer educativo visto desde los problemas y soluciones que mencioné:
Es importante atender nuestra realidad para evitar que nuestra práctica educativa sólo se quede en la superficie de "dar clases y vigilar que los estudiantes se porten bien". 
Para ello, debemos reconocer nuestro concepto de ser humano y replantearlo si es necesario, evitando ese sentido utilitarista, pensando en qué actividad puede ser más eficiente o hará que el alumno alcance un objetivo a fin exclusivo de una calificación aprobatoria. Como trabajadores de la educación, tenemos la oportunidad de generar ese sentido que no todos pudimos entender fácilmente.
Si al alumno le podemos mostrar el método trascendental, cobijándole con humanismo y ejemplo ético de nuestra parte, nuestro futuro está asegurado, y digo nuestro porque somos por y con el otro, no hay que olvidarlo, y al propiciarle las herramientas para la libertad a un alumno, estamos contribuyendo a la libertad de todos. Porque si lo que sabes, no te sirve para ser libre, ¿Qué sabes?

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