Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

lunes, 20 de junio de 2022

Al Espíritu de la Vida, se le descubre en la vida...

 Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

 

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Ha habido en mi vida, y en la de muchos de mis conocidos directos e indirectos, una experiencia radical, transformadora: la del descubrimiento del Espíritu Santo en mi vida y -como una constante que nos trasciende- en la de la Iglesia y me atrevería a decir que en la de la misma humanidad.

No exagero al decir que desde relativamente tierna edad se me habló de Él: en las catequesis, en charlas de retiro espiritual y prácticamente en todas las ocasiones me sucedió respecto de esa construcción explicativa teológica que con la cual y sin la cual, me quedaba tal cual.

Pero un día irrumpió... 


José Ramón Ayllón cuenta en su Diez ateos cambian de autobús la experiencia de Fiodor Dostoievski cuando joven con solvencia económica, ex-ingeniero y ex-subteniente del ejército ruso, perdió todo por haber sido condenado como preso político a trabajos forzosos en Siberia y después a ser un degradado soldado raso, sirviente del ejército.

Nos dice con recomendable prosa el filósofo español que el literato ruso pasó las de Caín en su primer año de cautiverio: condiciones infrahumanas, acoso y violencia de parte de los presos de origen campesino, quienes lo odiaban y hacían insufrible el día a día a causa de su "buena cuna".

Una noche, volvió a él con una viveza impactante el cariño, la ternura y la firmeza con la que fue consolado por un rudo y analfabeta campesino en tierras de su familia en una ocasión que en el bosque tuvo mucho miedo por los ruidos que escuchaba. Aquel rudo hombre lo llenó de paz e impactó su ánimo. 

Fue en esa experiencia de vida y el revivirla que todo cambió... Irrumpió una manera de ver a los hombres que hasta el día previo le provocaban miedo y repugnancia y descubrió en ellos la humanidad compartida, las posibilidades humanizantes, sus deseos de bien... Y desde allí nada cambió. Desde allí pese a todo logró ver personas, hijos de Dios, hermanos suyos, que en medio de su complejidad y las cargas de su herencia genética y sociocultural querían algo bueno, con quieres era posible llegar incluso a la amistad

Fue el encuentro, el descubrimiento con el Espíritu Santo, el Espíritu de la vida al que descubrió no en el estudio sesudo de la teología del momento (ni ninguna otra), sino en la vida misma, en la experiencia de una humanidad compartida, de un llamado de trascendencia más allá de toda vulnerabilidad y de todo lo vulnerado que se pueda ser y estar.

Un espíritu dinámico que dinamiza


A mí tampoco me había servido mucho la teología escuchada y estudiada, pero sí me sirvió el encuentro con la injusticia -en carne propia y ajena-, con la miseria de los cinturones así cualificados en la periferia de la ciudad de México, con las distintas violencias; pero también con la solidaridad profunda, con la militancia en causas tan insignificantes pero tan significativas como las de la educación, las de compartir la palabra y la Palabra en barrios, vecindades... Por supuesto que en mis fracasos familiares que al mostrarme toda la vulnerabilidad me abrieron a todo la vida que se ha generado con ello y a pesar de ello... Descubrí al Espíritu de la Vida que siendo amor construye con nosotros la vida.

Sí sé que en mi vida hay un antes y un después de haberlo descubierto... La permanente sensación de ser amado por nuestro Padre en el seguimiento de Jesús, su hijo, nuestro hermano en un Espíritu que siendo con ellos es persona con la que hablo, sueño, apuesto, agradezco y confío... 

Hay en un anonimato al que ayudan mis límites, mis desaciertos, un dinamismo que me ha dado vida, que nos ha dado vida a muchos que hemos comulgado el amor que nos es posible, a veces sin ningún mayor heroísmo que vivir de fe la vida diaria y que hoy, al mirar la vida veo que hay trascendencia, que hay comunión... y entonces, incluso cuando llega la tristeza nunca se pierden el consuelo y la esperanza.

Hoy, con este texto muy personal, te comparto dos conversaciones que tuve, con dos amigos laicos, muy distintos entre ellos, pero unidos en común en la experiencia del Espíritu de la vida al que se le descubre en la vida.

Deseo que disfrutes el café como nosotros lo hemos disfrutado compartiendo con recuerdos, imágenes metáforas aquello para lo cual las palabras teológicas no han sido sino un garabato.

La primera de ellas, titulada El Espíritu Santo presencia viva en la vida, fue la charla con Luc Esprit, teólogo belga, militante desde su fe en organizaciones distintas, profesor de idiomas, que nos lleva una y otra vez a las obras del Espíritu, que apuntan a la justicia, a la solidaridad con las víctimas, porque solo al crear un mundo como Dios quiere, podemos vivir como hijos con la misma dignidad en la riqueza de las diferencias.

 

La segunda, la sostuve con Manu Kasten, también laico, teólogo, músico, productor multimedia, comunicador. Su vivencia está profundamente marcada por la creación divina y la co-creación humana, por la vida que se comunica en la palabra, en la imagen, en el signo y el símbolo; en la experiencia de la comunión profunda que nos trasciende en la diferencia, que nos une desde ella y más allá de ella. Disfrutable, sin más.