José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí
El sábado 2 de julio de 2022 en Cuernavaca salieron a las calles miles de personas para manifestarse por la paz. Su manifestación pacífica no ayudan a recordar que no podemos perder la indignación (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2021/09/no-podemos-darnos-el-lujo-de-perder-la.html) porque hay muchas cosas que no van bien; porque los caminos humanizantes están llenos de obstáculos que hacen difícil transitarlos; porque millones no tienen las condiciones de vida digna que merecen, solo por ser personas.
Estamos indignados porque carecemos de condiciones de paz, que es mucho más que un estado interior que nos permite transitar la vida imperturbablemente, lo cual sin duda es valioso.
La paz es una forma de vida en la que hay compromiso para que la dignidad humana pueda manifestarse en lo personal, en las relaciones interpersonales, en el cuidado del mundo. Es lo que el viejo saludo hebraico porta como buen deseo al entrar una casa: Shalom, que la paz esté con ustedes; que puedan vivir como Dios quiere, ni más ni menos.
Y son muchos los frentes en los que hay que dar la batalla. El más inmediato de todos: el alto al fuego, a las muertes provocadas por intereses en los cuales las personas valemos menos que cualquier otra cosa. Pero no el único: está la violencia doméstica, las condiciones económicas con trabajos exhaustivos y remuneraciones precarias, la educación que está lejos de los aprendizajes mínimos requeridos para la vida, los sistemas de salud en los que no hay condiciones para ella. Todas ellas transitables si se dan cuatro condiciones que a todos nos desafían: verdad, amor, justicia y libertad, como señaló Mons. Castro, Arzobispo de Cuernavaca en la VIII Caminata por la Paz.
Y es que -siguiendo las palabras del mismo prelado- alcanzar la paz es fruto de una súplica a Dios, unida a nuestro compromiso de trabajar por la paz. Y para ello hay que tener puntos de referencias, como las que el obispo de Cuernavaca comparte para las mujeres y hombres de buena voluntad, más allá de origen o filiación políticos, sociaeconómicos, culturales o religiosos. Deseo que a ti que lo lees te deje provocaciones como las que en mí ha dejado.
- Firmes en la esperanza. Podemos salir adelante. No caigamos en el desánimo.
- Nadie solo. Enfrentemos la realidad juntos. Solos somos vulnerables. Juntos no nos pueden vencer.
- Urge rescatar a los niños y jóvenes. NO dejemos que el crimen organizado nos los robe.
- Fortalecer el tejido social. Trabajemos en la confianza y solidaridad, luego en la justicia y colaboración. Fortalezcamos nuestra amistad social.
- Menos pobres, más trabajadores. Digamos no al dinero fácil. No seamos presas del subsidio económico que crea dependencia.
- Familia educa en la labioriosidad, justicia y paz. Todo comienza en casa y esto hará surgir nuevas generaciones.
- Responsabilidad de educadores y comunicadores. Hablen del valor de la vida. Menos violencia, más fraternidad. Los necesitamos.
- Comunidades constructoras de paz. Abran sus puertas, salgan, acojan, escuchen, compadézcanse, atiendar el dolor y compartan la fe.
- Que la autoridad no claudique. Autoridades, no fallen. Cumplan su función. Garanticen seguridad y paz.
- Pedir el don de la paz. Haremos nuestra parte, pero te necesitamos Dios. ¡Ven en nuestra ayuda!
¡La paz es posible! Gritaba al mundo en 1973 san Paulo VI. No olvidemos que se trata de un llamado y una tarea, de una construcción permanente, porque siempre habrá deudas pendientes en lo que a dignidad de la vida se refiere y siempre habrá que retomar las viejas estrategias y formular nuevas. No perdamos la indignación; ni tampoco el paso; uno a la vez.
Colaboremos, exijamos, revisemos nuestra vida personal, nuestras relaciones sociales, nuestros compromisos por el bien común y sigamos el camino. Se trata de un llamado humanizante de permanente urgencia.
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