Autor: Alejandro Noé Ramírez López
Con este texto nace una nueva categoría, un nuevo hashtag, en nuestros apuntes: ColoquiosPUII. Esta etiqueta cobija las reflexiones que algunos académicos de las preparatorias de la Universidad Instituto Irapuato comparten en su coloquio semestral y que vale han sido seleccionados por los participantes para ser dados a conocer en los Apuntes en el Camino.
Se trata, tal cual, de Apuntes nacidos en la labor educativa, tejidos en la búsqueda de reflexionar la experiencia y ponerla al servicio de más educadores.
Agradezco que puedan salir a la luz a través de este blog.
Resumen: Desde mi perspectiva, comprender las intenciones subyacentes al discurso, recibidas con la apertura y la disposición que se ejercita en la escucha activa, tiene consecuencias positivas que influyen en el ejercicio de una serie de actitudes y disposiciones que nos conectan como personas al conocernos (en este caso específico, al conocer cómo piensan nuestros estudiantes), empatizar y poder incidir activamente en el desarrollo personal de los jóvenes.
Hablar a partir de la reflexión-acción
Como todos aquellos que hayan transcurrido en este ser
profesor, más allá de una tarea casual o contingente, llegamos a puntos de
cuestionamiento y encrucijadas derivadas de los estados de crisis a los que
vemos sometida nuestra psicología por la interacción con grupos humanos. El
trabajo con personas implica que pensemos en cómo y cuánto aportamos a su desarrollo desde la trinchera del conocimiento que cada uno
defiende y transmite por los medios que, buenamente, sintetizan nuestra
formación académica, humana y la experiencia de la comunicación del saber. De
lo contrario, no ejerceríamos una verdadera vocación.
En este texto asumo una postura crítica que atiza la voluntad de
transformarme a mí mismo en relación con lo que puedo aportar a los demás. En
este caso, a los jóvenes estudiantes que disponen su voluntad de aprender, así
como a sus padres, quienes confían en nuestro profesionalismo docente para
aportar y enriquecer la vida, el desarrollo personal y los saberes que forman a
sus hijos.
En la teoría freireana se establece la noción
acción-reflexión como un concepto dialéctico y, por consiguiente, dinámico que
“designa el binomio de la unidad dialéctica de la praxis […] el hacer y el
saber reflexivo de la acción. El saber que realimenta críticamente al hacer,
cuyo resultado incide nuevamente sobre el saber y así, ambos se rehacen
continuamente” (Kronbauer, 2015, p. 31).
De esta aportación extraigo la idea de acción-reflexión en
la práctica educativa como un saber nutrido que constituye una concientización:
nuestra interpretación del mundo se construye y reconstruye por la búsqueda de
sentido en las vivencias, misma búsqueda que nos permite desarrollar la
comprensión de una vocación docente con sentido. La experiencia y la aplicación
de métodos y estrategias me han llevado a comprender mejor y paulatinamente los
desafíos en la formación humana de los estudiantes.
Uno nunca es indemne a la necesidad de superación que
implica el ejercicio de una vocación como la docencia. Con toda razón, es
natural que asumamos el reto de la responsabilidad que sostenemos y que nos
sostiene, la necesidad de mejorar día tras día nuestro desempeño docente y la
posibilidad de brindar mejores ideas en nuestra comunicación de los conocimientos,
hábitos y saberes.
La escucha activa
Una de las prácticas que más valoro como puerta al desarrollo del cuidado y el autocuidado es la llamada escucha activa. He notado consecuencias positivas derivadas de la misma, tales como la apertura al diálogo y el interés que combate la apatía al saber que las ideas expresadas son valiosas, así como el aprecio y la atención por lo que el estudiante mismo quiere decir.
Desde el flanco del profesor, me ha aportado una enorme cantidad de información e ideas que me ayudan a comprender el entorno en el que los estudiantes se desarrollan, sus perspectivas, sus expectativas, su manera de ver el mundo cotidiano. Al escuchar activamente también puedo vislumbrar las carencias que requieren el esfuerzo aplicado de nuestras prácticas, estrategias y decisiones como profesores.
Todo lo anterior implica cuidado y preocupación por la
vivencia del otro que, a su vez, influye en mi vivencia y hace posible la
dinámica de un entorno respetuoso y constructivo: un entorno humanista.
La escucha activa o escucha asertiva se define como una
destreza específica de la comunicación que implica prestar atención de manera
indivisa y con el auxilio de la técnica denominada atención libre (free
attention) según la definición de Carl Rogers (Robertson, 2005: 1053). Ahora bien,
la atención libre es poner nuestra escucha a disposición del hablante, atender
con interés y valorar lo que el otro dice sin interrumpirlo o comenzar una
réplica a lo dicho de acuerdo con la definición que aporta Knights (1985: 85).
La escucha activa requiere concentración y atención a lo que
la persona hablante está estableciendo, tanto verbal como no verbalmente. Como
profesores, enfocar nuestra visión implica un proceso de lectura semiótica y
constante que organice las manifestaciones verbales y paraverbales originadas
en la fuente, el hablante, y cuya comprensión nos permita otorgar sentido a los
signos y síntomas, a las actitudes y expresiones que puedan ser extrapoladas a
las acciones que evocan las intenciones subyacentes al discurso.
Desde mi perspectiva, comprender las intenciones subyacentes
al discurso, recibidas con la apertura y la disposición que se ejercita en la
escucha activa, tiene consecuencias positivas que influyen en el ejercicio de
una serie de actitudes y disposiciones que nos conectan como personas al
conocernos (en este caso específico, al conocer cómo piensan nuestros
estudiantes), empatizar y poder incidir activamente en su desarrollo personal.
Para ello, no solamente se debe llegar al proceso de
comprensión y empatía, sino que debe avanzar en dicha secuencia para arribar a
la determinación: el decidir la mejor dirección para trabajar en una
transformación, adecuada y constructiva. Si somos capaces de canalizar los
problemas por vías adecuadas y con el apoyo de los actores idóneos para
fomentar el autocuidado y la preocupación por el desarrollo interno, entonces
podremos pensar en la posibilidad de derrumbar las barreras que dificultan la
conexión, la interrelación y la preocupación por el bienestar del otro.
Considero que, sin realizar primero esta labor de conocimiento, abordaríamos el reto de transformar la propia persona sin las herramientas necesarias, sin los fundamentos imprescindibles para brindarse a los demás; puesto que antes uno no se ha brindado a sí mismo el amor y el autoconocimiento que sostienen la confianza y la esperanza necesaria para afrontar los desafíos ineludibles de la vida cotidiana.
Escucha, cuidado, aprendizaje y desarrollo personal
Es propio del
autocuidado que, desde la posición de profesores, favorezcamos las condiciones
para promover la autoedificación de los jóvenes, con todas las carencias,
necesidades y destrezas que están involucradas en el hecho de crecer y ser
joven actualmente, con el enorme reto que implica ser en un mundo como el que
se presenta hoy ante nosotros.
Desde la práctica de la escucha activa puedo vislumbrar aspectos negativos y positivos que conforman a los seres humanos con quienes trabajamos. Específicamente, una de las cuestiones más preocupantes para la noción del cuidado que hemos revisado es que existe una subversión en el exceso: la noción del descuido que se confunde con cuidado. La falta de preocupación nos lleva a facilitar muchas ideas, automatizarlas, volverlas desprovistas de profundidad y de crítica en el afán de no desgastarnos y de facilitar los procesos, sean estos de aprendizaje o de formación humana y de la personalidad.
Tanto padres como profesores evadimos crear las condiciones
propicias para el aprendizaje crítico cuando estas implican procesos indirectos
que no derivan en nociones cuantificables e inmediatas. Comunicar la
importancia de las actitudes implica una transformación de las ideas y ello se
lleva a cabo mediante procesos oblicuos, indirectos, encaminados desde una
visión dialéctica de los procesos del mundo. Ello conlleva aceptar que en la
vida no hay nociones relevantes a las que se pueda llegar directamente, como se
trazaría un camino del punto A al punto B y ello desafía la tendencia a la
educación bancaria, donde canjeamos calificaciones como si se tratara de
transacciones.
Precisamente, por medio de la escucha activa es que puedo
dar testimonio de ciertas ideas que pueblan las certezas de los jóvenes con los
que trabajamos día tras día: el descuido en formas aparentes del cuidado los ha
llevado a asumir la idea de que el mundo es directo, como un intercambio o una
transacción, o que las recompensas al esfuerzo y la aplicación de la voluntad
son siempre cuantificables, que el sacrificio es una circunstancia que debe
evadirse por todos los medios o que todo lo que valga la pena, como en un
experimento de estímulo y respuesta, implica un condicionamiento con su
recompensa. Nuestra misión de transformar comienza con el conocimiento. El
cuidado también es saber escuchar a los seres humanos.
Referencias:
Kronbauer, L. (2015). Acción-reflexión. En D. Streck, E.
Redin y J. Zitkoski (orgs.), Diccionario Paulo Freire (pp. 31-32). CEAAL.
Knights, S.
(1985). Reflection and Learning: the Importance of a Listener. En D. Boud, R.
Keogh y D. Walker, Reflection: Turning Experience into Learning (pp. 85-90).
Routledge Falmer.
Robertson,
K. (2005). Active Listening: More than Just Paying Attention. Australian
Family Physician, 34 (12), 1053-1055.
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