Alejandra Alpuche Vélez
Para quienes nos dedicamos a la educación, saber que uno de los objetivos de la educación formal es la formación de ciudadanxs no representa algo nuevo; sin embargo el concepto de ciudadanía puede ser entendido desde la perspectiva sociológica de Louis Althusser sobre la educación como un aparato ideológico del estado, donde solo se busca reproducir la ideología imperante del poder, hasta la idea de la búsqueda de la transformación social desde una postura más cercana a lo que establece Paulo Freire -y la pedagogía de la liberación-.
La formación en
la identidad
Este primer reto deviene de la pregunta antropológica, psicológica y sociológica básica de ¿Quién soy? / ¿Quiénes somos? La o las respuestas que se les den son punto de partida para la manera en que se comporta una persona, o un grupo de personas. De la misma manera, la interacción con otrxs, así como el sentido de pertenencia, se verán obstaculizados si no se tienen pistas claras y sólidas (aunque cambiantes y adaptables), de lo que soy y de lo que somos.
Entonces, desde lo educativo deben existir acercamientos para el
autodescubrimiento y el autoconocimiento, no solo como individuo, sino también
como comunidad en sí.
La formación en el conocimiento de los demás y de lo demás
Resolver el anterior reto, aunque es fundamental (y nada sencillo), se quedaría corto si no es trabajado simultáneamente con el conocimiento de lo que me rodea, que no soy yo, ni mi grupo, ya que implicaría una visión reduccionista de ser en el mundo, y como hemos comprobado históricamente, esto solo lleva a situaciones de competencia, discriminación, exclusión, etc., las cuales tampoco contribuyen a la ciudadanía (o a una buena vida humana en general).
En ese sentido, el paso
por la educación formal, implica geografía, historia, filosofía, arte, ciencia, etc., es decir acceder al
conocimiento universal (no solo local o nacional), y al contenido en sí, pero
también implica aprender a conocer, a la generación de la curiosidad, al
desarrollo de la criticidad y de esa “hambre” por saber más.
La formación en el reconocimiento y el respeto por lo diferente
Los dos retos anteriores son necesarios para alcanzar un nivel más alto que consiste en la formación no solo de lo racional, sino también de lo razonable, es decir de la genuina comprensión del otro y lo otro desde su postura, y no desde la nuestra, lo que implica un trabajo pedagógico intencionado en la empatía, la compasión y la solidaridad. Por ello, se vuelven necesarias las experiencias educativas situadas en la realidad, en contextos distintos, multiculturales, guiados y acompañados para comprender esa realidad diversa y distinta a la mía, pero igual de valiosa e importante, ya que ésta enriquece mi identidad, conocimiento y comprensión. En ese sentido, es importante puntualizar que estas actividades no son equivalentes a simplemente “asistencia social” o “visitas”, sino a un verdadero ejercicio de salir de uno para encontrarse con el otro y lo otro.
A partir de lo anterior, es fácil darse cuenta que formar ciudadanxs globales no es una tarea sencilla, y es que como todo en educación, no hay una sola manera o receta para abordar estos retos, por ejemplo se podrían incluir estrategias como: proyectos colaborativos, viajes de estudio, experiencias interculturales, talleres artísticos, retiros espirituales, debates, participación en concursos y modelos, experiencias fuera del aula (presenciales y virtuales), acciones comunitarias, encuentros deportivos, proyectos transversales, en fin, lo que sea necesario, pertinente y oportuno para que los educandos transfieran sus aprendizajes y los conviertan en conductas como: no tirar basura en cualquier lugar, tener cuidado con lo que comparten en redes sociales, denunciar violencia y acoso entre sus compañerxs (en lugar de solo ser observadores), dar el paso a personas que salen o entran de un elevador o del transporte público, resolver conflictos de manera asertiva, organizarse y participar en colectivo para enfrentar problemáticas, acudir a las instancias correspondientes, buscar ayuda cuando sea necesario, respetar las señales de tráfico, escuchar, darse la oportunidad de conocer antes de juzgar, comunicarse en una segunda lengua, etc.
Finalmente, no hay que perder de vista lo que Leonardo Boff (2015) señala en su libro Los derechos del corazón, donde retoma de Karl Marx la idea del conjunto de relaciones sociales como esencia del ser humano, pero lo profundiza señalando que “la esencia humana emerge como un nudo de relaciones que señalan en todas direcciones: hacia abajo, hacia arriba, hacia dentro y hacia fuera. Es como un rizoma cuyas raíces crecen para todos lados. El ser humano se construye en la medida en que activa este conjunto de relaciones diversas, no solamente las sociales.” (p. 25).
Por ello, formar en ciudadanía global implicaría buscar estrategias pedagógicas para activar y fortalecer ese conjunto de relaciones diversas.
Referencia
Boff, L. (2015).
Los derechos del corazón. El rescate de la inteligencia cordial. México: Ediciones
Dabar.