José Rafael de Regil Vélez
Una experiencia realmente placentera es reunirse con los amigos a conversar; mucho más si la charla avanza por esos derroteros que llenan las cosas que mueven nuestras vidas, que les dan sentido, significado, proyección y que se convierten en lo que compartimos, lo que comulgamos con ellos y -tal vez- con muchos más.
Hace algunas ayeres escribí un texto para reconocer a los docentes: Yo si creo en los maestros!!!. Surgió como reacción a una frecuente actitud descalificadora de la profesión de los educadores y como una forma de reconocer y celebrar la existencia de los educadores, del gremio de quienes nos dedicamos a esta profesión.
Con el mismo espíritu, me reuní en días pasados con Paulina Iturbide, con Martín López Calva, Pepe Sánchez Aviña y Juan Antonio Aldaco. Un pretexto fue el que nos convocó: poner en mente y corazón a los maestros. A los que somos nosotros mismos (todos somos docentes y lo hemos sido por años en diferentes niveles educativos), a aquellos que por diversos motivos en la vida nos ha tocado acompañar, formar, animar, sostener, reconocer.
Con ellas y ellos hemos descubierto que sin ingenuidades vale la pena creer en el magisterio, en las personas de a pie que día a día en las aulas, los patios, el entorno escolar, van haciendo posible la labor educativa... esa que cambia vidas, que cambia pequeños mundos; la que hace que la realidad, que ámbitos de ella, pueden ser humanizados y humanizantes.
En nuestro ir y venir de palabras, ideas y emociones de esa tarde hemos comentado cómo mujeres y hombres de carne y hueso, con todos sus límites pero también con sus aciertos, se levantan cada día, abren universos para sus estudiantes en una ida a la playa, en un taller para afrontar la vida porque las y los jóvenes de su telesecundaria no irán a la preparatoria y deben tener las herramientas mínimas para la vida social y económica que ya viene...
Hemos hablado de reconocer la labor docente, de lo necesario de dignificarla: porque creemos en ella y en quienes la encarnan cada día en cualquier lugar y con el recurso que realmente tienen al alcance en forma de edificios, papelería, materiales escolares... Porque creen en lo que hacen, porque siembran humanidad posible.