Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

viernes, 17 de mayo de 2024

¿Y si la cabeza tan solo fuera una extremidad?

 José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más al autor, haz click aquí

Wikipedia 


Cuando era joven los grafitis no eran tan crípticos, simbólicos ni coloridos como los de ahora. Eran frases pintadas con algún cuestionamiento en las paredes de sitios de significativa importancia como crítica a la sociedad, a la política, al sistema.

Durante mis días colombianos, en los primeros días de la década de los noventa, una vez me hallaba en Bogotá y al pasar por la Universidad Nacional, leí un mensaje que impactó hasta ahora mi memoria: Para los que no piensan, la cabeza es una extremidad.

La imagen es drástica: la cabeza como un brazo o una pierna, nada más que eso, sin mayor relevancia que eso.

Hoy lo veo incluso peor: porque el brazo y la mano, las piernas en realidad sirven para algo si la cabeza las conduce para algún uso. La mano edifica, expresa, destruye por lo que hay en la cabeza. Las piernas nos llevan hacia donde les pedimos a través de la cabeza... Y así todas las demás funciones de las extremidades.

Para lo que no piensan... La cabeza sale sobrando... Pero si la cabeza sobra las cosas -la vida misma- se tornan fatuas (sin razón, faltas de entendimiento). La iniciativa del tonto (la iniciativa fatua) es la peor iniciativa, nos pone en riesgo a todos, puede tener resultados no solo contrarios a sus pretensiones, sino devastadores para todos.

¿Y a qué tanto discurso de la falta de cabeza? Pues a la necesidad y conveniencia de resaltar la importancia de que la cabeza sea cabeza y no solo una extremidad. Con la cabeza podemos preguntar, entender, explicar, juzgar, deliberar... Se hace posible relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, con el mundo.

Cuando lo obvio no nos ayuda

La vida diaria es más o menos simple: nos levantamos, hacemos nuestras rutinas, salimos a la calle, nos relacionamos como acostumbramos con las personas inmediatas, tal vez con alguna mediata, regresamos a casa, descansamos. Nos basta para pasar de un día al otro con lo que siempre nos han dicho, con lo que suponemos, con lo que percibimos.

Pero hay un día que eso entra a prueba y nos resulta insuficiente. En algún lugar en el que trabajé había varias actividades importantes, una tras otra, teniendo como protagonistas al mismo grupo de personas. Empezó a haber quejas sobre la relación de unos con otros: "es que viene y me exige como si fuera jefe"; "como se lleva con fulano, de seguro cuando viene conmigo"... Y ya hablé con él (ella, da lo mismo, porque sucedía independientemente del género) y no cambia su actitud.

Tuvimos que ponernos a pensar. Lo "obvio" nos estaba comiendo y cada vez teníamos más problemas... No utilizar de verdad la cabeza, nos tenía cada vez más emproblemados.... 

Después de dialogar, de informarnos y asesorarnos un poco descubrimos que gran parte de los problemas venían de unos muy malos procedimientos para administrar nuestras acciones. Las fechas no eran claras, la forma de solicitar y recibir materiales era confusa o de plano no existía una institucional, entonces se hacía a modo. 

Tras "echarle cabeza" al asunto modificamos nuestros procedimientos, establecimos tiempos, diseñamos formatos que concentraran la información, establecimos reuniones periódicas de seguimiento con los involucrados, definimos mecanismos para resolución de conflictos y disminuyeron los problemas. Y cuando estos se presentaban los argumentos eran: no requirió a tiempo, no realizó el procedimiento de entrega... y no tanto la imaginación de segundas o terceras intenciones, porque por el motivo que fuese, no estaba cumplido el procedimiento. 

El diálogo entre responsables y colaboradores se desplazó a lo que hay que hacer en lugar de versar exclusivamente sobre si te llevas bien o mal con alguien, y comenzó a apuntar sobre la capacidad de realizar el trabajo para el cual habían sido convocados. 

Este es uno de los miles de ejemplos que se podrían dar de la necesidad de utilizar más y mejor la cabeza... Podría hablar de situaciones de salud, de solución de problemas financieros, de formas de organización familiar, de rediseño de espacios en nuestra casa u oficina... ¡Cómo cambian las cosas cuando se las entiende desde diversos ámbitos, cuando se las puede explicar multimodalmente, cuando se puede afirmar con mayor fundamento si algo realmente funciona o no; si es así, si no lo es o simplemente lo desconocemos.

Vivir más allá de lo obvio


A lo largo de la historia hemos entendido que el sentido común, que lo que siempre nos han dicho y a lo cual recurrimos sin más, es insuficiente, como ya he dicho anteriormente. Que podemos recurrir a nuestra forma de ser para ir más allá: podemos preguntarnos, podemos inquirir, buscar nuevas comprensiones sobre lo que son las cosas, cómo funcionan, cómo podrían ser o funcionar. 

Así, descubrimos que pensar matemáticamente nos permite habérnoslas con el mundo de las extensiones, de las cantidades en formas y proporciones para los cuales los dedos de las manos y los cálculos a "ojo de buen cubero" no dan sino para muy poco... Hemos descubierto que matematizar la realidad nos permite entender mejor su consistencia y hablamos de masa, de energía, de materia... Y con ellos comprendemos fenómenos como la electricidad, la estructura física del movimiento (fundamental para usar la bicicleta, el auto o un avión); la composición química de los cuerpos., que nos regala sustancias para pintar las casas, para medicar nuestro cuerpo.... Y la combinación de lo físico y lo químico nos regala tomografías, resonancias magnéticas, la creación de prótesis... 

Más todavía, pensando estructuradamente somos capaces de aventurarnos en la comprensión de lo social, del comportamiento humano, de la posibilidad de aprender de alguna manera de los contextos históricos, de las formas de interactuar humanamente con el medio, de intentar no repetir errores, de economizar la relación social para un desarrollo sostenible...

Y todavía un poco más: podemos preguntarnos y esbozar respuestas sobre lo que son las cosas, sobre el sentido o finalidad que pudieran tener, sobre la razonabilidad misma de lo que pensamos, del significado que tiene pensar, decidir, amar, hacer la vida.

En la mezcla de todo eso podemos vivirnos con más claridad: articular la variedad de lo que somos (emociones, sentimientos, afectos, sensaciones, percepciones, posibilidades vitales, proyecto ético); compartir con los demás en procesos que nos desafian, que nos plantean conflictos, pero que nos abren posibilidades; de descubrir los equilibrios que podríamos generar en la relación con lo que llamamos hoy "naturaleza", medio ambiente, mundo físico, para vivir en una casa común y no solo en un lugar "depredable". Podemos ser críticos; es decir, dar razón fundamentada y al mismo tiempo suficientemente abierta de lo que somos, lo que hacemos, lo que deseamos hacer, lo que esperamos.

La educación y la humanización posible

Pero ¿cómo llegamos a utilizar la cabeza como algo más que una extremidad, cómo podemos sacar jugo a toda ese patrimonio de formas de entender los diversos ámbitos de la realidad en los que existimos? La respuesta directa e infalible es: pensando. Pero resulta que la experiencia nos muestra que muchas veces pensamos de manera ingenua, simplista (que no simple)... Y es aquí cuando podemos voltear la mirada a esa costumbre inmemorial que existe entre los humanos aquí, allá y acuyá: la educación.

Sin detenerme mucho en explicar eso de la educación, me atrevo a decir que se trata del camino que las personas hemos inventado para acompañarnos unos a otros, en especial a los más jóvenes, a que puedan recibir el patrimonio humano y humanizante para responder a los desafíos de sí mismos, de la interacción por, con y para los demás, del mundo o la realidad que nos piden dar respuestas cuando lo que vivimos es poco digno, inviable, obsoleto...

Se trata de un acompañamiento en el que nos compartimos lo que somos, lo que sabemos, lo que sabemos hacer, lo que valoramos porque hemos encontrado que nos realiza por, con y para los demás; incluso lo que tenemos para avanzar la existencia sin tener que inventar todo como si no hubiera un patrimonio de ideas, de valoraciones, de formas de interactuar que nos permite avanzar el día a día.

La educación, como realidad compleja que es, también tiene diversos ámbitos: el familiar, el de los amigos, el de las instituciones socializadoras de la sociedad; y la escuela. Esta puede jugar un papel muy importante para que la cabeza sea cabeza y no solo una mera extremidad, en la medida en que nos acerca al patrimonio cultural, cognoscitivo, reflexivo al que he hecho referencia.

Y hacerlo que seriedad, con profesionalidad y adecuada estrategia, le llamamos exigencia académica. Esta ha sido el resultado de una estructuración de la escolarización, del diseño de formas de acercarnos a la posibilidad de ser críticos entendiendo cómo hemos ido entendiendo y dándonos las experiencias básicas para poder desear y concretar nuestra propia búsqueda humanizante (currículo) y de interacciones humanas y humanizantes en las que podamos desarrollar las habilidades necesarias emocionales y de convivencia para interactuar familiar, laboral, política, ciudadanamente (co-currícula, extracurrícula).

En la medida que una comunidad de educadores utiliza la cabeza para diseñar su actuar educativo y lo profesionaliza está en condiciones de ofrecer mejores medios para que su discipulado haga los caminos humanizantes que les permitan a la larga dejar de depender de sus formadores para colaborar con ellos y los demás en la construcción del mundo que les toque. Pero si egresan con un título, un grado académico y no pueden atender a la realidad, entenderla, juzgarla y valorarla con autonomía, de nada habrán servido los años y años encerrados en un mundo aparte llamado escuela.

¿De qué se trata la tal calidad académica que nos ayuda a que la cabeza no sea tan solo una extremidad? 

Esa es una historia que merece un mejor lugar en otro apunte...


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