José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Publicación original del 8 de enero de 2010, actualizada el 12 de agosto de 2019
Este artículo nació con la idea de poner el dedo sobre la llaga: en una sociedad democrática tenemos que poder tener una manera propia de ver desde la cual dialogar con los otros que coexisten con nosotros y que pueden tener puntos verdaderos en su visión de la realidad, como nosotros los tenemos. No se trata de pensamiento informe, sino suficientemente formado como para aportar en la construcción del mundo y para ello hay que escapar de la tentación de desacreditar al otro tan solo por tener una idea o una formulación de la idea.
Dialogar: comunicarse a través de la razón, buscar lo verdadero (lo que en realidad es) y no solo lo que vemos como verdadero... todo un programa de vida ciudadana.
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Diciembre nos saludó con una noticia legislativa de suma importancia. La asamblea legislativa del DF dio carácter jurídico al matrimonio entre personas del mismo género con lo que se abre la adopción en este tipo de uniones.
Los comentarios han fluido desde entonces. Hay grupos religiosos que han hecho ver su oposición a estas modificaciones legales, con diversos argumentos según sus marcos de fundamentación filosófica y teológica.
A estos pronunciamientos han surgido los de los grupos a favor de la medida.
Me preocupa, y mucho, que en artículos, cartas, columnas es posible descubrir algo así como dos “bandos”, cada uno autoerigido en criterio de verdad y por lo tanto definitivamente convencido de lo innecesario de la divergencia de opiniones: “o piensas como yo o quedarás reducido al mundo de la sin razón, de la barbarie, de la antidemocracia”.
Una sociedad democrática no puede permitir la supresión de la opinión del otro, por diversa y contradictoria que sea de la propia. Y eso no significa liquidez, sino verdadera adultez en el pensamiento: siendo coherente con mi punto de vista soy capaz de abrirme para intentar ver desde donde el otro construye una visión del mundo que, me guste o no, coexiste con la mía.
Hay una gran tarea que nos queda a todos: mantener una apertura inicial y radical a la realidad, que es lo que habrá de guiar nuestra forma de entender: ni lo que te han dicho, ni lo que me han dicho; ni la ideología que sostienes o la que sostengo. Y eso supone preguntarse, dudar, tener paciencia, pues hay cosas que requieren distancia histórica para ser esclarecidas. Pero la labor no es posible si las posturas están cerradas, si no hay fundamentación en lo real, apertura, espíritu libre y crítico.
Si alguien considera que debe mantener una postura ante los matrimonios del mismo género, que la argumente, que eduque en ella, pero que resista, por lo que más quiera, la intolerancia, la imposición, sea en el nombre de Dios o de cualquier otra idea.
Como educador me preocupa mucho que los jóvenes se formen en una criticidad sólida y una tolerancia madura en este mundo complejo en el que temas como el matrimonio homosexual, la adopción por parte de parejas homosexuales, la legalidad del aborto son realmente presentes y ante los cuales la descalificación dogmática no aporta nada en la construcción democrática de opciones de vida digna para nuestros contemporáneos.
Hacia estos afanes hay que encaminar nuestra apuesta en la formación ética. Por eso no dejemos de hablar del peligro de la intolerancia, sin importar sus orígenes de derechas o de izquierdas…
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Caminar, vivir, compartir...
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lunes, 12 de agosto de 2019
Un peligro del que no debemos dejar de hablar
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5 comentarios:
Coincido con el autor acerca del valor de la tolerancia para construir una sociedad democrática que haga posible la convivencia armónica de todos en un marco de pluralidad y en plena apertura a la discusión que atempere el ánimo de aquellos que se sienten "violentados" por iniciativas como la que aquí se discute: el matrimonio entre homosexuales.
Lo mismo podría decirse acerca de discusiones pendientes que implican dilemas éticos profundos tales como la eutanasia o muerte asistida, el aborto, la legalización del uso de las drogas o la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo.
Me parece que un paso más allá de la tolerancia sería la comprensión y comprender, es en el fondo situarnos por un momento en el lugar del otro. Es asumir al rostro del otro como una posibilidad de cosntruir mi propia identidad desde la complementariedad de la ineludible alteridad que me encara.
Salud y sigamos en el camino.
Coincido plenamente en la urgencia de abordar este y muchos otros problemas sociales muy actuales en los que, como bien mencionas, se forman solo dos bandos aparentes. Habría que comenzar por definir lo que entendemos como pensamiento crítico y de ahí a identificar las actitudes que deben acompañarlo para lograr un sano diálogo que resulte en soluciones viables a los problemas en cuestión. Yo señalaría como indispensables la tolerancia y como mencionan aquí arriba la ética.
Ceeo que siempre es la intolerancia la madre de muchos problemas. Desde la casa hasta la sociedad. Y la educacion a tolerar tambien genera problemas muchas veces psra el que toleta.
Ceeo que siempre es la intolerancia la madre de muchos problemas. Desde la casa hasta la sociedad. Y la educacion a tolerar tambien genera problemas muchas veces psra el que toleta.
Es verdad que la diversidad de opiniones puede generar nuevas formas, no solo de diálogo y comprensión, sino de compromiso y humanización. A todos atañe la humanización, mientras nos sepamos humanos... Mientras nos descubramos y aceptemos en proceso.... Mientras hagamos hasta lo imposible para no autodestruirnos.
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