Rafael de Regil, si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Para algunos el nombre del pueblo Bernal, en el municipio Ezequiel Montes del central estado de Querétaro, está indisolublemente ligado al de su peña, enorme monolito (los sitios web turísticos dicen que es el tercer más grande del mundo) que es una gran atracción para subirlo y desde allí contemplar un imponente valle, en especial en el solsticio de primavera.
Pero el valle es mucho más que la experiencia de subir su peña: es comida, artesanía y también enoturismo, pues su microclima es sumamente adecuado para el cultivo de la vid y la producción de vino.
Una experiencia re-creativa
Era domingo. Salimos de Querétaro y nos enrutamos hacia su aeropuerto y de allí a Bernal... casi 60 kilómetros de carretera que se recorren en un abrir y cerrar de ojos, rodeados de imponentes montañas y fecundos campos. Sin embargo no nos detuvimos en el pueblo: continuamos por la carretera San Juan del Rio-Cadereyta, hasta llegar a Sala Vivé, la finca vitivinícola de Freixenet, México.Nuestra salida dominical sería re-creativa, nos daría la oportunidad de convivir, de ver, oler, gustar cosas diferentes, de esas que producen de nuevo en nuestro ánimo vivencias que nos permiten regresar a la vida cotidiana ya transformados... (puedes leer https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2018/07/actividad-fisica-re-creacion-y-descanso.html)
Freixenet ha situado en más de 55 mil metros cuadrados una finca en la que produce vinos, en especial espumosos, que son su distintiva característica y terrenos para cultivar diversas variedades de uvas que abastecen su producción vinícola.
Durante todo el año reciben turistas (en el 2016 más de 280 mil, según señaló nuestro guía) y han ideado estrategias enoturísticas para que las personas puedan admirarse con el cultivo de la vid, su vendimia y el proceso en el que se convierte en vino.
Fuimos recibidos por un "árbol" creado con botellas de vino y una hermosa construcción que alberga la planta productora de vino y la cava para su añejamiento.
Nosotros realizamos la visita clásica: con un recorrido por las cavas de 25 metros de profundidad a fin de conocer el proceso que va de la uva al embotellamiento y empaque del vino. En todo momento un guía totalmente conocedor del procedimiento nos llevó por un mundo que pareciera reservado para europeos o sudamericanos y que existe en el centro de nuestro país.
Nos enteramos de los vinos tintos, los blancos y los rosados, de cómo pasan de ser jugo de uva a bebida fermentada, de los tiempos de madurez en barricas de roble para transitar de ser jóvenes y afrutados a secos y robustos.
También supimos que los vinos espumosos van directamente a botellas con levadura especial que produce el gas que los hace ser tales y que requieren de un proceso especial de almacenamiento para evitar que su continente explote produciendo reacciones en cadena que perjudicarían totalmente la producción.
Vimos la Cava de la familia, donde guardan vinos de mucho tiempo de añejamiento para un consumo que no está destinado al gran público.
Concluimos esta primera parte de nuestro domingo con la degustación de un joven vino espumoso, de la casa.
Hay diferentes tipos de recorridos, hay actividades especiales como el próximo festival de jazz, el día con el sommelier, conciertos, cena navideña... Suficiente para pasar muy buen tiempo en un ambiente totalmente campirano. Si quieres conocer de las posibilidades que te ofrece Freixenet puedes consultar su sitio en internet: https://www.freixenetmexico.com.mx.
Gastronomía a pie de calle
De la finca nos fuimos al pueblo, dispuestos a probar unos esquites muy recomendados. La experiencia no nos defraudó. Cerca del zócalo del pueblo, en medio de puestos de artesanías, de venta de dulces típicos hallamos los de maíz: asado, cocido o preparado en esquite con diversos guisos para satisfacer casi todo tipo de antojo para el gusto y la vista, por los colores vivos que toman los granos en las cacerolas de barro.
De allí a comprar pan relleno de queso para llevar a casa. Nosotros encontramos un pan de amaranto relleno de queso y cajeta que es una verdadera delicia.
Gastronomía a pie de calle, enmarcada en la vista impresionante del peñón y rodeada de la actividad vehemente que produce el turismo cuando visita un pueblo pequeño pero de mucho significado.
Un estilo de vida saludable requiere de actividades que permitan romper los ritmos diarios de trabajo, de actividad económica para abrir espacios a la convivencia, a la interacción con el medio en los que uno se reencuentre consigo, con los demás, con el mundo abriendo los sentidos, la mente y el corazón. Nuestra visita a Bernal nos dio tiempo re-creativo que valoramos
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