Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 8 de marzo de 2020

Retos y desafíos de la mujer educadora 3: formar personas que valoran lo que humaniza

Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más datos del autor, haz click sobre su nombre

Este es el tercer artículo de una serie denominada Retos y desafíos de la mujer educadora. Nació en una conferencia convocada por madres de familia y educadoras de Tlaxco, Tlax., con ocasión del Día Internacional de la Mujer 2015, con la idea de reflexionar y dialogar sobre tópicos de siempre que no pierden actualidad en la formación del ser humano. Dado que en gran parte las labores pedagógicas recaen sobre mujeres fue que las organizadoras definieron el nombre del encuentro, pero eso no quiere decir que esos retos sean únicamente femeninos, tocan el corazón y la mente de toda persona que se interese porque lo humano sea posible.
En los dos textos anteriores he compartido dos retos que enfrentan los formadores de seres humanos, de manera especial las educadoras, madres y profesoras, por ser quienes suelen tener en sus manos la creación de condiciones para la formación de los niños, en especial los más pequeños, tanto en la escuela como en el hogar: formar personas sexualmente integradas (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/03/retos-y-desafios-de-la-mujer-educadora.html) y que sean capaces de sumarse a la construcción de una realidad más pacífica, en la que las personas encuentren espacios y oportunidades para vivir con dignidad (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/03/retos-y-desafios-de-la-mujer-educadora_6.html).
                En este texto quiero referirme a un tercer desafío que es muy importante y que ha sido muy manoseado, en especial por las escuelas: el de formar personas que valoran lo que humaniza, lo que usual y comercialmente ha sido llamado "Educación en valores" y que en mucho y contraproducentemente ha terminado emparentado con la moralina. Comienzo explicando algunos términos.

¿Educación en valores?

Los seres humanos nacemos siendo bebés, solo eso…. No hemos inteligido muchas cosas, mucho menos hemos amado, tomado decisiones libres o realizado acciones por las cuales podamos ser reconocidos. Somos prácticamente nadie, personas que carecemos de muchísimas cosas para poder ir siendo alguien: de alimento, de vestido, de lenguaje. Nacemos vulnerables, no nos hemos hecho las personas que podemos ser.
                Pero hay una fuerza en nosotros desde la gestación que nos lanza a buscar aquello que completa lo que nos falta: deseamos lo que nos ayuda a ser, lo que necesitamos para vivir y responder a nuestro llamado de ir construyendo nuestra existencia.
                Cuando tenemos sed deseamos líquido; en el cansancio, reposo; ante la duda, conocimiento; ante nuestras adicciones, libertad. Nos sentimos impulsados a buscar lo que nos complete, lo que nos permita seguir siendo humanos, lo necesario, lo que de alguna manera tiene que ver con nosotros y nuestro vivir humanamente.
                Históricamente se ha llamado bien a lo que responde a nuestra necesidad y nos humaniza. Cuando deseamos algo estamos buscando lo bueno que tiene, eso que  de alguna forma responde a lo que necesitamos . La sustancia activa de una medicina es buena en la medida que permite la salud; el conocimiento de lo que es una cosa es bueno en tanto que permite relacionarse mejor con ello; una relación humana es buena en tanto que nos permite ser más con, por y para los demás.
                Deseamos lo bueno porque nos completa, nos realiza. Pero resulta que esto -desear- no es suficiente.

Valorar: comprometerse con el bien deseado

Cuando encontramos cosas que cumplen con el requisito de la bondad necesitamos valorarlas, darles valor, para entonces movernos realmente hacia ellas. Sucede, por ejemplo, que una medicina alópata puede ser buena para tratar alguna afección, pero si una persona no la valora no decidirá por ella, aunque el fármaco contenga sustancias apropiadas.
                El ser humano ha de otorgar valor al bien, a lo que responde a su necesidad de ser más con, por y para los demás en el mundo, en apertura trascendente. Solo así podrá seguir avanzando en la vida. No debe permanecer indiferente ante lo que necesita, ante el bueno. Así, bien-valor forman una dupla inseparable, un diálogo permanente entre lo que se necesita, se desea y lo que -más allá de nuestros caprichos- nos conforma y consolidamos este diálogo con la acción de valorar.
                Nadie puede valorar por nadie: si una madre valora participar en la misa, no podrá hacer que sus hijos valoren lo mismo por más que les diga, que los lleve, que los trate de obligar. Sus vástagos valorarán la misa cuando caigan en cuenta afectiva y volitivamente del bien que representa para ellos la Eucaristía y a partir de ello entiendan intelectualmente por qué y para qué han de involucrarse en los rituales de ese sacramento.
                Sin embargo, hay momentos en los que ante un mismo menester puede haber varias cosas que lo satisfagan. Y allí se vuelve necesario el que se priorice lo que se valora, que se opte por lo uno o lo otro, que se sepa que hay que valorar inmediata o mediatamente. La dimensión axiológica de nuestra existencia es dinámica.
                Frecuentemente hay que establecer prioridades entre dos o más cosas que consideramos valiosas para que no podemos hacer nuestras o vivirlas al mismo tiempo, como cuando alguien valora estar en un examen profesional, pero por los nervios los esfínteres le piden ir al baño y valora aliviar su incomodidad: debe optar por lo uno o por lo otro y darles un lugar para su tiempo y espacio.
                La educación debe afrontar al ser humano también en esta, su faceta valorativa. Quien educa ha de acompañar a los educandos para que experimenten bienes, sobre todo aquellos que no resuelven necesidades inmediatas; dialogar a partir de lo experienciado para que aprendan a reconocer bienes, aunque no le resulten familiares, que puedan atribuirles valor y que sean capaces de priorizar su relación con las personas y las cosas para poderse construir como personas cabales e integradas: crítica, solidaria, libre, afectivamente integrada, creativa, abierta a lo ilimitado.

Más allá de la educación en valores: educar para valorar

La ética no se trata de un conjunto de recetas que hay que aplicar para ser buena persona. En un mundo complejo, cambiante, no basta con decirle a quienes se van formando: esto es valioso y así te lo tienes que aprender, memorizar. Se impone caminar a su lado para que descubran lo que los realiza integralmente (los personaliza, les permite ser con, por y para los demás y encargarse del mundo que se los carga para que hagan de la  nuestra una casa común donde vivir dignamente sea posible).

                 La formación ética abre a las personas a que de manera dinámica valoren lo que los construye como seres humanos con los demás en el mundo, que aprendan a deliberar lo que es más valioso en una situación específica y que al actuar para apropiarlo puedan ser responsables de lo decidido y realizado.
                Urge la pedagogía del deseo del bien, de la valoración, de la búsqueda de lo que humaniza en todas las dimensiones de la compleja existencia de las mujeres y los hombres: niños, adultos, ancianos.
                El reto supone inventar métodos que vayan más allá de hablar de valores como ideas o conocimientos e involucrar a toda la persona en experiencias que la inviten a querer ser más persona; dentro y fuera del aula, en la escuela o en la casa.
                Las mujeres y hombres que son capaces de asumir la responsabilidad de valorar lo que necesiten y hacerse cargo de ello son quienes pueden asumir el patrimonio cultural que les ha sido dado y que lleva consigo siglos y siglos de valoraciones de cosas que han resultado humanizantes.
              Al mismo tiempo son quienes pueden saber si eso sigue o no siendo realizante, humanizante y apostar por ello o por algo diferente, pero que conduzca a lo mejor que cada quien pueda ser, con, por y para los demás en el mundo que le tocó vivir. Son capaces de asumir el patrimonio histórico de cosas, situaciones, relaciones, ideas, sentires valiosos y de recrearlo para poder encontraren su aquí y ahora lo que hace crecer al ser humano.
                Si no hubiera habido mujeres que valoraran estudiar, aunque en su ambiente eso no era para ellas, hoy no habría la presencia femenina en el mundo profesional y laboral. Si no hubiera quien valora lo masculino como una forma complementaria de ser humano, no habría los esfuerzos por revertir las ideas y actitudes machistas que hoy cada vez se ven como menos valorables.
                Las instituciones educativas, en su mayoría, carecen de una verdadera pedagogía que forme personas que valoran. Muchas de ellas viven en la constante tentación de la moralina, que termina reproduciendo el status quo en un mundo lleno de injusticias, de retos humanizantes.

          Lo bueno es que a cada momento quienes educan pueden enfrentar el desafío de construir metodologías para  que la educación integral no sea un slogan, sino una realidad en la que se formen éticamente los ciudadanos responsables de hacer de este mundo un mejor sitio que como lo encontraron, porque se la juegan por lo que valoran y han descubierto y entendido que es lo que más humaniza.
               Las mujeres educadoras no son quienes están llamadas a conservar las cosas humanicen o no, sino las que están invitadas a construir caminos de libertad para ellas y las generaciones a quienes tienen el privilegio de acompañar.

Publicado originalmente en Síntesis, Tlaxcala, el 26 de marzo de 2015, en la columna Palabras que humanizan. Actualizado el 08 de marzo de 2020



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