Cuidado y corrección: Socorro Romero Vargas
A Hilda Patiño Domínguez (Cdmx, 1955, https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/05/hilda-patino-dominguez.html) la conocí hace más de
veinticinco años. Desde que me compartió cómo fue que sus papás eligieron su nombre, tuve la sensación de que ellos habían de alguna manera acertado al llamarla Hilda, como el Huracán que
fue parte de los fenómenos meteorológicos que azotaron Tampico poco antes de
que ella naciera. Es activa y si se trata de hablar, escribir o administrar
cosas relativas a la educación se desenvuelve impetuosa, líder, exploradora (no en balde el
senderismo es una de las actividades que la atrae significativamente).
Educar: un tema siempre vigente que nos atañe
Durante la temporada de distancia física de la pandemia tuve
la oportunidad de charlar con ella sobre lo que días como los vividos provocan
en nuestras mentes y corazones y los desafíos que podemos atisbar en todo esto los educadores (familias, escuelas, ong...). Huelga decir que nuestra conversación fue
entrañable, y nos llevó por senderos que a muchos nos interesa transitar.
Para esta académica de la Universidad Iberoamericana la
educación enfrenta diversos desafíos, que en realidad son previos a la
pandemia, pero que en las circunstancias extraordinarias que generó, se
muestran con mayor claridad.
Educar es un proceso clave en la vida de las personas
y la conformación de las sociedades. Y lo sabe no solo por haberlo leído, sino
porque desde que estudió filosofía en la Ibero, su alma mater, lo vivió
en carne propia y en la interacción con diversas personas.
La presencia educativa de su abuela en la niñez fue
fundamental en la formación de su vida emocional. Al mismo tiempo, ella estudió
en un colegio de religiosas: estricto, conservador. Encontró además de una muy
exigente calidad en la transmisión de conocimientos, una puerta para ser e
inventarse a sí misma perteneciendo al coro escolar. Encontró allí una de las
vetas de su pasión pedagógica: la de la relación entre la formación de la persona
y la experiencia estética.
La propia licenciatura en filosofía fue una experiencia que
la abrió a horizontes que no sospechaba en la conformación de quien hoy es.
Pero dos experiencias le fueron especialmente significativas para ir creando su
propio concepto de educación, validado por la realidad.
A los 19 años incursionó -de allí para adelante- en la
docencia, en un bachillerato que recibía muchachos rechazados de otras
escuelas: inquietos, rebeldes. Pese a lo que pudiera pensarse de una maestra
apenas unos años mayor que ellos, logró acompañar procesos que dieron sus
frutos en muchos de los adolescentes con quienes trató. Esta dimensión la ha
practicado en licenciatura, maestría y doctorado y de distintas maneras
atestigua la fuerza transformadora de la educación.
Poco después participó en la educación de adultos cuando
realizó su servicio social universitario en Celamex (Centro Laboral México,
IAP), obra jesuita de promoción social, enclavada en Legaria, muy cerca de la
popular y aguerrida Tacuba, de la Ciudad de México. Allí acompañó a obreros en
la realización de los estudios de primaria abierta. Vivió en carne propia el
poder liberador que pueden tener en la persona los procesos formativos
realizados en comunidad. Un poco más: trabajó en el Instituto Nacional de la
Educación para los Adultos (INEA) una vez que regresó de haber terminado la
maestría en educación en Syracuse, University.
Creo que el descubrimiento de la importancia del arte en el
desarrollo de la imaginación y el encauzamiento de las emociones, el poder
liberador de la educación en el bachillerato y la primaria de adultos son una
constante en lo que ella me compartió que considera que es uno de los temas que
la pandemia pone sobre la mesa.
Desafíos de nuevos, pero que son de siempre
Si la educación es un proceso de humanización, de
autoapropiación, en el que la persona -acompañada por otras personas- se va
haciendo cada vez más consciente de sí misma y dueña de sus emociones y va
siendo capaz de interpretar el mundo para adaptarse a él y transformarlo; si
educar es una antropogénesis que se vive en el individuo en un proceso social y
socializante, el paso de un momento a otro a la escolarización desde casa
lleva necesariamente a replantear los fines del proceso educativo, la
teleología de la educación.
¿Educar en presencia o en distancia?
Este asunto de trasladar la docencia al trabajo a distancia
mediado por las tecnologías de la información y la comunicación, plantea no solo
el papel estas en los procesos de enseñanza-aprendizaje y el casi analfabetismo
digital de estudiantes, profesores e incluso padres de familia para hacer algo
más que intercambiar mensajes de texto o multimedia. Sí, la educación en línea
plantea retos en la planeación, ejecución y evaluación de los procesos de
enseñanza y aprendizaje en términos de forma y fondo. Pero el asunto va más
allá.
Nos lleva a la esencia misma de un dato fundamental: la
presencia e interacción de las personas en los procesos formativos. Si lo que
se pretende es que seres humanos compartan a otros seres humanos que la tarea
antropogénica es posible en un acto social, hay que entender que educar es
mucho más que transmitir conocimientos. En nuestra charla fue quedando sobre la mesa que educar es diálogo, contacto, encuentro, conflicto y construcción de paz. Y eso solo es posible en la vivencia
integral, sensorial, intelectual, emocional, racional de la convivencia cotidiana.
Para muchas personas el aislamiento ha llevado a reafirmar
la esperanza de que las condiciones de distanciamiento sean temporales, para
que en algún momento mediato podamos tocarnos, abrazarnos, encontrarnos. Deseamos la presencia, habrá que devolverle toda su fuerza educativa en la escuela y fuera de ella.
Para la doctora Patiño el regreso a los edificios escolares
no debería darse sin más, sin que los actores de los procesos pedagógicos,
hebegógicos o andragógicos se pregunten por qué y para qué la presencia e
interacción son necesarias y cómo se pueden optimizar formativamente, como se
hacen parte de la intencionalidad educativa y son abordadas con adecuadas
metodologías.
La pertinencia de la formación de las emociones
La falta de relación social, el encierro, la sobrecarga
emocional de la incertidumbre de cómo se presentarán los procesos de reincorporación
social con sus saldos económicos y políticos, crea un ambiente adverso para la
imaginación, para la convivencia pacífica, para todo aquello que permite
reconstruirse en momentos difíciles y entrever posibilidades de futuro.
Hoy realmente hay personas que no están sabiendo negociar
con sus miedos, sus frustraciones, la incertidumbre. La pandemia ha dejado de
manifiesto la escasa educación emocional real que tenemos; en muchas familias e instituciones educativas esta es una gran deuda.
Las emociones son reacciones espontáneas, neurofisiológicas
a los estímulos del medio. Como tales son procesos “extrarracionales” pero que
pueden ser entendidos por cada quien: qué sucede en mí, en mi contexto cuando
reacciono de tal o cual forma a las circunstancias en las que me encuentro… cómo
eso me vulnera o me enriquece, cómo construye o dificulta la relación con las
personas con las que de alguna u otra forma tengo que interactuar para ser
persona (te recomendamos: https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/las-emociones-durante-la-pandemia.html)
La educación no puede ser integral, ni colaborar cabalmente
a la formación de personas integradas si descuida esta dimensión.
Una vez más: hay que revisar las finalidades de la
educación. No podemos de facto seguir actuando como si educar fuera certificar
etapas escolares: se trata de acompañar la personalización en las diversas
dimensiones de los seres humanos, la socialización y la capacidad de
interactuar con la cultura y el mundo.
En estas alturas del diálogo con Hilda, pienso en el flaco
favor que se le ha hecho a las personas acreditadas con mención honorífica en
uno o más grados académicos y que son incapaces de manejarse ante sus miedos,
sus enojos o incluso las alegrías y euforias desbordantes.
El tema no es menor y se ubica de lleno en una de las
actuales líneas de trabajo de Hilda como académica y educadora: la educación
socioemocional. Me cuenta que se ha podido encontrar con muchos educadores en
muchos lugares para hablar del tema que fue retomado en los planteamientos del
Sistema Educativo Nacional, pero ante el cual hay desconocimiento y falta de
trabajo pedagógico real.
No se puede formar en las emociones y su papel en la
interacción social solo explicando lo que las neurociencias y la psicología
dicen de estas, sino con metodologías que deben apuntar a la finalidad clara de
que la persona camine en autonomía en su manejo emocional, con la intención
clara de educar para la vida.
Pedagogía del encuentro, de la convivencia pacífica, del
manejo de las emociones… Hilda Patiño Domínguez nos recuerda que son desafíos
de siempre pero con nuevo sabor después de la crisis sanitaria de la pandemia
del 2020.
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