Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

martes, 12 de mayo de 2020

Repensar la presencia educativa y la pedagogía de las emociones: desafíos a la educación tras el Covid 19. Entrevista con Hilda Patiño

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más sobre el autor, haz click aquí
Cuidado y corrección: Socorro Romero Vargas


A Hilda Patiño Domínguez (Cdmx, 1955, https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/05/hilda-patino-dominguez.html) la conocí hace más de veinticinco años. Desde que me compartió cómo fue que sus papás eligieron su nombre, tuve la sensación de que ellos habían de alguna manera acertado al llamarla Hilda, como el Huracán que fue parte de los fenómenos meteorológicos que azotaron Tampico poco antes de que ella naciera. Es activa y si se trata de hablar, escribir o administrar cosas relativas a la educación se desenvuelve impetuosa, líder, exploradora (no en balde el senderismo es una de las actividades que la atrae significativamente).

Educar: un tema siempre vigente que nos atañe

Durante la temporada de distancia física de la pandemia tuve la oportunidad de charlar con ella sobre lo que días como los vividos provocan en nuestras mentes y corazones y los desafíos que podemos atisbar en todo esto los educadores (familias, escuelas, ong...). Huelga decir que nuestra conversación fue entrañable, y nos llevó por senderos que a muchos nos interesa transitar.
Para esta académica de la Universidad Iberoamericana la educación enfrenta diversos desafíos, que en realidad son previos a la pandemia, pero que en las circunstancias extraordinarias que generó, se muestran con mayor claridad.
Educar es un proceso clave en la vida de las personas y la conformación de las sociedades. Y lo sabe no solo por haberlo leído, sino porque desde que estudió filosofía en la Ibero, su alma mater, lo vivió en carne propia y en la interacción con diversas personas.
La presencia educativa de su abuela en la niñez fue fundamental en la formación de su vida emocional. Al mismo tiempo, ella estudió en un colegio de religiosas: estricto, conservador. Encontró además de una muy exigente calidad en la transmisión de conocimientos, una puerta para ser e inventarse a sí misma perteneciendo al coro escolar. Encontró allí una de las vetas de su pasión pedagógica: la de la relación entre la formación de la persona y la experiencia estética.
La propia licenciatura en filosofía fue una experiencia que la abrió a horizontes que no sospechaba en la conformación de quien hoy es. Pero dos experiencias le fueron especialmente significativas para ir creando su propio concepto de educación, validado por la realidad.
A los 19 años incursionó -de allí para adelante- en la docencia, en un bachillerato que recibía muchachos rechazados de otras escuelas: inquietos, rebeldes. Pese a lo que pudiera pensarse de una maestra apenas unos años mayor que ellos, logró acompañar procesos que dieron sus frutos en muchos de los adolescentes con quienes trató. Esta dimensión la ha practicado en licenciatura, maestría y doctorado y de distintas maneras atestigua la fuerza transformadora de la educación.
Poco después participó en la educación de adultos cuando realizó su servicio social universitario en Celamex (Centro Laboral México, IAP), obra jesuita de promoción social, enclavada en Legaria, muy cerca de la popular y aguerrida Tacuba, de la Ciudad de México. Allí acompañó a obreros en la realización de los estudios de primaria abierta. Vivió en carne propia el poder liberador que pueden tener en la persona los procesos formativos realizados en comunidad. Un poco más: trabajó en el Instituto Nacional de la Educación para los Adultos (INEA) una vez que regresó de haber terminado la maestría en educación en Syracuse, University.
Creo que el descubrimiento de la importancia del arte en el desarrollo de la imaginación y el encauzamiento de las emociones, el poder liberador de la educación en el bachillerato y la primaria de adultos son una constante en lo que ella me compartió que considera que es uno de los temas que la pandemia pone sobre la mesa.

Desafíos de nuevos, pero que son de siempre

Si la educación es un proceso de humanización, de autoapropiación, en el que la persona -acompañada por otras personas- se va haciendo cada vez más consciente de sí misma y dueña de sus emociones y va siendo capaz de interpretar el mundo para adaptarse a él y transformarlo; si educar es una antropogénesis que se vive en el individuo en un proceso social y socializante, el paso de un momento a otro a la escolarización desde casa lleva necesariamente a replantear los fines del proceso educativo, la teleología de la educación.

¿Educar en presencia o en distancia?

Este asunto de trasladar la docencia al trabajo a distancia mediado por las tecnologías de la información y la comunicación, plantea no solo el papel estas en los procesos de enseñanza-aprendizaje y el casi analfabetismo digital de estudiantes, profesores e incluso padres de familia para hacer algo más que intercambiar mensajes de texto o multimedia. Sí, la educación en línea plantea retos en la planeación, ejecución y evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje en términos de forma y fondo. Pero el asunto va más allá.
Nos lleva a la esencia misma de un dato fundamental: la presencia e interacción de las personas en los procesos formativos. Si lo que se pretende es que seres humanos compartan a otros seres humanos que la tarea antropogénica es posible en un acto social, hay que entender que educar es mucho más que transmitir conocimientos. En nuestra charla fue quedando sobre la mesa que educar es diálogo,  contacto, encuentro, conflicto y construcción de paz. Y eso solo es posible en la vivencia integral, sensorial, intelectual, emocional, racional de la convivencia cotidiana.
Para muchas personas el aislamiento ha llevado a reafirmar la esperanza de que las condiciones de distanciamiento sean temporales, para que en algún momento mediato podamos tocarnos, abrazarnos, encontrarnos. Deseamos la presencia, habrá que devolverle toda su fuerza educativa en la escuela y fuera de ella.
Para la doctora Patiño el regreso a los edificios escolares no debería darse sin más, sin que los actores de los procesos pedagógicos, hebegógicos o andragógicos se pregunten por qué y para qué la presencia e interacción son necesarias y cómo se pueden optimizar formativamente, como se hacen parte de la intencionalidad educativa y son abordadas con adecuadas metodologías.

La pertinencia de la formación de las emociones

La falta de relación social, el encierro, la sobrecarga emocional de la incertidumbre de cómo se presentarán los procesos de reincorporación social con sus saldos económicos y políticos, crea un ambiente adverso para la imaginación, para la convivencia pacífica, para todo aquello que permite reconstruirse en momentos difíciles y entrever posibilidades de futuro.
Hoy realmente hay personas que no están sabiendo negociar con sus miedos, sus frustraciones, la incertidumbre. La pandemia ha dejado de manifiesto la escasa educación emocional real que tenemos; en muchas familias e instituciones educativas esta es una gran deuda.
Las emociones son reacciones espontáneas, neurofisiológicas a los estímulos del medio. Como tales son procesos “extrarracionales” pero que pueden ser entendidos por cada quien: qué sucede en mí, en mi contexto cuando reacciono de tal o cual forma a las circunstancias en las que me encuentro… cómo eso me vulnera o me enriquece, cómo construye o dificulta la relación con las personas con las que de alguna u otra forma tengo que interactuar para ser persona (te recomendamos: https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/las-emociones-durante-la-pandemia.html)
La educación no puede ser integral, ni colaborar cabalmente a la formación de personas integradas si descuida esta dimensión.
Una vez más: hay que revisar las finalidades de la educación. No podemos de facto seguir actuando como si educar fuera certificar etapas escolares: se trata de acompañar la personalización en las diversas dimensiones de los seres humanos, la socialización y la capacidad de interactuar con la cultura y el mundo.
En estas alturas del diálogo con Hilda, pienso en el flaco favor que se le ha hecho a las personas acreditadas con mención honorífica en uno o más grados académicos y que son incapaces de manejarse ante sus miedos, sus enojos o incluso las alegrías y euforias desbordantes.
El tema no es menor y se ubica de lleno en una de las actuales líneas de trabajo de Hilda como académica y educadora: la educación socioemocional. Me cuenta que se ha podido encontrar con muchos educadores en muchos lugares para hablar del tema que fue retomado en los planteamientos del Sistema Educativo Nacional, pero ante el cual hay desconocimiento y falta de trabajo pedagógico real.
No se puede formar en las emociones y su papel en la interacción social solo explicando lo que las neurociencias y la psicología dicen de estas, sino con metodologías que deben apuntar a la finalidad clara de que la persona camine en autonomía en su manejo emocional, con la intención clara de educar para la vida.
Pedagogía del encuentro, de la convivencia pacífica, del manejo de las emociones… Hilda Patiño Domínguez nos recuerda que son desafíos de siempre pero con nuevo sabor después de la crisis sanitaria de la pandemia del 2020.

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