Cuidado y corrección: Socorro Romero Vargas
Junio del 2020. En el ambiente hay ires y venires entre el #quédate en casa, los colores de los semáforos de la pandemia en los estados -que parece más de color político de manejo epidémico- y la finalización del confinamiento, del famoso "quédate en casa"
En la cabeza de la gran mayoría está que pasado todo lo que tenga que suceder podremos salir y desenvolvernos libremente. Y puede ser que sí, si a movilidad física se refiere... Pero ¿de verdad lograremos emerger para ser personas capaces de afrontarnos por, con y para los otros encargándonos del mundo que nos carga?
Con el ojo del filósofo, Javier Sánchez Díaz de Rivera le da la vuelta a las obviedades en este asunto del encierro, para enfrentarnos ante los desafíos que nos suponen los confinamientos de alto riesgo y con la voz del pensador que también es educador dice: "quedarse en casa no es el peor encierro que estamos viviendo" ("¿De qué encierro estamos hablando?", Sin Embargo, 12 de junio de 2020, https://www.sinembargo.mx/12-06-2020/3803727)
Lejos de ser un terrible mal, el confinamiento en casa ha podido abrir oportunidades a la convivencia, el descanso, la revaloración de sí mismo y los demás. En cambio, los otros confinamientos son de alto riesgo por la forma casi imperceptible en las que se presentan.
Javier Sánchez nos alerta sobre cuatro:
- El encierro del dogmatismo, el dar las cosas por sentadas, como las conocemos o nos han hecho conocerlas, sin cuestionamiento, instalados en el confort de una visión prefabricada de lo real que puede en realidad no ser real y que vivir sin salir de ella puede tener consecuencias enormes en todos los ámbitos.
- El encierro de la información, demasiada o muy poca, confusa, que cuando no provoca incertidumbre que exacerba las emociones.
- El encierro de la decisión de no escuchar nada más que lo que uno quiere escuchar, rompiendo la capacidad de diálogo e interacción con la realidad.
- El encierro de las fake news que son generadas por diversos intereses y replicadas y difundidas indiscriminadamente, irresponsablemente, podría decirse con alto costo personal y social.
Ante la llegada del desconfinamiento, Sánchez Díaz de Rivera lanza preguntas de fondo: Las preguntas que no puede resolver ningún científico de la salud, son: ¿cómo des-confinarnos de esos otros encierros? ¿Cómo aplanamos la curva del dogmatismo?, ¿Cómo brincamos los cercos informativos nacionales e internacionales?, ¿Cómo trascendemos esos intereses nuestros cuando contundentemente afectan a otros?, ¿cómo trascenderse a uno mismo, en nuestro narcisismo, miedo y angustia de la incertidumbre?, ¿cómo generar un reflexión rigurosa y compartida?
Habrá que salir de casa, y también de esos otros confinamientos de alto riesgo para retornar a la actividad y acometer las transiciones que requerimos a fin de salir adelante como personas, familias.
La pluma de Javier Sánchez Díaz de Rivera lleva al lector suave y firmemente por la reflexión y las preguntas que no deben faltarnos al final de una etapa de confinamiento que no había tocado vivir a ninguno de nosotros, porque habrá que seguir la vida y en ella responder a la llamada de recrear este mundo de manera en que la dignidad humana siga ganando espacios.
Coincido con el autor. Pienso que no basta salir de casa. Cuando comenzó la pandemia y nos dimos cuenta de muchas cosas que no nos encajan decíamos que ojalá que cuando pase todo cambie... Es necesario convertirnos a la justicia; es decir, a crear ese mundo en el que tengamos lo que necesitamos para vivir humanizantemente (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/tras-la-emocion-de-la-pandemia-la.html), pero eso no sucederá si nos quedamos confinados en todo lo que nos impide crecer como personas, capaces de encargarnos de la realidad que nos carga.
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