Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 10 de junio de 2020

El trabajo en casa: ¿nuevo rostro del canto de las sirenas?

José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Cuidado y corrección: Socorro Romero Vargas

Las cosas cambian y sus apariencias son atractivas

"Circe me tomó de la mano y me hizo sentar lejos de mis compañeros y, echándose a mi lado, me preguntó detalladamente. Yo le conté todo como correspondía y entonces me dijo la soberana Circe:
–Escucha ahora tú lo que voy a decirte y lo recordará después el dios mismo: Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras-, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas."  (La Odisea)

              El canto de las sirenas: apariencia, belleza, seducción. Toparse con él sin estar preparado puede llevar a un mortal desenlace. Los marineros que sucumbían a sus cánticos terminaban muertos a su lado, sin más.
              2020: llegó la Covid-19 con su carácter pandémico. Quien pertenecía a un sector social y económico que se lo hacía posible recibió la consigna: hacer trabajo en casa, conectado a algún dispositivo de esos que las TIC han puesto en manos de muchas personas (que siguen siendo minoría, pues la mayoría aun cuando tenga algún tipo de tecnología a su alcance, no puede realizar mayores labores con ella).
              El home office se presentó como una hermosa promesa  para empleadores y para empleados, cual sirena contemporánea. Bueno, en realidad ya parecía uno desde hace algunos lustros: en su tonada ofrecía romper con la odiosa oficina, los compañeros de trabajo, las rutinas cotidianas. Con la solidaridad propia de la emergencia y la necesidad de conservar la fuente primordial de ingresos de los individuos -incluso las familias- comenzó el trabajo remoto: y la vida laboral se alteró masivamente.
               Considero que en general con buena disposición muchas personas se entregaron a resolver las cosas como se presentaron: con reuniones en plataformas de videoconferencia, --Zoom la más popular, pero no la única-, webinars, correo electrónico, programas de mensajería como Whatsapp. 
              De repente los empleados estuvieron disponibles muchas más horas diarias casi toda la semana para sus jefes, compañeros y clientes: se diluyó la vida privada y sobrevino el agotamiento, el estrés laboral, el malestar. En el ámbito en el que me desenvuelvo lo atestigüé con muchos docentes, que desde temprano hasta entrada la noche están atendiendo a sus jefes, a los estudiantes y a los padres de familia. Sus jornadas se volvieron interminables.
              Simultáneamente gerentes y jefes se dieron cuenta que no se concretaron los viejos temores de falta de eficiencia y productividad en el trabajo remoto: indisciplina, retrasos, falta de atención, dispersión, pérdida de control.
              Han pasado más de 80 días desde el inicio del confinamiento como medida sanitaria antela pandemia. En este contexto me llamó la atención una lectura sugerida por el Observatorio de Innovación Educativa del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey: https://jacobinmag.com/2020/06/remote-work-from-home-coronavirus-covid-surveillance/ 
               En el texto recomendado, Luke Savage refiere que una investigación de la firma Gensler señala algo que me resulta creíble por la observación y la comunicación cotidiana que mantengo con mis amigos que hacen trabajo en casa: solo el 12% de los empleados prefiere esta forma de actividad. Los demás desean volver a sus centros laborales, a la convivencia con los compañeros (con todos los bemoles que suele tener), a los horarios establecidos, a la clara diferenciación entre vida privada y trabajo, a una situación en la que no se sienten permanentemente a expensas del control de sus jefes o clientes.
             Al mismo tiempo y paradójicamente, empresas de distintos ramos comienzan a definir nuevos rumbos post-pandemia, y en ellos contemplan convertir el trabajo en casa en su forma de operar. 
              Darryl White, del Banco de Montreal, ha denominado Work 2.0 a esta forma de trabajo. La modalidad no solo es atractiva por abatir los costos en equipo e inmuebles que supone la tradicional laboriosidad pre-contingencia; también por el hecho que Savage señala en su artículo:               
Gracias a las computadoras y los teléfonos inteligentes, nuestro jefe o gerente ahora está a un solo clic, un correo electrónico o una llamada telefónica. Por lo tanto, la oficina puede seguirnos en el automóvil, al comprar comestibles, al viajar en el transporte local o al recostarse para descansar por la noche; los mensajes relacionados con el trabajo rara vez están a más de un brazo de distancia.
               Muy pocas empresas invirtieron en equipo, energía eléctrica, internet o mobiliario: los gastosfueron trasladados a los empleados sin compensación económica por ello. Los trabajadores están atomizados y su capacidad de gestión política y organización queda menoscabada al interactuar en la distancia, mediados por la tecnología. Los empleadores se han liberado de los "ambientes de oficina enrarecidos" que pueden socavar la eficiencia y la productividad. 

Habrá que tomar postura 

Así las cosas: por un lado los empleados a quienes se les ha trastocado la vida con home office desean volver a los centros laborales, pues el trabajo en casa ha resultado mucho menos gratificante de lo que se esperaba (aunque se juntó con el confinamiento de la Covid-19, que tiene peculiaridades que la vida cotidiana no necesariamente trae aparejadas, como que toda la familia esté reunida todo el tiempo, que no haya abiertos lugares de esparcimiento, escuelas, etc).
               Por otro lado, está la tendencia empresarial de volver más comunes las labores remotas y con ello cerrar oficinas, como señalan PricewaterhouseCooper y Gartnes, a decir del texto de Jacobin, en tanto se aumenta el control del desempeño de los subalternos, por tenerlos a tan solo un click de distancia.
                 En este momento es muy difícil saber cómo serán en la realidad las cosas, pero tampoco es descabellado aventurar que sí cambiarán de alguna forma. Y como en todo cambio habrá que tomar postura, y no precisamente la de quedarse anclado pensando que únicamente los tiempos idos son mejores. 
                De la moda, lo que te acomoda, suele decirse. El dicho nos ilustra para evitar tres posturas ante los cambios: la de los apologetas, los catastrofistas y los indiferentes.
                Cuando yo era editor de textos universitarios aparecían las publicaciones en formatos digitales. Varias personas los recibieron y auguraron la muerte de los libros impresos, incluso de los archivos en papel... y 30 años después pocas personas leen exclusivamente libros digitales. Siguen existiendo libros en papel. Empresas editoras como Amazon te ofrece publicar en su plataforma Kindle, y te ofrece la opción de hacer impresiones en papel. Los autores que yo conozco (y próximamente yo mismo) tomamos las dos opciones. Al final no fue tan glorioso como cantaban los profetas de la digitalización en las publicaciones... 
                 El entusiasmo desbordado por los cambios y su defensa casi religiosa, apologética, es tan descabellada como ser catastróficos. En esta visión todo se destruye, ya nada es como fue antes: se acaban los valores, las personas sucumben al funcionalismo de la economía, se deshumanizan, la viabilidad personal, social y del mundo han quedado seriamente comprometidas... 
              Y al paso del tiempo resulta que tampoco es así.
                Los indiferentes no están en ninguno de esos lados, solo dejan pasar y ni siquiera se preocupan por levantar la vista... hasta que la historia los alcanza. Se experimentan más como pelota que como jugadores de ping-pong. Hasta que un día se hartan y a ver cómo resuelven su compromiso cotidiano.

La apuesta por lo humano, a como nos toque

                  ¿Entonces? 
               Pues como ya dijimos: de la moda lo que te acomoda; es decir, encontrar lo humanizante de la situación y caminar en sus posibilidades.
               Los seres humanos venimos equipados para buscar y encontrar en la realidad que nos toca vivir condiciones para vivir lo más dignamente posible (a propósito utilicé la palabra posible y no deseable). Así ha sido en cada gran catástrofe, en cada época de cambio en los que reinaban el miedo y la incertidumbre.
              Seguramente que la experiencia de trabajo en casa ha traído malestares que no imaginábamos, esclavitudes laborales que alimentan nuestra adicción al trabajo, también nos hemos vuelto controlables. Pero también ha habido cosas positivas, al menos se han abierto posibilidades para lo humano.
               Para que nos acomode la revolución del Work 2.0 habrá que entender que el trabajo sigue siendo trabajo, incluso en casa; que tenemos que distinguir ámbitos y momentos. Aprender a decir sí, cuando es sí, no cuando es no y construir los acuerdos necesarios para que trabajar sea una experiencia de realización personal (individual y social) y no algo que nos vaya deshumanizando (lo cual sucede incluso sin home office, como quedó claro con los análisis del decimonónico Carlos Marx): es momento para atender, entender, juzgar lo que de verdaderamente humano o inhumano tiene la situación y valorar las posibilidades para que el trabajo nos construya. Tendremos que educarnos para ser asertivos (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/05/si-cuando-es-si-no-cuando-es-no.html).
                Al mismo tiempo habrá que empujar para que los marcos normativos impidan que la funcionalidad y la eficiencia se coman a las personas: reglamentos de trabajo en las empresas u organizaciones, legislaciones económicas, laborales, de seguridad social. Tendrá que haber regulaciones para no abusar del trabajador pidiéndole que él corra con los gastos indirectos de su labor (a menos que sea profesionista independiente o persona física con actividad empresarial). El contenido de las normas y leyes es algo que supondrá que pongamos nuestra capacidad dialógica y política en juego para entender hacia dónde conducir las nuevas condiciones y cómo regularlas, y eso no sucederá solito ni en automático.
               Será necesario cambiar el chip y volvernos a ver como parte de una casa, de un vecindario, de un conjunto de relaciones sociales territoriales que los trabajos industriales y postindustriales habían reducido, y eso será posible porque no serán los compañeros de oficina los sujetos con quienes pasemos la mayor parte de nuestro tiempo en vigilia, de lunes a viernes, como hoy sucede.  
                 Un buen punto de referencia para el discernimiento de lo que nos debería acomodar de la moda que después puede ser cotidianidad es el concepto de vida saludable (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2018/09/estilo-de-vida-saludable-con-que-se-come.html): vivir con salud implica necesariamente comprometerse libre y responsablemente en decidir la existencia de tiempos y lugares apropiados para la convivencia física y virtual (hoy es posible mayor y renovada interacción con la familia, los amigos y el núcleo vecinal porque no tenemos que trasladarnos y hemos aprendido a usar de otra manera las TIC), para la actividad física (que pasadas las medidas de aislamiento pudiera seguir siendo realizada en casa, pero también fuera de ella), el descanso, el cuidado físico y emocional de la casa y el hogar, la formación permanente.
                Es muy posible que el trabajo ubicuo que posibilitan las TIC abra oportunidades de viajar e incluso migrar como hoy hacen los nómadas digitales (https://hipertextual.com/2015/03/nomadas-digitales); que nos abra espacios para territorializar la construcción de la esperanza (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/05/formar-ciudadanos-en-la-construccion-de.html), para la gestión política de lo cotidiano: la que busca soluciones para la basura, para la seguridad de nuestra colonia o el edificio en el que vivimos, la que arregla parques, jardines y áreas comunes.
                   Transitar a una nueva forma de trabajo que supone el crecimiento de labores realizadas fuera de una tradicional oficina es algo que nos involucra de diversa forma a todos. 
               Se impondrá decir sí a lo que en ello haya de posibilidades para un estilo de vida saludable, humanizante y eso supondrá diseñar las estrategias y realizar las acciones para lograrlo. 
              Esto es algo que nos corresponde, ante lo que tenemos que ser responsables; de la misma forma que decir no a lo que quita libertad y esclaviza, enajena, enferma física o psicológicamente, destruye la convivencia.
                 El trabajo en casa no tiene que ser el nuevo canto de las sirenas, que nos atrape y aniquile en la cosificación, el funcionalismo y la eficiencia económicas...  y si pudiera serlo nos queda la alternativa de Ulises: prepararnos para sortearlo sin morir en el intento, y seguir adelante con la vida que siempre nos ofrece oportunidades para ser en ella más por, con y para los demás al encargarnos de lo que nos carga para ser congruente con un sentido humanizante de la vida.

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