Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Hagamos patria... formemos ciudadanos (I)

 Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más sobre el autor, haz click aquí

¿Celebrar la patria?

Para los mexicanos parece claro: es día de fiesta nacional: ¡es tiempo para el guateque! Pero... ¿podrá dar para más?
          Efemérides como las de las fiestas nacionales invitan no sólo a celebrar, sino también a conmemorar, trayendo a la memoria más que los acontecimientos celebrados, el significado de lo que vemos en ellos y por lo cual nos parecen suficientemente importantes como para mirarnos a través de ellos una y otra vez al pasar del tiempo (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2017/09/la-desgracia-del-tiempo-plano.html).
          Septiembre: mes de la patria, del lugar al que nos une los fuertes lazos del nacimiento o la adopción, la historia, la vida cotidiana y que nos hacen de alguna forma quienes somos.
           En casi todo poblado habrá comida típica, los ritos patrióticos como el “grito” y el desfile militar. Ondearán banderitas y los colores verde, blanco y rojo inundarán las calles, los centros comerciales, las escuelas, los edificios públicos; la música vernácula sonará y será acompañada de las voces que cantarán nuestras canciones, muy posiblemente envalentonadas al calor del tequila, el mezcal o acaso cerveza. Y todo esto está bien para sentirnos mexicanos, patriotas. Pero no basta.
          Hay que construirnos mexicanos, los cual solo es posible construyendo nuestro México, como lo hace cualquier ciudadano que se viva como tal. 
           Hagamos patria: formemos ciudadanos, porque las familias, las estructuras religiosas y las instituciones educativas han abandonado de alguna forma esta tarea, quedándose en la superficie de los símbolos, los ritos, las prácticas conmemorativas. 

Educación, razonabilidad y patria

La educación contemporánea se ha preocupado de formar la mano de obra y los cuadros que las empresas necesitan; algunas licenciaturas, los administradores públicos que acometan la tarea gubernamental, pero no necesariamente se ha formado ciudadanos. Las materias de formación cívica y ética no son suficientes, porque parten del falso supuesto de que dar información a los jóvenes es educarlos.
       Acompañar el surgimiento de personas responsables de su patria, de su nación, del lugar en el que viven, supone diferentes cosas, todas ellas orientadas a que las personas realmente puedan interactuar en los niveles local, regional, nacional, incluso global en las cuestiones que a todos nos atañen, el denominado bien común.
       En este artículo septembrino -primera de dos partes- quiero detenerme en una que parecería obvia pero resulta no ser así: formar ciudadanos es potenciar la razón, que no es meramente acumulación de información, sino la posibilidad de penetrar con mente y corazón la realidad, entender las cosas, los acontecimientos, relacionarlos en su contexto histórico, político, social, cultural, económico y atisbar en ellos las posibilidades de transformar el mundo para que sea sosteniblemente humano.
Pensar, reflexionar lo que son las cosas permite la autonomía, presupuesto fundamental de una vida política participativa. En la heteronomía – su antónimo- las personas actúan en función de la opinión de otros y actúan por criterios dados sin necesariamente saber su por qué, para qué, ni si los cómos a partir de los que se actúa son los apropiados. 
          Las personas heterónomas son fácilmente convertibles en botín político, porque fincadas en el sentimiento y la fe prácticamente ciega entregan sus convicciones y sus acciones al gurú de turno, al mesías de ocasión. Sirven –muy posiblemente sin quererlo- a intereses muy focalizados en individuos o grupos y no al bien común en el cual se encuentran condiciones de posibilidad para soluciones de mayor impacto y beneficio para los problemas que tenemos y que nos atañen.
          La ciudadanía implica pronunciarse personalmente ante los problemas comunes, comprenderlos, atisbar las posibles soluciones; entender que hay distintas ópticas para enfocarlos, que seguramente generan conflictos que solo son abordables mediante el diálogo y el consenso, tareas ambas que no pueden ser acometidas sin la claridad que supone la autonomía que es producto de una forma crítica de abordar la vida.

Aunque no se quiera... la ciudadanía es misión también de la escuela

La escuela hoy no necesariamente forma a la autonomía, ni potencia la razón, ni el diálogo para la búsqueda de soluciones pertinentes para asuntos comunes. Fuera de ella pareciera el imperio de los lugares comunes, de los conocimientos de trivia o concurso de televisión, de las soluciones fáciles, los conflictor irracional y violentamente abordados.
           Una buena apuesta para esta institución en su ineludible misión de formar ciudadanos es la de asumir el riesgo de innovar metodologías pedagógicas que acerquen desde temprana edad a las personas a la realidad concreta, a los problemas reales de su entorno y en esa acción pedirles que desentrañen las cosas valiéndose de las preguntas que ante situaciones similares se han hecho mujeres y hombres a lo largo de la historia, que comprendan las proporciones de las situaciones,  que ensayen ideas fundamentadas al respecto: se trata de promover aprendizaje situado, en interacción con la realidad.
           Y siguiendo esta línea, educar para la ciudadanía implica acercar a los actores sociales a los educandos, estimular el diálogo entre ambos, la narración de cómo se sitúan otros ante los mismos problemas, desde qué criterios los enfocan y establecen las posibles líneas de solución.
           La racionalidad de la convivencia social se articula en torno al derecho. Las leyes, los reglamentos, los estatutos portan la visión de quienes legislan (tanto en la vida pública como en la empresarial) sobre la forma más razonable de articular las intervenciones, definir las funciones. Es necesario entender esto para salir del reino de las acciones realizadas por meros sentires, por compadrazgos.
          Y como lo jurídico es producto humano, la acción dialógica juiciosa permite exigir que haya cambios allí donde las leyes son insuficientes porque el dinamismo histórico las ha rebasado o porque su creación fue parcial, manipulada.
          Un ciudadano no puede dejar de ser protagonista al lado de otros protagonista. Requiere una sólida y crítica toma de postura que le permita re-crear las cosas cuando afronte los problemas comunes de la ciudad, el Estado, el país, lo internacional. Sin eso no podrá ser justamente solidario ni mucho menos libre.

Y no solo las escuelas

Las escuelas, las familias, las estructuras estatales y religiosas hoy están plantadas ante el reto: celebrar a la patria reductivamente en ritos, símbolos, tradiciones siempre en riesgo de convertirse en acciones sentimentalistas, o conmemorarla trayendo al presente el compromiso de quienes en su momento se hicieron cargo de su México para que reanimados con la memoria avancemos de hoy al mañana formando ciudadanos autónomos, senti-pensantes.
     En el segundo artículo con esta temática, hablaré de otras dimensiones de la formación ciudadana que urge promover.


Publicado: Síntesis Tlaxcala, 15 de septiembre de 2012, actualizado 15 de septiembre de 2021