Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

jueves, 9 de enero de 2025

¿Dónde nace la concordia? Del encuentro a la toma de acuerdos que construyen paz

 José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí

www.unesco.org

Cuando comencé la escritura de este texto, era el tercer jueves de noviembre, día asignado por la ONU (UNESCO) para conmemorar la filosofía, sin la cual la construcción de la paz puede pender de un hilo, por exagerado que parezca.

Al despertar y recordar la efeméride, me puse a pensar de qué forma unirme en este 2024 a una conmemoración que yo creo que no hay que dejar pasar; porque filosofar, en mi experiencia, cambia la vida y ayuda a navegarla, haciendo y rehaciendo la ruta de lo que se vive, con quienes se vive, en un intento de que nuestro aquí y ahora sea humanizante. Así, cuando quienes por alguna razón volteen a ver nuestra vida, encontrarán un compromiso real por dejar el mundo -nuestra pequeñísima porción de mundo- más integralmente humano que como nos fue dado.

Me eché un clavado en la página de la UNESCO, en sitios de filósofos y filosofía que conozco... y mientras tomaba el café mañanero supe lo que este año quiero compartir en los apuntes: la importancia del diálogo para que el encuentro con las personas lleve a acuerdos razonablemente entrañables como para movernos a dar pasos en pro de nosotros mismos, de nuestros vínculos solidarios y de la casa común que habitamos... Y en ello filosofar juega un papel importante (aunque no el único). Me permito compartir por qué lo pienso.

La compasión es necesaria... pero no suficiente

En un apunte anterior, compartía una reflexión sobre el encuentro entre las personas, que nace antes que en la razón, los conceptos, las ideas, en la relación compasiva entre las personas (¿Dónde nacen los verdaderos encuentros?).

El apunte nació de mi convicción de que solo en relaciones solidarias y participativas podemos afrontar de alguna manera los desafíos que encontramos para darnos ser como personas que construyen una forma de vivir y un mundo en el que de alguna manera sea posible la existencia digna de uno mismo, por, con y para los demás, en el respeto activo y cuidadoso por todo aquello con lo que cohabitamos en la casa común. 

El énfasis, como lo podrás ver en la entrada que te he referido de este blog, hace énfasis en la compasión, el movimiento afectivo que al experimentar la propia y próxima vulnerabilidad de las personas de carne y hueso con quienes convivimos día a día, nos permite reconocernos humanos y necesitados de cuidar y ser cuidados; de atender y ser atendidos.

Hoy quiero poner el acento en otro aspecto del encuentro humano: la necesidad de construir concordia -acuerdos compartidos- para realizar cosas juntos, pertinentes para nosotros y para el mundo. 

Encontrarse... para construir algo sensato



El encuentro, por sí mismo, es importante, ni cabe duda. Somos seres relacionales y en la interrelación con los demás, próximos y no tanto, encontramos cobijo, cuidado, sensación y sentido de pertenencia. Pero no es suficiente.

Quiérase o no, existen situaciones, condiciones que están allí y que nos condicionan, sin importar qué también o mal estemos relacionados con nosotros mismos y con los demás. La muerte de los padres con hijos pequeños marca para estos situaciones que están allí y que van más allá de sus sentimientos: hay que resolver la economía, el cuidado, la educación. 

"Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo" dejó escrito José Ortega y Gasset en sus Meditaciones del Quijote para llamar nuestra atención sobre todo lo que no depende de nosotros, pero que nos condiciona y ante lo cual tenemos que responder. La circunstancia -y los elementos que la componen- están allí, independientemente de nosotros, pero nos desafía: me enfermo, debo dejar de asistir a la escuela: algo habré de hacer para lidiar con eso y al hacerlo poderme construir como la persona que soy y estoy llamada a hacer: darme de baja temporal, abandonar los estudios escolares, cambiarme de escuela... Tengo que hacer algo y ese algo debe ser sensato, razonable. 

Sensato... razonable. Sí, algo que sea lo que mejor encuentre y entienda en su momento para mi realización personal por, con y para los demás, encargándome de lo que me carga, construyendo el mundo. Algo que he entendido, que sé que es, que puedo juzgar como verdadero (¿De qué hablamos cuando hablamos de verdad?). 

Poniéndolo en un ejemplo muy sencillo: tengo una diarrea terrible y quiero que desaparezca... más allá de qué me gusta, cómo me siento, he de preguntarme qué es más razonable comer o dejar de comer, si lo que ingeriré es verdaderamente algo que provoca que mis heces solidifiquen o no... Así estaré en mucho mejor condición de sanar.

El asunto es que el horizonte meramente individual para entender, reflexionar, es limitado. También en esto requerimos de los demás. En el encuentro con los otros, en el diálogo (la conversación mediada por lo razonable) tenemos más oportunidad de encontrar lo sensato para salvarnos salvando la circunstancia o para salvar la circunstancia salvándonos al tiempo, siguiendo las palabras de la idea de Ortega...

El arte de la concordia


El diálogo es importante; como el encuentro, pero de igual forma es insuficiente. Se necesita dar un paso más, establecer acuerdos que nos vinculen para actuar, para encargarnos de lo que nos carga. Y sí, hay que decirlo: es más fácil llegar a acuerdos cuando lo que está frente a nosotros es sensato que cuando es insensato, un disparate.

Los corazones pueden latir mejor juntos frente a los desafíos. Con base en la etimología podemos establecer que la concordia tiene una acepción doble: poner los corazones juntos (con y cor/cordis), al tiempo que las acciones que de ello se derivan cuando establecemos lo que juntos haremos porque lo hemos acordado, porque nos mueve. 

Acordar, concordar: fundamentales para construirnos personas construyendo simultáneamente relaciones humanizantes y un mundo en el que lo humano sea posible. Se trata de la posibilidad misma de interactuar juntos. 

Concordar de manera sentimentalista, voluntarista, poniendo la sensatez en un plano lejano, nos pone en situaciones en las que muy posiblemente no le atinemos o atinemos poco en lo que se refiere a resolver adecuadamente desafíos, establecer estrategias coherentes.

Si el encuentro nace en la compasión, la concordia humanizante nace en la sensatez que lleva a la toma de acuerdos que construyen la paz; esa forma de interacción e interrelación en la que vamos creando las condiciones de vida digna que necesitamos en los múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, donde somos nosotros por, con y para los demás, todos de carne y hueso, concretitos (¿De qué hablamos cuando decimos paz? Entre la pax romana y el shalom bíblico).

El arte de la concordia consiste en poder coincidir, encontrarse compasiva, solidaria y fraternamente, de manera proactiva para tejer los acuerdos más sensatos y razonables para responder a los desafíos que la vida nos presenta, a las cosas que nos cargan y de las que debemos encargarnos. Es una especie de "danza de los cuerpos, de los espíritus y las cosas" que nos permite lanzarnos en pro, afrontar aquello a lo que debemos hacer frente.

La filosofía es un tipo de reflexión que nos lleva a preguntarnos personal y comunitariamente sobre el sentido real de las cosas, sobre su sensatez... Nos permite detenernos en lo que ellas son, pero también en lo que pueden ser y en lo que tal vez deberían ser. En el arte de la concordia se unen voluntad, corazón, inteligencia y razón... y mediaciones como la filosófica nos ayudan a dialogar; y en el diálogo podemos encontrar lo sensato que nos mueva a establecer los acuerdos de los que se deriven nuestras acciones comprometidas con nuestro tiempo, con lo por-venir. Podemos asumir el conflicto y convertirlo en invaluable herramienta de construcción de la paz, de una forma de convivencia que desde la imperfección de cada uno apuesta por lo que sí se puede cuando de vivir juntos humanizantemente se trata.

 "La filosofía es una disciplina interesante y una práctica cotidiana que transformará las sociedades. La filosofía fomenta el diálogo de las culturas, haciéndonos descubrir la diversidad de corrientes intelectuales en el mundo. La filosofía ayuda a construir sociedades basadas en una mayor tolerancia y respeto, fomentando la realización del pensamiento y la discusión racional de las opiniones. [...] la filosofía es también un medio para liberar el potencial creativo de la humanidad, sacando a la luz nuevas ideas. La filosofía crea las condiciones intelectuales propicias para el cambio, el desarrollo sostenible y la paz" (https://www.unesco.org/ar/days/philosophy)

¿Dónde nace la concordia? En la compasión, que lleva al encuentro; pero también en la sensatez cultivada en el diálogo que razonablemente mueve los corazones... ¿A dónde lleva la concordia? Al compromiso para ser lo que estamos llamados a ser en el mundo que nos tocó vivir; para salvar la circunstancia, como también nos lo puso delante Mario Benedetti al escribir su magistral No te salves (Cuando la vida nos aprieta... ¡y nos vivimos agobiados! No te salves. A 50 años del poema de Benedetti)

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