Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 9 de febrero de 2020

Vivir y compartir gozosos: Francisco Romero Rebolloso

Autores: Socorro Romero Vargas y Rafael de Regil. Si quieres conocer más de los autores, haz click sobre su nombre.



Francisco Romero y Rebolloso vio la luz en la Ciudad de México el 4 de octubre de 1938. Fue el hijo mayor del matrimonio formado por Margarito Romero y Lupita Rebolloso.

Desde pequeño se destacó por ser mucho más inquieto que sus hermanos Rigoberto, Maximino (fallecido a muy corta edad) y Moisés. Practicó futbol, montañismo, escalada, box; actividades en las que hizo muchos amigos, algunos de los cuales continuaron siendo cercanos a lo largo de la vida. 
Con su hermano Rigo tuvo siempre una especial cercanía.
Sus padres le inculcaron el respeto, el compromiso y la disciplina para el trabajo. De pequeño se desempeñó  como bolerito y auxiliar de carpintería en el taller de su padre. De don Margarito sempre se expresó positivamente, señalando que fue una excelente y paciente persona: un hombre amoroso y de bien.
Estudió la primaria, la secundaria y la carrera de técnico en electrónica en lo que hoy es el Instituto Politécnico Nacional, de lo cual siempre se sintió orgulloso. 
En su juventud conoció a Cristina Vargas, con lo que puso fin a su etapa de noviero para entregarse a formar la familia Romero Vargas. Contrajeron matrimonio durante tres días en 1962, pues se casaron por la ley y por dos iglesias. De su unión nacieron Cristina (La Nena), Francisco Juan, Socorro (la Lupis) y Gerardo. De ellos siempre se sintió  muy orgulloso y bastaba que le preguntara por cualquiera de sus hijos para que se deshiciera en halagos, comenzando una de sus célebres y largas conversaciones.
A Titi le contagió la cercanía con Rigo, quien con él más que un cuñado tuvo incondicionalmente un hermano
Comenzó a trabajar desde muy joven. Por más de 20 años dio clases de electrónica en el Instituto de Capacitación Técnica (ICT), además de dar mantenimiento a diversas fábricas a lo largo del país. 
Fue un hombre extremadamente trabajador y nunca rehuyó ningún tipo de actividad laboral con tal de poder dar lo mejor posible a su familia: estudios, ropa, cobijo y valores. Hombre trabajador que en cualquier circunstancia hizo lo posible por tener una actividad que lo mantuviera activo y con la cual se beneficiaran otros. 
Don Francisco fue camaleónico: un hombre que a pesar de cualquier circunstancia supo reinventarse y reinventar su trabajo: docente, asistente, mecánico, carpintero, plomero, electricista, técnico en reparación de aparatos electrodomésticos…. Lo que sea para con tal de ser productivo y servicial. Hoy mismo en la colonia en la que vivió sus últimos años es conocido como “don Chambitas”.
El amor, la fuerza, el coraje han sido la base de que Cristina y don Pancho hayan remontado diversas crisis matrimoniales, de las cuales salieron vez por vez fortalecidos como pareja y familia. Son un dúo de más de cincuenta años de compañía, bendecidos con cuatro hijos, 11 nietos y 3 biznietas.
Las palabras que pueden reflejar quién era Francisco Romero son: vitalidad, lealtad, amistad, entrega, generosidad, responsabilidad, compañerismo, solidaridad, austeridad, desprendimiento. Cada uno de quienes lo conocieron han experimentado en carne propia la valía que tuvo como ser humano.
Mención especial merecen los hijos postizos de don Pancho y Titi. A lo largo de los años acogieron  en diversas circunstancias a quienes acudieron a su hogar y de ello nacieron fuertes vínculos amorosos y de reconocimiento, porque en la casa de los Romero Vargas siempre ha habido techo y comida para quien lo necesite.
Hay un sinfín de anécdotas que nos muestran el talante vital y gozoso de Francisco Romero. Es imposible contarlas todas, pero una muestra será suficiente para que todo mundo se pueda dar cuenta de su bonhomía:
Paco y Titi se conocieron en un baile. Él era atractivo por lo que la doncella no dudó en aceptar bailar con él. Hasta la fecha ella dice que él bailaba arrabalero y ella de salón, pero sea como fuere no se resistió a sus encantos y por años fueron los reyes de la pista.
En el ICT le agradecieron los 25 años de trabajo con ellos poniendo el nombre Francisco Romero Rebolloso a una de las aulas de la institución. Dicen las malas lenguas que en esa escuela lo primero que se escuchaba al entrar eran los gritos del profesor Romero. Diez años más tuvo labores docentes en diversas situaciones. En una familia de profesores, ninguno de sus hijos ha vencido el récord de 35 años de profesorado.
Don Paco y Titi siempre se sintieron orgullosos de la educación que dieron a sus hijos: la firmeza y disciplina aprendidas en casa los convirtió en niños bien portados para quienes se abrieron las puertas de las casas de vecinos y familiares. En una ocasión los pequeños se portaron mal y don Paco se lo dijo a todo mundo -como era su costumbre- mencionando que estaban castigados y los reyes magos no llegarían ese año a su casa. Con lo que no contaba es que si los reyes magos encontraban cerrada la casa Romero Vargas, no se quedarían atados de manos y dejarían presentes para sus vástagos en muchas otras casas de vecinos, padrinos y amigos…. Así de queridos eran los pequeños por su comportamiento y por el cariño a Francisco.
Don Pancho era alegre y bromista. Célebre es la expresión: “Chiste de papi” que fue dicha en su casa por años. Hasta en la recta final de sus días, aunque le costara un poco de trabajo hablar con alguien, siempre tenía una salida ocurrente para amenizar la charla.
Se ha hablado de muchas facetas de don Pancho y no se puede obviar la de hijo. Él acompañó durante muchísimos años a su madre enferma. De ella no se separó hasta que murió y estuvo con ella cabalmente: se hizo cargo de cuidarla hasta el último aliento, haciendo lo mismo con la tía Mari, de quien quedó a cargo una vez fallecida su hermana.

La vida de Francisco Romero Rebolloso, llena de entrega y trabajo para responder al cuidado de los suyos; de lealtad, solidaridad para quienes fueron acogidos en su gran familia extendida; de alegría festiva para celebrar a todos en sus momentos importantes; de enorme compasión, prudencia y discreción para cuidar de los enfermos y de gran sabiduría para compartir con la descendencia de todos los suyos, es motivo de agradecimiento y reconocimiento.
Gratitud porque fue bendito por lo vivido y también fue bendición para quienes coincidieron con él a lo largo de más de ocho décadas; reconocimiento porque al mirarlo es posible saber que sí existen las personas de bien, que sí es posible hacer aunque sea un poco de este mundo un mejor lugar para vivir. Hasta siempre.