José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí
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Frecuente, muy frecuente: "Oye, te voy a mandar mi cv... a ver si puedo dar unas clasecitas".
El interlocutor se ha quedado sin empleo o está en la zona de recién egreso de la Universidad. Cada vez más cuando escucho (o leo a través de mi servicio de mensajería) viene a mí la imagen del despachador del carrito de la esquina, o del tendejón de barrio; incluso de la tienda de conveniencia o una cadena como WalMart.
Pareciera que educar es dar clases, que se expenden a los alumnos y a sus familias. Los docentes despachan la mercancía que les entregó el dueño del changarrito o el gran almacén, empaquetado en forma de clases. Entre mejor se entregan las clases, más cerca pueden estar de su distintivo del empleado del mes (Todos creen que saben educar)
Sí, sé que suena cruel, pero pareciera que eso de dar clases -que no educar- consiste en tomar un programa, encontrar en él un temario, buscar los libros que desarrollan esos temas y transferirlo en forma de sesiones en un salón o en una computadora a los alumnos... Puede ser tan sofisticado como se quiera, pero al final la transacción pareciera ser esa.
Y lo peor: el educador solo entrega en el mostrador los paquetes prefabricados que le entregan el Estado o el dueño de la escuela y no se siente protagonista de una propuesta humanizante que le valga la pena para entregar el pellejo en el acompañamiento educativo, para acompañar la inmersión en el patrimonio humanizante y el despertar a la transformación de mismo cuño.
Y en la vida diaria, cuando egresan más allá del tendejón o almacén llamado escuela, instituto, colegio, universidad, las personas afrontan la labor de construir su existencia bastante más indefensos de lo que su certificado de estudios y sus títulos académicos parecieran decir. Y es que educar es más, mucho más que dar clases y ser educador es -simétricamente- mucho más que administrar temarios y recetarios de habilidades y conductas esperadas cual empleado de anaquel o mostrador.
Educar en las instituciones educativas (valga la redundancia) es acompañar los proceso por los cuales las personas responden a su llamado humanizante de construirse personas, por, con y para los demás, encargándose del mundo; y hacerlo profesionalmente, de manera intencional, dialógica, razonablemente fundamentada y apoyada en una praxis coherente los procesos.
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La persona educada tiene herramientas humanizantes:
- Es capaz de entender el mundo a partir del patrimonio de explicaciones y conocimientos que otros han construido, pero con la curiosidad para desentrañarlo más allá de lo que siempre le han dicho, de lo que aparece a primera vista (es una persona crítica).
- Puede resolver problemas y situaciones que en la vida cotidiana personal, laboral, social se le presentan y para ello es capaz de utilizar respuestas que ya existen, pero puede generar opciones si estas son insuficientes (es una persona creativa)
- Disfruta la vida porque sabe poner en juego sus sentidos y sentimientos, los afectos y emociones que lo alertan sobre lo que puede valer la pena o aquello que tal vez no sea tan humanizante en algún momento; es capaz de estimar las "cosas buenas de la vida" y con mucha más razón estimarse a sí misma (es una persona integrada afectivamente).
- Asume el desafío de decidir discerniendo aquello que puede realizarlo a él más por, con y para los demás porque responde mejor a los desafíos para que el mundo sea más humano. Se arriesga a hacer opciones éticas y no solo morales (es una persona libre)
- Dialoga, interactúa, vive la existencia como una corresponsabilidad de ser más por, con y para los demás. Sabe que sin los otros su yo no sería sino un famélico fantasma; pero que reducido a los demás, sería un ser vacío. Se vive colaborativamente para construir una identidad robusta, pero abierta a los demás y al mundo (es una persona solidaria).
- Arriesga sus posibilidades, porque aunque vive entrañablemente su aquí y ahora, sabe que ser humanos es trascender, ir más allá, no detenerse, no quedarse atrapado en el pasado o en la inmovilidad del presente, pues logra construir sentidos últimos de vida (es una persona abierta a la trascendencia).
En resumen, la persona educada es autónoma en la apertura de relacionarse consigo, con los demás, con el mundo (Las cuatro C de una educación pertinente para nuestro tiempo). Y llegar a ella no sucede solo por asistir a clases, acreditar asignaturas, cumplir los requisitos de vestimenta, "buena conducta" y obtener calificaciones y grados académicos que engalanan las egotecas familiares. Y a eso se refiere la calidad educativa (Hablemos de calidad educativa)
El Día Internacional de la Educación, instaurado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 6 de diciembre de 2018, para que en esa efeméride mujeres y hombres de todo el mundo nos demos la oportunidad de volver mente y corazón al sentido y significado del derecho humano a la educación, que es motor de paz y desarrollo humano integral. ¡Pero se trata del derecho a una educación de calidad!
En el nivel más elemental y según datos de la UNESCO, hay en el mundo 244 millones de niños y jóvenes sin escolarizar y 771 millones de adultos analfabetos (https://www.unesco.org/es/days/education) sin contar los enormes porcentajes de personas que al final de su educación básica no pueden lidiar con el mundo por carecer de competencia matemática y lingüística... (Analfabetismo e incompetencia comunicativa). La SEP en su Estrategia Nacional para Promover Trayectoria Educativas Completas, Continuas y de Excelencia, habla que en 2017 había niveles mayores al 64.5 y 33.8% de carencia de logro educativo en matemáticas y lenguaje y comunicación en alumnos de tercero de secundaria (Estrategia Nacional para Promover Trayectorias Educativas Completas, Continuas y de Excelencia)
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La salud física, social, ecológica son deudas pendientes, las personas no estamos preparadas para entendernos, atendernos, prevenir y potenciar estilos de vida saludable. Esto tiene enormes costos individuales, familiares, sociales.
En fin; parece que el punto está establecido... La educación reducida a dar clasecitas, a dar los temarios que alguien más designa, a utilizar sin más los libros de texto que otros escriben, a consumir los contenidos de las plataformas tecnológicas que alguien más diseña y que pierde de vista la formación integral de las personas capaces de encargarse de sí por, con y para los demás al tiempo que se encargan de humanizarse humanizando el mundo, no garantiza el derecho a la educación.
Puede resonarnos el lema 2023 del Día Internacional de la Educación: Invertir en las personas: priorizar la educación, es una buena invitación a vernos como diseñadores e instrumentadores de procesos educativos en las que el fruto del acompañamiento entre los seres humanos sea que realmente se pueda ser protagonistas de la propia vida, cocreadores de un mundo digno. Y en ese llamado humanizante todos tenemos cabida: padres, educadores, administradores educativos, dueños de escuelas, autoridades oficiales y, por supuesto, todos los educandos.
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