Cuidado y corrección: Socorro Romero Vargas
Llegó enero. Por allí en algún lugar de esos donde circula la información, se hablaba de un nuevo virus, que estaba impactando a los chinos... Algo tan marginal como lejano que nos tenía sin cuidado hasta que de repente en marzo todo explotó: muchas escuelas dejaron de tener clases a partir del puente del día 16, estábamos ingresando a las medidas sociales que la pandemia decretada por la OMS nos imponía para evitar el caos. El contagio mundial del VIRUS, dejaba de ser una noticia para volverse realidad.
Un malestar creado con buena voluntad
De repente estuvimos todos en situación de contingencia, con las medidas de aislamiento y distanciamiento que fueron dadas a conocer bajo el slogan "Quédate en casa". Ninguno de nosotros estaba preparado para hacer home office, ni para realizar las actividades de nuestra vida cotidiana en las paredes de la vivienda que habitamos, a través de tecnologías de información y comunicación.En muchos lados -no solo en México- la sola perspectiva de suspender las escuelas por más tiempo que cualquier periodo natural de vacaciones de primavera (Otoño en el cono sur) nos sonó tan descabellada, como el tener labores productivas conectados a cualquier dispositivo que nos permitiese mantenernos en línea. El crecimiento de las plataformas como Zoom, Google meet, Microsoft teams, atestigua de qué manera quienes contamos con acceso informático nos volcamos a continuar nuestra vida y su dimensión social y laboral aun con el virus rondando.
En casos de emergencia solemos ser solidarios, al mismo tiempo que temerosos. Me voy a referir al caso de los profesores, pero creo que aplica a otras muchas áreas laborales.
Se dijo: a continuar la escolarización desde casa. Con toda la buena voluntad, docentes de todos los niveles (aunque algunos más por coerción de sus instituciones) se entregaron a hacer lo que buenamente pudieron para que los estudiantes avanzaran en su formación. Lo mismo hicieron los padres de familia, sobre todo en los niveles básico y medio.
La esclavitud de vivir sin límites
Y de repente, al paso de las semanas había surgido la esclavitud del trabajo en línea: jornadas de muchas más de ocho horas "pegados" a las computadoras, originada y reafirmada en la solidaridad y el miedo a enojar a los jefes, a perder el trabajo.En algún lugar la supervisora de zona les pasa lista a los directores todas las mañanas, en otro la dueña de la escuela llama a los directivos a la hora que se le ocurre algo bueno; en otro más hay que atender a los "clientes" en horas y deshoras.
Tengo muchos conocidos que dicen que reciben -y atienden- mensajes de los padres de familia, de sus estudiantes y sus jefes durante todo el día, incluso en horarios de madrugada; quienes se quejan de que las tareas asignadas son tales y en todo momento, que los estudiantes no tienen más qué hacer.
Me parece que este es un momento muy oportuno para que niños, jóvenes y adultos aprendamos algo fundamental en la vida: establecer límites, ser asertivos en nuestros compromisos.
Estoy convencido que conservar un estilo de vida saludable implica establecer horarios y hacérselos saber a las personas con las que nos relacionamos: atiendo asuntos escolares de 9 a 3; si tienen alguna consulta, solicitud, etc. y me mandan un mensaje de Whatsapp, correo electrónico o llamada telefónica, con gusto los atenderé mañana (o el lunes, si se atraviesa un fin de semana), salvo que el asunto sea verdaderamente tan importante que si no es atendido todos los involucrados van a tener consecuencias que para ser asumidas requerirían incluso la modificación de las líneas de acción.
De la misma manera: los padres de familia deberían establecer que sus hijos no dedicarían a labores escolares ni un minuto más que los tiempos escolares; los empleados establecer los límites que deben atender sus jefes y viceversa. No es verdad que entregar todo nuestro tiempo y energía al trabajo nos hace más competentes, más productivos o más valorados; me atrevo a decir que eso nos hace menos valorados.
Pensar, relativizar, ubicar en su lugar a las emociones
Poner límites implica conectar cerebro y emociones... Sí, sentimos feo si no atendemos a bodoquito o sus papás; nos da miedo que los jefes se enojen y nos puedan correr. Nos produce satisfacción y un secreto pensar que nosotros sí podemos terminar el curso escolar como si nunca hubiera habido una emergencia. Pero si nos detenemos a pensar las cosas podemos ver ángulos que nos ayuden a relativizarlas.
Comencemos con el miedo casi patológico que los profesores, con mayor frecuencia los de escuelas particulares, pero no exclusivamente, experimentan por ser corridos. Si se le mira fríamente: solo un suicida correría a sus docentes, en mera pandemia, a punto de cerrar el ciclo escolar. Reemplazar a los profesores, establecer la dinámica de acompañamiento y trabajo que eso supone en la relación jefe subordinado y docente-estudiante, es verdaderamente difícil. No va a ocurrir que corran a todo mundo. Yo veo más fácil que nos sentemos a tomar acuerdos razonables para delimitar los tiempos laborales.
Ahora demos un vistazo a la labor escolar. La forma en la que se ha avanzado en los cursos ha creado una perversión en el proceso. Se ha abandonado la enseñanza-aprendizaje para caer en la tiranía de las evidencias (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/la-tirania-de-las-evidencias.html), realizadas en muchos casos sin sentido; damos clases en videoconferencia sin poder realmente dar clase, y terminamos malgastando el ancho de banda.
Si se le piensa con detenimiento y criticidad lo que hay que asegurar para cerrar el ciclo académico es realmente poco, fundamental y se pueden realizar actividades en estructura y medida sensata. Con ello ni los estudiantes ni los profesores malgastan su vida en una labor más parecida a la carrera del hámster en una rueda dentro de la jaula, que a una educación que tome en cuenta que su misión tiene más que ver en formar para la vida que en llenar temarios.
Entendiendo mejor la situación, sus implicaciones, lo que nos toca en ella, podremos ubicar mejor las emociones que nos produce y organizar mejor nuestro actuar para apuntar a lo fundamental, que tiene que ver con vivir dignamente.
Una vez pensadas las cosas (hay más cosas para reflexionar) y ubicadas las emociones será más fácil dar con libertad y sin remordimientos el paso definitivo: establecer los límites que son requeridos para una vida más saludable y una convivencia que gira en torno a las personas y no solo alrededor de sus roles y funciones.
Educarnos para vivir integral y saludablemente
Hoy urge una educación que prepare a todo mundo para la vida y una dimensión de ella es la de la asertividad que lleva a establecer los límites que requiere vivir humanamente y no solo sobrevivir laboralmente (y nos será muy útil salir formados en ello cuando regresemos a la vida diaria).
Han pasado suficientes días para organizar la solidaridad y resolver los problemas del trabajo desde casa, dando espacio a las diversas facetas que requiere una vida integral e integrada. Una buena tarea para lo que queda de las medidas de emergencia de la pandemia y más allá de ellas.
Un estilo de vida saludable (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2018/09/estilo-de-vida-saludable-con-que-se-come.html) implica educarnos para romper la esclavitud de no poner límites.
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