Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 26 de julio de 2020

¿Qué y cómo esperar del futuro? Apuntes sobre esperanza en tiempos oscuros

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más sobre el autor, haz click aquí

Tiempo para la esperanza


Es indudable. Hay muchas situaciones en la vida en la que las cosas nos resultan adversas, desconcertantes, amenazantes. Ante ellas confrontamos nuestra vulnerabilidad y de alguna manera nos invaden el miedo, la falta de certeza, la pérdida de las seguridades.
          Cuando ante el tastabilleo del presente pensamos en lo que sigue, lo que vendrá, hay una sensación de incertidumbre, de un futuro deseado "como antes" que no sabremos si vendrá y uno impensado que seguramente será el que vaya llegando, día a día, pero que nos atemoriza.
          Como todo proceso que se da en claroscuros podemos quedarnos inmóviles, desconcertados. También podemos echar mano del patrimonio de la espiritualidad y armarnos de esperanza, la seguridad de que un futuro con oportunidades humanizantes llegará. 
          Esperanza pasiva llaman algunos a la que se espera tratando sin más de acomodarse a las cosas como se presentan. Me parece a mí que es la que se produce cuando se vive la espiritualidad como algo separado de lo cotidiano, del lugar donde las personas tenemos que interactuar para concretar posibilidades vitales.
           Esperanza activa es la que se construye con un horizonte espiritual -que preña el futuro de posibilidades humanas- y una praxis sociopolítica en el que se trenzan lo fáctico con lo posible; lo dado con lo dándose y por darse.

Esperar integralmente

Hace algunos días me invitaron a un taller de esperanza activa, inspirado en la propuesta de Joanna Macy y Chris Johnstone, quienes en 2012 publicaron su propuesta / experiencia en el libro Esperanza activa. Cómo enfrentar el desastre mundial sin volvernos locos. El enfoque me parece práctico y aplicable en todas las esferas de nuestra vida. Lo comento brevemente.
           La Esperanza, cuando es totalmente externa al sujeto, se vuelve pasiva, como se ha dicho anteriormente. Depende de un ente como Dios o de la configuración del mundo que actúa independientemente de nosotros.
          Una visión más integral parte de que si bien hay muchas cosas que están por encima de nuestros afanes y voluntad, la suma total de las cosas nos incluye, porque somos fracción de ellas y una fracción que puede comprometerse no solo con el reino de las cosas tal y cual suceden; sino también con el de las cosas que pueden suceder y ante las cuales nos comprometemos para apostar a que sucedan.
           En la esperanza activa las personas podemos dialogar con la realidad y encargarnos de ella mientras nos carga porque ante escenarios oscuros entrevemos algo de luz y nos disponemos individual y comunitariamente a caminar hacia ella, sin perder de vista que la dualidad luz-oscuridad allí estará siempre.
           Me gusta el enfoque de la espiral del trabajo que reconecta de Macy y Johnstone y que presenta en Miguel González Martín en un texto de mayo del 2020 del blog jesuita Cristianisme i Justicia (si quieres leerlo, haz click aquí).
           Es posible ensayar creativamente soluciones posibles para las situaciones que se nos presentan -como la pandemia del Coronavirus y las consecuencias que conlleva- con cuatro acciones que no son linealmente rectas, sino simbólicamente espirales, como indicando la procesualidad de crecimiento humanizante que potencian.

Andar el camino  de la esperanza

https://wiccareencarnada.net/
Todo comienza -en primer lugar- con el agradecimiento, esta disposición que nos lleva a ver incluso en lo más oscuro la presencia de lo luminoso; es decir, incluso en la situación más desfavorable para el crecimiento humano es posible con mirada agradecida encontrar posibilidades para ser más, para ser por, con y para los demás, para humanizar el mundo y mundanizar lo humano (puedes leer este texto: 
Agradecimiento y esperanza). 
           Agradecer construye una perspectiva emocional e intelectiva de bien ser y bien estar que se vuelven la base para confiar en que si ya ha sido posible, podrá volver a serlo y que bien vale la pena trabajar por ello.
          En un segundo momento (que en realidad en la temporalidad es prácticamente simultáneo) hay que honrar nuestro dolor. Esto significa que hay un compromiso de no darle la palabra definitiva, esa que paraliza, que hace parecer que es real la existencia de la oscuridad total. 
          Darle la cara al dolor, nombrarlo en su origen y en su forma lo relativiza. Convierte las figuras de apariencia gigante en situaciones reales, ni más ni menos grandes e importantes de lo que son. Las ubica en el conjunto de las cosas, las pone en perspectiva. Permite ver que en situaciones dolorosas anteriores todo terminó pasando, porque no hubo mal que durara cien años ni cuerpo que lo resistiera.
          Y así, honrando el dolor es como lo inmovilizante se convierte en energía para el cambio, pone a las personas en el flujo de la historia y no en su contra, disponiéndole para seguir avanzando en la espiral del trabajo que nos reconecta con nosotros, los demás y lo demás.
           Si se quiere avanzar en el compromiso esperanzado, es necesaria una tercera acción: ver con ojos nuevos que significa varias cosas, pero nunca seguir mirando con ojos de caos y de destino malogrado lo que vivimos. Hay que dejar la visión limitante del "así son las cosas, ¿qué le vamos a hacer?"
           La visión de la esperanza es holística, mira la interconexión de las personas, las situaciones, las cosas y los sitúa en su horizonte más amplio, lo que genera una mirada del poder en la cual las personas también son protagonistas y no solo los acontecimientos (no cabe el fatalismo, solo el realismo de que la existencia no se reduce ni a lo que es la persona ni a lo que no es). Se deja atrás la vivencia del poder sobre (en cualquiera de sus dos vías el poder sobre mí o el poder que yo tengo sobre algo) para entrar en la dimensión sinérgica del poder con en el que el tiempo también es mirado ampliamente. 
           Cuando estamos desesperanzados y desesperados miramos las cosas de manera muy inmediata, sintiéndonos impotentes ante algo tan puntual. Una vez que nos esperanzamos vemos nuestro poder porque vemos que lo vivido procede de un pasado que lo fue acunando y no termina en el presente, pues se prolonga hacia adelante, con nosotros e incluso más allá de nosotros.
           Llegados a este punto, entramos en el cuarto escenario de la espiral: nos ponemos en camino, pues el agradecimiento, enfrentar el dolor generando una visión distinta de la realidad y nuestros procesos en ella nos han mostrado que mientras hay senda hay futuro, posibilidades, nuevos lugares a los cuales llegar.
          Los nuevos ojos nos han mostrado las cosas como son, pero también como entrevemos que pueden ser y la única manera de hacerlas viables es avanzar en su construcción, que si bien se concreta en la carne y los huesos de cada individuo, se vuelve obra en la comunitariedad, en la cual se comparten el desánimo y el ánimo, las incertidumbres y las certezas, la soledad de la espera con la comunión de la celebración de lo venido y lo porvenir. Es en comunidad que las frustraciones son solo notas del camino, pero no la melodía completa.
           Domingo Savio -adolescente del colegio de Juan Bosco a mediados del siglo XIX- hablaba de que la santidad consistía en estar siempre alegres. Y es que el gozo interior brota del saber con los sentidos, la mente y el corazón que cosas buenas están sucediendo, así que vale la pena continuar la senda. Es una especie de motor y brújula, pues si el desánimo cunde, en algún momento de la espiral estamos extraviados.

La dimensión socio-política de la esperanza

Proveniente del mundo de la espiritualidad -que solo cuando es inauténtica pertenece al más allá- se convierte en un compromiso con el más acá, desmintiendo al menos en parte la visión de que lo espiritual va en detrimento de lo material.
          Cuando se vive la unidad de lo humano y lo que humaniza se entiende que la esperanza lleva a un compromiso social y político. Nos convertimos en personas con el poder suficiente como para negociar con otros las acciones que hay que realizar para que lo incierto, "el caos" social no nos fagocite; para pasar de ser espectadores a ser protagonistas; de estar en las gradas a vivir a nivel de cancha. Y es que somos seres que nos construimos en la solidaridad y esta se concreta en la participación política (puedes consultar este texto sobre la dimensión antropológica de la solidaridad haciendo click aquí y sobre la politicidad de la existencia humana que se mal logra en el individualismo del idiota, el despreocupado de los asuntos de la polis, como lo llamaban los antiguos griegos. Haz click aquí)
          Soy consciente: los ciudadanos de final del siglo XX y los primeros lustros del siglo XXI podemos estar hartos de la política y de los políticos y hablar de la dimensión socio-política de la esperanza puede sonar anacrónico, inviable o manipulador para el beneficio de unos cuantos. Nos hemos llenado la boca para hablar del mundo fracasado que nos ha tocado vivir por la ineficiencia de la política. Pero justo este es de los puntos ante los que hay que generar una visión renovada.
          En el difícil terreno de la interacción de las personas y su circunstancia para construir posibilidades humanizantes hay que avanzar espiralmente, como se ha dicho: agradecer lo mucho que hay caminado (es muchísimo si se le mira humildemente como exige ser realista) sabiendo que lo doloroso en algún lugar ofrece oportunidades que se descubren miradas las cosas de otra manera hasta asumirlas al andar caminos renovados o incluso nuevos.
           Sociopolítica no es magnificencia, sino pequeñez; no es soberbia, sino humildad. La suma de las interacciones es de muchísima humanización que se construyó un paso a la vez, sin prisa, sin pausa, como todo lo que en realidad va logrando el compromiso ciudadano cuando se enfrenta a los problemas cotidianos y también a los extraordinarios. La concreción sociopolítica de la esperanza es un andar que suma, especialmente cuando parece que todo a nuestro alrededor resta.