Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 2 de octubre de 2022

¿Paz interior? ¡CIaro!, pero...

José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del actor, haz click aquí


Recién participé en un par de paneles sobre prácticas exitosas en la promoción de la convivencia escolar libre de violencia en educación media y superior. La organizó la Secretaría de Educación de Guanajuato, con motivo de la Semana por la Par que se realiza cada septiembre.

              Compañeras de diversos bachilleratos e instituciones de educación superior nos compartieron las iniciativas para crear y reforzar la cultura de paz en sus comunidades educativas.  Sus exposiciones fueron alternadas con preguntas del público presente.
          Justo en ese momento de intercambio, alguien puso en la mesa un aspecto muy importante cuando de convivencia y vida digna se trata: el de la paz interior. 

Nada te turbe... 



Vivimos un día a día intenso, convulso. Fácilmente puede traer consigo múltiples emociones: preocupación, enojo, temor, incertidumbre, desasosiego, nostalgia, sentimiento de frustración... La dimensión afectiva y emocional nos perturba, no nos permite estar bien, sentirnos bien e incluso nos impide tener una visión de lo que no somos nosotros mismos "desenfocada", por decirlo de alguna forma. Y no queremos vivir así.
            Desde tiempos antiguos distintas tradiciones -incluso filosóficas- somos invitados a buscar la imperturbabilidad, a la paz interior, como hoy gustamos decir. Esta nos permite situarnos ante nuestras propias emociones y frente a los acontecimientos del mundo y las relaciones interpersonales. 
          Encontrando la paz interior podemos lidiar con todo aquello que no depende de nosotros, encargándonos de aquello que sí: no permitirle que afecte nuestra tranquilidad; también con las opiniones de los demás que al permitir que nos afecten nos llevan incluso a la inmovilidad, al estrés, la ansiedad. 
           El escepticismo, el estoicismo, el cinismo, incluso el epicureísmo nos invitan a vivir así, a "no dar tumbos estando el suelo tan parejo" (puedes leer De lo que no se puede hablar, es mejor no hablar y ¿Para qué andar dando tumbos estando el suelo tan parejo? Reflexiones cínicas para nuestro tiempo). Y soy uno de quienes decimos que hay mucho que aprender de sus reflexiones para transitar en nuestro mundo tan complejo, productor de incertidumbre.
           Así que: ¿Paz interior? ¡Claro!, pero... no basta, no es suficiente. Incluso su exacerbación por motivos físicos, fisiológicos o emocionales, puede llegar a niveles de pasividad y falta de conexión con los demás, que terminan volviéndose en contra de la persona, alejándola de los demás, de las posibilidades comunicativas mínimas que requiere la vida diaria.
         Y todavía más: la paz interior puede ser ocasión de conformismo y de falta de compromiso con el bien común. Y así, se cae en el típico: "mientras yo esté bien, el mundo puede girar".

La paz requiere formas de vida pacíficas (aunque parezca obvio)


En los siglos XX y XXI nos hemos visto obligados a hablar de paz. No solo por los terribles acontecimientos vividos en sus lustros en prácticamente todas las latitudes y altitudes del mundo, sino también porque al profundizar en la toma de conciencia de la vida humana digna caemos en cuenta de que hay condiciones en las que existen mujeres y hombres de todas las edades con circunstancias y relaciones interpersonales que dificultan o impiden que vivan humanizantemente.
           Hay entre nosotros (y muchas personas más) una tendencia a pensar que para "vivir en paz" basta conque haya "ausencia de balazos", de golpes, de palabras ofensivas. Solemos tener una visión reductiva de esta problemática, pues en la "aparente tranquilidad" las personas y nuestras posibilidades de realización integral pueden ser violentadas.
          En los sesentas del siglo pasado se realizaron grandes esfuerzos de conceptualización, echando mano de tradiciones religiosas (como la del shalom bíblico), de las ciencias sociales, la ética, la filosofía política y la antropología filosófica (puedes leer ¿De qué hablamos cuando decimos paz? Entre la pax romana y el shalom bíblico).
            Johan Galtung introdujo un par de conceptos por demás interesantes: paz negativa y paz positiva. La primera hace referencia a la situación anteriormente descrita de aquietamiento de las formas violentas en los diversos niveles sociales; la segunda, a la generación de condiciones para poder convivir pacíficamente.
          Si vamos al terreno de la escuela o de la familia, por hablar de dos estructuras sociales primarias y fundamentales, podemos decir que se construye paz positiva cuando se dialoga, se crean normas (también leyes), se diseñan estructuras que permitan formas de actuar pacíficas, se realizan protocolos de actuación para resolver los conflictos de manera que se pueda seguir caminando para la consecución del bien común mediante procesos de conciliación, de mediación de conflictos en los cuales los involucrados apuestan a poner en juego lo que son, lo que saben, lo que tienen, lo que valoran para poder interactuar en pos de una forma de vida en la que en autonomía corresponsable nos encarguemos de lo que nos aqueja, de lo que nos condiciona, de lo que nos impide llegar a ser las mujeres y los hombres que estamos llamados a ser.
          Y es ante la paz positiva que la paz interior puede quedar en entredicho. Si por evitar dolores, angustias, ansiedades, nos desentendemos de todo aquello que está más allá de nosotros y que también existe; si nos despolitizamos (es decir, si dejamos de participar en la búsqueda y acción en pos del bien común, en la negociación de las influencias y el poder que suponen las relaciones humanas) perpetuamos los ciclos de violencia.
          Entonces... ¿debemos dejar de lado la paz interior, a la que hoy tanto somos invitados? Por supuesto que no, porque es una condición personal para lograr la libertad que el compromiso por la paz positiva nos supone. 
         Si nos paraliza lo que los demás dicen de nosotros,  o las frustraciones porque la realidad no funciona conforme a nuestras expectativas, o el miedo por todas las cosas que no controlamos de la realidad, entonces no podremos participar en las interrelaciones necesarias para convivir pacíficamente; 
         Pero si somos capaces de relativizar nuestras emociones, de entender los fenómenos externos a nosotros con mayor precisión y les quitamos el carácter de "monstruos de debajo de la cama", si nos vivimos en paz, entonces podemos ser agentes de paz positiva... de que este mundo sea más "como Dios quiere" en los niveles y espacios en los que sí podemos influir directamente, como nos invita el decálogo por la paz que emitió Mons. Castro, obispo de Cuernavaca, en la VIII Caminata por la paz (Un decálogo por la paz... un llamado humanizante de urgencia)
           Los que vivimos son tiempos complejos, desafiantes, provocadores de humanización. Son tiempos para la paz, para la convivencia pacífica lo mismo que para la paz interior: ¿cómo queremos asumirlos?

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