Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Que se nos van... que se nos van

Catalina Díaz Tapia
Edición y corrección: José Rafael de Regil Vélez y Socorro Romero Vargas

Presentamos este texto de Caty Díaz. Es un primer apunte sobre un tema que toca la esencia de nuestra convivencia y por lo tanto de nuestra constitución como personas que somos y existimos por, con y para los demás en el mundo que nos tocó vivir y en el que estamos invitados a crear estructuras humanizantes en las que podamos actuar promoviendo la justicia, la fraternidad, solidaridad creativa.
¿Cómo nos relacionamos con los ancianos? ¿Somos capaces de crear formas de interacción que los invite a vivir sus últimos días con dignidad, sabiéndose y experiencíandose muy humanos?



Cuando los nuestros van envejeciendo

Foto: Rosy Alatorre
Últimamente he estado recibiendo bastantes noticias acerca de algunos seres queridos ancianos, quienes por diversas enfermedades, o sólo el desgaste de la vida, ya sentimos que se van… se nos van.
         Las circunstancias son únicas para cada caso, sin embargo noto que hay conductas recurrentes para buscar las mejores formas de que se curen y tenerlos “como antes”, enteros y fuertes. Pero no es real y sufrimos, nos enojamos y hasta les gritamos, porque son necios y NO hacen lo que, según nosotros, es “lo mejor“.
          De todo he vivido, visto y escuchado en cuanto a opciones para comenzar a atenderlos,  comento sólo algunas, sin generalizar, sólo como opinión.
         Después de un primer susto por una caída menor, mientras aún caminan y se atienden solos, una llamada o visita es suficiente.
          Cuando ya hay caídas más frecuentes o una muy fuerte y olvidos más notables, se considera ir a dormir y luego vivir con ellos. Es frecuente, al principio, la rotación de hermanos para hacerse cargo, y a veces contratar personal externo. En el mejor de los casos, algunos consideran terapia física y psicológica…
Foto: Fernando Ríos y Valles
         Al ir avanzando la edad o la enfermedad se intentan tratamientos y remedios de todo tipo, y es más difícil cuando cada familiar se convierte en “médico” y quiere imponer su opinión diciendo a los demás lo mejor que pueden hacer. Las relaciones entre familia se quiebran cuando la situación va sumando tiempo mientras el anciano, irremediablemente, se deteriora cada día . Es muy desgastante y genera tensiones y desconfianza, se forman bandos y dejan de comunicarse.
         He visto y escuchado a muchos hijos desesperados batallando con sus padres todos los días, peleando porque no comen, no se toman las medicinas, no quieren caminar, son muy lentos, quejándose que son aburridos, que todo lo repiten, que todo se les olvida, que no llegan al baño, se tiran encima la comida, que huelen feo… Ellos sienten la misma impotencia…
         También me ha tocado oír de personas que al ver un deterioro más grave dicen cosas como “yo ya me despedí desde hace tiempo”, “esa no es mi abuela”, “prefiero quedarme con la mamá sana”.
La imagen puede contener: 4 personas, personas sonriendo
Foto: Rossina Betancourt

        El proceso es difícil y rara vez se pregunta al afectado si está de acuerdo con las decisiones que se toman. ¿Quieres el tratamiento del señor buenísimo de Orizaba?, ¿qué opinas de que te pongamos células madre?, ¿te interesa probar la orinoterapia?, ¿estás de acuerdo que te demos flores de bach, tinturas y aromaterapia ?, ¿te parece bien que se intente extirpar parte del tumor?, ¿quisieras ponerte la diálisis?… Y mucho menos se les explica de qué se tratan. Lo más que escucharán son frases como: “coopera que es por tu bien” y ”ya verás que te sentirás mejor”.
          Algo más que se hace,  además de no darles información sobre sus padecimientos, es ocultarles la muerte de alguien. Tienen derecho a saber y decidir (mientras sean capaces). A angustiarse y a llorar las pérdidas, internas y externas.
         Ellos tienen tanto miedo como nosotros: a la enfermedad y los tratamientos, a los susurros y caras tristes, a no poderse mover y acabar solos en un cuarto, a olvidar y ser olvidados, al dolor y al silencio, a la muerte..

Viviendo con mi viejo

Aunque es doloroso tener presente que se deterioran, física y mentalmente, también debemos aprender a asimilar y a DIMENSIONAR la situación. Precisamente por no darle la seriedad que se requiere, se pierde esa dimensión y se tiende a minimizar al anciano y su estado, diciendo “¿no quieres curarte?”, “es que eres necio”, “estás haciendo berrinche”, “al rato se te pasa”. Como ya mencioné, tienen miedo, se sienten impotentes y reaccionan como pueden.
La imagen puede contener: 2 personas, personas sentadas
Foto: CIPAV UII
         Como una reflexión muy personal, de verdad creo que mi labor con quienes tengo cerca, y es inevitable ver como se apagan es, en resumen, hacerles más llevadera su despedida, con las menores molestias y el menor dolor posible (emocional y físico). Todo en la medida de mi cercanía, mis posibilidades y mis ganas…
          Al preguntarme hoy el cómo, no puedo evitar pensar en mi papá. Al principio  muy responsables, todos cuidamos a más su alimentación, y estuvo bien, ya que él lo asumió. Sin embargo de vez en cuando tenía ganas de unas tortitas de camarón o enmoladas, y yo me lo llevaba al mercado. El sonreía y comía contento, disfrutando en la complicidad del delito cometido. Me encantaba oírlo hablar de sus últimos dos grandes amores (dos de sus nietas).
          Él se fue en dos años y medio a partir de que empezó con la diálisis y hubo de todo entre hermanos. No fue fácil ni bonito ver el deterioro, sin embargo nos dio tiempo de ir despidiéndonos de él. En lo personal a escuchar con una sonrisa sus historias una y otra vez, preguntarle sobre su niñez, sus amigos, lo que le gustaba, acompañarlo a ver deportes en la tele y dejar que platicara de ello, y claro, cumplirle un antojo…
          Entonces, ¿qué nos quita apapachar tantito a nuestros viejitos? Démosles chance de, responsablemente, darse sus gustos, llevarles su helado, un taco, un dulce, un tamalito, un pan… Y si su físico se los permite, llevarlos a un último paseo a la playa, a la montaña, al parque Juárez…  ¿Qué nos cuesta respirar e intentar no perder la paciencia ante sus olvidos, su torpeza y su lentitud?

Con nuestros viejitos... sí se puede         

Sí se puede. Sí se puede cuidar su aseo, vestirlos lindos, que coman sano y tomen agua, que tomen a tiempo sus medicinas, que se muevan (si aún pueden). Sí se puede hacer que se sientan importantes y acompañados. Siempre hay una solución. Encontrémosla.
Foto: Mary Chávez Tamayo
          Escuchemos sus historias, reales o ficticias, platiquemos con ellos de lo último que pasa en la familia, que se sientan incluidos… amados. Si lo olvidan no pasa nada. Es nuestra actitud y cariño lo que ellos perciben.
          A mi parecer mi papá tuvo un estupendo final al disfrutar muchísimo sus últimos días, rodeado de nosotros y sus nietos, en un lugar donde no olía a medicinas sino a comida, donde el escuchaba risas y voces de niños, y donde se seguían haciendo bromas. Al final, estoy segura que trascendió sintiéndose profundamente amado.
         Quisiera, que la gente cercana que escucho ya está caminando a la eternidad, pueda sentirse igualmente amada al dar su último suspiro.




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