Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 13 de julio de 2025

La educación de los leones no es como la pintan... ¡ni los leones tampoco!

 José Rafael de Regil Vélez. si quieres conocer más del autor haz click aquí

Desde el 2007, cuando fui invitado a dejar de trabajar exclusivamente con estudiantes de licenciatura y posgrado para encargarme de la dirección de una preparatoria, muy rápidamente comencé a escuchar frases de parecidas a "qué difícil es trabajar con los chavos de prepa", o "vaya que los maestros la tienen difícil con muchachos de esa edad".

Supongo que los comentarios provenían de la propia experiencia juvenil, de las relaciones tenidas con hijos o sobrinos de entre 15 y 20 años o por la muy extendida idea del "difícil periodo de la adolescencia".

Han pasado más de 13 años. Y entonces como hoy sigo pensando: el león no es como lo pintan... Y es que en realidad me parece que cuando lo pintan lo hacen por lo que imaginan que es; por esa común distorsión que nos lleva a adoptar lo que se dice, todos instalados dentro de la misma caja, mirando lo que siempre nos han dicho que debemos ver y que a fuerza de repetirlo nos parece real.

Vivimos instalados en la creencia de que dado que los adolescentes, chicos o niños, como se les suele llamar, son demasiado ligeros, irresponsables, rebeldes; que no quieren tener que ver con los adultos con quienes existe un abismo generacional prácticamente infranqueable. Y apoyan sus constructos en los casos en los que los estudiantes de bachillerato, incluso de inicio de la universidad, rayan carros de profesores, se muestran rebeldes, "contestones y criticones"; en el desmedido relajo que echan cuando están juntos en el lugar al que los educadores los obligan a ir. 

En las escuelas, cuando se lleva a los alumnos a un auditorio, se pido a los docentes que se den vueltas en los pasillos, que los cuiden -como sinónimo de que los vigilen- porque al león hay que domarlo, someterlo... "¿educarlo?".

La "educación del león"

Comúnmente se piensa que al león hay que educarlo a partir de la desconfianza: en su capacidad intelectual, ética, de autodisciplina. Así hay que "controlarlo", diseñar las formas de relación suponiendo de antemano que en cualquier forma los leones son por naturaleza transgresores, incapaces de tomar decisiones y afrontar las responsabilidades de lo que eligen y hacen. A los leones nada les importa y no tienen valores. Ya no son como antes, en ese mundo idílico de la juventud de los educadores donde NOSOTROOOOOSSS sí teníamos valores, deseábamos aprender, nos comprometíamos con disciplina.

Y así... de tanto desconfiar, pareciera que estamos decididos a condenar a la infantilidad a quienes ya pueden ir haciendo su camino: los sobreprotegemos, para después quejarnos de que nada funciona con ellos... Generación, tras generación.

San Juan Bosco, allá en la primera mitad del siglo XIX, dos centurias hace, se enfrentó a desafío de educar jóvenes. Los albores de la revolución industrial en Turín conocían de la capacidad "feroz" de los "leones ". Tras años de guerras, perdida la población masculina "adulta" con hambre en las casas, multitudes de menores bajaban a la ciudad para buscar trabajo encontrando muchas veces explotación y muchas otras nada. Unidos para sobrevivir, delinquían, parecían incorregibles. 

El sacerdote de origen campesino, que se sentía fuertemente invitado a hacer algo, pronto aprendió que había que mirar a los muchachos de otra manera, desde otra perspectiva, una real. Y para ello había que repensar también el rol mismo del educador. 

Pronto descubrió que no es verdad que los jóvenes no quieren tener que ver con los adultos; es más, se mueren de ganas de una presencia adulta en su vida; pero no cualquiera, sino de alguien cercano y al mismo tiempo razonable que muestre opciones para ir haciendo la vida de manera sensata... 

Y no por mero discurso y pontificaciones, sino porque se crean las condiciones para vivir las experiencias que lleven a ver, escuchar, oler, palpar, gustar, imaginar, formas de vida. 

El compromiso real con los jóvenes llevó a Don Bosco a vivir una educación que sí educa: diseñada de manera razonable, con una clara teleología y con una axiología definida (fines y valores humanizantes claros) se invita y acompaña a los dicentes -palabra hoy de moda- a ser lo que siempre debieron ser: protagonistas de su formación; acompañados para reflexionar lo que van viviendo; para ajustar sus acciones con la propuesta que se les hace; formándose mediante la participación en las actividades que preparadas con ellos y para ellos.

Educación juvenil en una libertad progresiva y acompañada para decidir como fruto de discernimiento y no de la mera impulsividad y que es capaz de ir comprendiendo las consecuencias de su actuar y responde ante ellas para sacar lo mejor posible y seguir construyendo una convivencia en la que la comunidad se educa viviendo los valores que la convocan y para los que forma.

Se trata de una forma de educar que parte de la confianza, que sabe que toda persona viene "equipada" para ser la mejor persona que puede ir siendo, vez por vez, en un proceso individual y comunitario; en un ambiente de familiaridad en la que muchos se pueden sentir invitados a sacar de sí la mejor persona que puede ser; el mejor ciudadano y -en términos del sacerdote educador- el mejor cristiano que le toque ser, en el mundo que le toque vivir.

A la educación de jóvenes en las que se les acompaña creando condiciones para que se vuelvan protagonistas de las experiencias y las reflexiones que les permitan formarse, en la que se les acompaña con mucho diálogo y con preguntas finas para entender realidades, ver posibilidades y encontrar valores, se le denomina hebegogía... 

Y la hebegogía la típica educación de jóvenes que nos han pintado; sino una en la que realmente se avanza desde lo que se es, a lo que puede ser; partiendo del mundo que ha tocado vivir y avanzando aunque sea milimétricamente al que es posible construir para vivir aunque sea un poco más humana y dignamente. 

Y el león no es como lo pintan; sino una persona

Si algo he aprendido a lo largo de cuatro décadas de educador; es que hay cosas que los humanos hacemos; por ser personas, no por ser jóvenes o adultos. Cada uno no sabemos cómo reaccionaremos en un apasionamiento, somos capaces de mentir como primera reacción para proteger nuestro yo expuesto, incumplimos compromisos, nos rebelamos ante imposiciones que nos parecen insensatas (aunque sea de manera soterrada y silente). 

Como director de bachillerato he visto comportarse de manera muy similar a estudiantes, profesores y padres de familia. Y he visto que cuando los educadores partimos de esta realidad compartida y entendemos que tenemos que crear las condiciones para poder convivir partiendo de esta realidad pero apuntando a las posibilidades humanizantes que tenemos todos, a cualquier edad, y ponemos la experiencia de haber ido aprendiendo a personalizarnos al servicio de la experiencia de quienes nos siguen, nuestros sucesores, todos nos formamos: inicial y continuamente.

El joven es una persona. Desea lo que necesita para construirse persona. Valora cuando encuentra cosas que realmente son sensatas para construirse humano. Viene equipado para ello.

Con toda honestidad puedo decir que en mis años de educador juvenil y de formador de educadores juveniles no he encontrado la caricatura que siempre escucho decir cuando los "adultos" se refieren a los "muchachos", ni he experimentado que la labor sea algo difícil. Solo se trata de partir de la humanidad compartida de manera cercana, afectuosa, amable, y de dialogar una y otra y otra vez para encontrar lo más razonable para construirnos humanos. 

E irlo haciendo cada vez más profesionalmente, sistematizando métodos, materiales, estructurando formas de relacionarse y convivir para que las personas -que no leones- vivan experiencias hebegógicas, que no domesticación de los felinos tan traidos y llevados en estas líneas.

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martes, 8 de julio de 2025

Antes que hija o hijo... Se es y se está llamado a ser persona

José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí 

Escribo estos párrafos en el contexto del cierre de un ciclo escolar. En los últimos días han venido a mí diversas escenas vividas por mí, y las narraciones que he escuchado o leído de mis colaboradores y exalumnos.

Podría comenzar con cualquier anécdota, pero lo evitaré porque quien me lea habrá visto u oído al menos una situación en la que verá concretada mi preocupación.

Me he topado a lo largo de ya décadas con personas -padres o madres de familia en general, pero también uno que otro abuelo o tío- que han olvidado que las personas somos eso antes que ser hijas o hijos, nietas o nietos, sobrinas o sobrinos.

La frase "es que uno haría cualquier cosa por un hijo" ha estado de muchas formas ante mí y la mayor parte de las veces de manera en realidad poco humanizante. Suele ser pronunciada por quien ha decidido actuar por encima de la capacidad de su hija o hijo para afrontar la vida o para aprender a afrontarla.

En nombre de la paternidad o la maternidad se es capaz de tomar las decisiones que corresponden a los vástagos, de encubrirlos, de querer tomar el lugar que estos tienen en la responsabilidad de los propios actos...

Y es que cuando se ve al hijo o la hija antes que a una persona se deja de lado lo más valioso que puede haber en el ser humano: la libertad; es decir, la capacidad de construir la propia vida, tomando decisiones para afrontar los desafíos que uno mismo tiene delante de sí; que nos plantean las relaciones interpersonales, que nos suponen el mundo en el que nos ha tocado vivir... Y hacernos cargo de lo que va sucediendo en el proceso, respondiendo a los efectos de nuestra propia vida, responsabilizándonos de las consecuencias de decidir, sean las que fueran; por desagradables que pudieran llegarse a presentar.

Nadie nace siendo libre. Hay que aprender nuestra propia libertad y solo se puede crecer libremente actuando como persona libre. Decidiendo por, con y para los demás, pero haciéndolo uno mismo.

Cuando se ve solamente al hijo o a la hija siempre viene la tentación de evitarle los dolores, los sufrimientos que implica decidir y se hace impidiéndolo decidir, asumiendo un papel que no corresponde y dejando de lado el que verdaderamente se necesita: acompañante de los procesos de libertad.

No digo que a las personas los padres las dejen abandonadas sin más a la vida, para que que se hagan responsables en absoluta soledad y en el total desamparo. Tamaña irresponsabilidad encontraría muy pocas posibilidades de ser excusada.

Lo que intento señalar es que traer personas al mundo nos pro-voca a convertirnos en acompañantes que estamos al lado de ellas, en mayor o menor medida según su edad y el aprendizaje de la libertad propia que vayan haciendo. Proteger, no sobreproteger; dialogar las posibilidades y no solo imponer lo que se considera que sea mejor para ellas; estar al lado para alegrarse con los aciertos y para sortear los sentipensares que devienen de los desaciertos.

Ser padre o madre es abrirse al aprendizaje de la confianza en las capacidades filiales; modelar formas de actuar y decidir, no suplantarlas; empoderar, no reducir a la impotencia.

Las personas vienen equipadas para construirse tales, para construir su pequeño mundo y aportar al gran mundo. Las herramientas humanizantes son las que tienen que ver con  la afectividad, la emocionalidad, la capacidad de entender y pensarse a sí mismo, a las relaciones, a los problemas y virtudes del mundo; las de interacción, colaboración, fraternidad, solidaridad y subsidiariedad; la toma de decisiones en pro del bien común y el individual. 

Y estas potencialidades humanizantes se desarrollan cuando la familia, las instituciones educativas cuentan con otras personas que acompañan el proceso de aprender a ser humanos; y se atrofian cuando los demás suplantan a alguien en la tarea de ser humanos.

Nada hay más doloroso que ver personas de 40 o 50 años, incluso un poco mayores que eso, incapaces de hacerse cargo de pagar la renta, de solucionar los problemas de tener una propia familia, de conservar un trabajo, de mantener relaciones a lo largo del tiempo, solo porque a sus papás se les olvidó que antes que hijos, son personas que vienen equipadas para irse formando en eso de ser más por, con y para los demás, humanizándose al encargarse del mundo, de la realidad que se los carga, pero que al mismo tiempo les da muchas oportunidades humanizantes. 

Mujeres y hombres reducidos a la niñez porque a sus papás los dominó el miedo a que sufrieran; porque los venció la desconfianza en ellas y ellos y solo confiaron en que por ser mamás o papás sí estaban maduros para enfrentar lo que viniera... Porque se les olvidó que un día no estarían y el mejor legado para alguien es que pueda ser muy él o ella misma, capaz de interactuar con, por y para los demás en esa tarea que llamamos vivir la vida.

Sí... Antes que hija o hijo se es y se está llamado a ser persona. 

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domingo, 29 de junio de 2025

Si quieres la paz, prepara la paz (si vis pacem, para pacem)

 José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

Esta mañana leí un artículo de Fabio Colagrande, que me pareció no solo interesante, sino pertinente (https://www.vaticannews.va/es/mundo/news/2025-06/los-papas-y-la-doctrina-social-la-paz-mas-alla-de-la-disuasion.html). Me empujó, tal cual, a construir y compartir este apunte para nuestro caminar en el que la paz pende -otra vez y de muchas maneras de un hilo.

De manera sencilla, puntual, el autor nos llama la atención sobre el límite de la teoría de la disuasión, que encuentra en la frase latina Si vis pacem, para bellum (Si quieres la paz, prepárate para la guerra); límite percibible prácticamente para todos nosotros.

Al reflexionar, trae a colación a los papas Juan XXIII (Pacem in terris) y Pablo VI (instaurador de la Jornada Mundial de la Paz en 1967). Esos obispos de la ciudad de Roma y Pontífices del mundo católico, llamaron la atención de sus contemporáneos y ahora la nuestra sobre los límites de la teoría y de la actitud de la disuasión: aprovechar los tiempos de paz para llenar sus arsenales de armas, con el pretexto de estar listos "para la defensa", de amedrentar al otro provocándole miedo y sumisión. 

Ambos prelados vivieron en los tiempos de la carrera armamentista de la guerra fría y supieron por sí mismos y por los testimonios de millones de personas que el pregonado para bellum conduce necesariamente a gastos de cantidades incomprensibles en ejército e instrumentos que son diseñados para sembrar muerte y dominio y también a la sensación permanente de angustia y miedo por la siempre presente posibilidad de la ruptura del equilibrio interrelacional que puede llevar a muerte, dolor, destrucción, sufrimiento y, ya entrados en cuenta, al exterminio.

Desde entonces se ha hablado de lo que se puede hacer con tan solo porciones del presupuesto de defensa de países y bloques internacionales: avance en todas las materias de desarrollo humano que son parte esencia de la construcción de la paz en un marco de derechos humanos: salud, educación, construcción de infraestructura, abatimiento de brechas tecnológicas. Máxime si las personas se relacionan e interactúan más allá del miedo, la subordinación servil y el sometimiento.

Si vis pacem, para pacem... Si quieres paz, prepárate en la paz para la paz, construye la paz, genera relaciones de convivencia pacífica, apuesta por las condiciones necesarias para vivir en la dignidad de ser personas humanas... Y aprende a resolver dialógicamente los conflictos que se desprenden de las contradicciones propias de la búsqueda de la satisfacción de todo tipo de necesidades humanas.

Para vivir en la paz, vivir construyendo paz... 

La paz, lo he escrito muchas veces (sigue este hipervínculo para acceder a los artículos https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/search/label/Paz), no es producto del azar, de la alineación de los planetas, de "levantarse y decretar su existencia". Es un proceso que se construye día a día y en todos los niveles: la paz interior, en la familia, la colonia, la ciudad, el estado, el país... Y también en las relaciones internacionales.

La paz es una forma de vivir en el que se apuesta porque las personas tengamos lo que necesitamos para ser más plenamente tales en la situación en la que nos encontremos. Tiene dimensiones interiores afectivas, intelectivas, volitivas, psicológicas, pero también condiciones externas y que se han ido explicitando en lo que hoy conocemos como derechos humanos, de todas las "generaciones", en todos los aspectos de la vida.

Si vis pacem, para pacem... Sea cual sea tu nivel de interlocución. 

  • Creo que hay algo que realmente nos ha dejado en claro el primer cuarto del siglo XX: la importancia del mundo interior, la salud afectiva y mental, la paz interior (puedes leer https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2022/10/paz-interior-ciaro-pero.html). Importante, decisiva, pero no suficiente.
  • La paz en la familia, lugar en el que mucho más fácilmente se dan faltas de respeto, abusos, discriminación, la mala comunicación y la silenciosa, pero no menos destructiva, indiferencia.
  • Los lugares de nuestra actividad cotidiana: la escuela o el trabajo, en el que fácilmente la irresolución o mala solución de conflictos deviene en violencia escolar o laboral con sus manifestaciones diversas: cibernética, psicosocial, verbal, sexual, física. Hemos avanzado mucho como sociedad para comprender estos fenómenos, sus causas y comenzamos a tener una mejor idea de la importancia de generar una cultura de paz y de atender las incidencias que denigran y por ello son violentas.
  • Los medios de comunicación y las redes sociales nos hablan de la violencia en las calles de nuestros lugares: desde las ladies y los Lords, las golpizas entre automovilistas, con los motociclistas, hasta las muertes por extorsión, ajustes de cuentas, disputas por territorios delictivos.
  • Sin ser tan cruentos, sangrientos, existen las situaciones en las que al cobijo de las estructuras jurídicas, económicas y políticas mujeres y hombres son defraudados, mueren por negligencia médica, son encarcelados por incompetencia o abuso de quienes han estudiado derecho y ejercen en juzgados, fiscalías y tribunales.

Y en ninguno de los ámbitos señalados la paz será una resultante cotidiana de la violencia. 

El jefe autoritario -quien en el miedo que le produce sentirse falto de autoridad termina convertido en acosador, abusador, denigrador- logra muy poco en su equipo de trabajo reforzando sus actitudes violentas. Logrará mucho más en una estructura participativa, en la que han sido construidas adecuadas estructuras de planeación, evaluación y reconocimiento de las personas. 

Se pueden decir cosas semejantes de los padres y las madres de familia, los educadores, los servidores públicos que no logran causes pacíficos para su interacción y convivencia cotidianas.

Preparar la paz... educando

No puedo cerrar esta reflexión sin volver a poner el dedo en el renglón. La única forma en la que las personas podamos construirnos actores y actrices pacíficos es aprender a vivir en la paz para la paz, en procesos educativos que nos permitan vivir pacíficamente y entender las condiciones, necesidades, métodos y técnicas para sortear cosas tan humanas como las irresponsabilidades que terminan afectándonos a muchos, los conflictos, los malos manejos socio afectivos, las violencias.

Las familias, las escuelas, las demás instituciones sociales que educan, están éticamente impelidas a tener pedagogías, hebegogías, andragogías de la paz; a conducirse creando de manera consciente ambientes en los que se concrete la cultura de paz: es decir, cultura en la que las personas compartan significados sobre la interrelación pacífica y compartan un mínimo de valores para interactuar juntos salvando no solo el bien individual; sino de alguna manera el bien común.

Procesos educativos para solucionar conflictos, para afrontar violencias con herramientas comunicativas, de la dinámica de grupos, estructurales, normativos... Procesos en los que quienes los viven tengan una forma cotidiana de vivir, que tenga espacios de reflexión para evaluar su convivencia, para entender cómo se construye la paz para la paz. 

La carrera armamenticia comienza en casa, la escuela, el trabajo, los centro sociales, y no solo con las armas físicas, sino con todo el arsenal que podemos acopiar para abatir física, psicológica o éticamente la vida propia y la de los demás. 

Hoy, como siempre, invertir en sumar humanidad antes que solamente en herramientas de defensa, sigue siendo sin duda, una apuesta más viable tanto para lo inmediato como para lo mediato y macro, como los conflictos macros (nacionales einternacionales) que tantos contemporáneos han matado y siguen matando.

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viernes, 21 de febrero de 2025

Compartir buenas noticias al educar: una misión trascendente para la escuela... ¿la única realmente viable?

Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí 

Edelvives -una editorial educativa internacional, perteneciente a la familia de los hermanos maristas- y UPAEP a través de la maestría en Innovación Pastoral en la cual doy clases, han lanzado un seminario virtual dedicado a educadores católicos y que ha sido muy bien acogido. Se cobija bajo el nombre de Emaús, que habla -como estos apuntes- de andar el camino. Ya había participado anteriormente en él.

Este año me invitaron para compartir mi experiencia y reflexiones en algo que me apasiona: el qué, el por qué y el para qué de la pastoral educativa en la escuela... o dicho de otro modo: la razón de ser de la escuela católica o de inspiración cristiana.

Antes de que mi lector salga corriendo por los significados muchas veces desfavorecedores de la expresión "pastoral educativa", permítame decirle que en este tema -como en muchos otros- no puedo desvincular mi propia historia y las convicciones más profundas, del diálogo que establezco con el público participante.

Y parto, en esta ocasión, de algo que llevo impregnado hasta los tuétanos: hay mujeres y hombres que hemos encontrado una buena noticia que no solo ha alegrado nuestros días, sino que nos hemos convertido con las palabras y las acciones en sus pregoneros: sí, sí es posible ser y vivir como persona nueva, renovada, capaz de poner su semilla para un mundo "más como Dios quiere" y hacerlo con alegría, fe, esperanza y mucho compromiso amoroso.

He dicho en otros espacios: de muy joven me encontré con Juan Bosco, un poco después con Ignacio de Loyola, Marcelino Champagnat y Juan Bautista de La Salle. Todos conocidos porque sus sucesores tienen grandes escuelas y sirven a través de ellas a millones de personas en el mundo. Ninguno de ellos -como yo tampoco- quería tener una escuela, poner una escuela, dar clases en una escuela. 

Cada uno, en su momento histórico, experimentó en lo más profundo de sí que Jesús vive y que es posible con él y en él ser personas libres, críticas, creativas, integradas afectivamente, fraternas y solidarias comprometidas de alguna manera con los desafíos de su tiempo (buenos ciudadanos) y en crear comunidades que vivieran una similar experiencia.

Y fueron a caer en la educación no formal y en la formal porque se dieron cuenta que educar es una manera natural de compartir que la persona nueva sí es posible. 

Una persona que tiene una mirada ética sostenida en una visión que se apoya en lo que le dan las matemáticas, las ciencias sociales y naturales la filosofía a partir de la cual es capaz de sumarse de alguna manera a la construcción del bien común en alguna de las miles y miles de tareas que pueden ocuparnos a los humanos.

Una persona capaz de interactuar con otros hasta llegar a formar comunidades familiares, laborales, en grupos sociales, que sean capaces de acoger a los otros y permitirse ser acogida. Comunidades que cuidan a sus miembros mientras cuidan el mundo a través de sus diferenciadas misiones. Comunidades comprometidas con el bien común y que articulan su vida con la persona al centro. 

Una persona que es capaz de buscar la verdad dándose a la tarea de entender cosas, de dialogar con el mundo, con la realidad contrastando su entender -lo que está en su cabeza- asintiendo, negando, respondiendo a los desafíos de lo que ellas mismas son y de todo lo que ellas no son, y que también existen favoreciendo, obstaculizando, posibilitando la vida humana digna.

Una persona que es capaz de ser servidora de los demás; es decir, que puede poner todo lo que es, lo que sabe, lo que tiene, al servicio de sí, pero también de los demás y del mundo que le tocó vivir; sin considerarse por ello inferior a nadie.

Y en la escuela: al dar clases, al propiciar un ambiente de convivencia pacífica, al posibilitar la participación de todos los miembros para ser realmente una común unidad de intenciones y acciones... se hace viva esa persona nueva, sin necesidad de "grandes tinglados" de parafernalia religiosa o laicista.

Bueno... de esas cosas hablé en una exposición de unos cuarenta minutos en el seminario y sobre eso dialogué con los participantes en otra tanda de más o menos el mismo tiempo en una sesión de preguntas y respuestas que me pareció interesante, porque muestra a mucha gente comprometida en hacer vida lo valioso de una educación milenaria puesta al día para los nuestros.

Es que sí, sí creo con la cabeza, el corazón y mis acciones que compartir buenas noticias al educar es una buena misión para la escuela y, para mí, la única posible y viable para realmente promover que quien sea parte de la comunidad educativa despliegue su potencial y lo comulgue con quienes coincide en ese momento de la vida y con quienes coincidirá en otros momentos y lugares.

Te comparto el diálogo que tuvimos en el seminario Emaús bajo el título ¿Qué significa vivirnos como escuelas en pastoral? Deseo que lo disfrutes tanto como yo lo hice. Te dejo el hipervínculo para que puedas ir a la grabación del "en vivo" que tuvimos a través del Facebook de Edelvives, que puedes ver a partir del minuto 10.30

https://www.facebook.com/share/v/1AFF7Rj1gR/




lunes, 3 de febrero de 2025

Afrontar el vértigo... de la incertidumbre

 José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí.

He sufrido vértigo de diferentes maneras, esa nada grata sensación de mareo e inestabilidad que hace sentir que uno se va a caer. El vértigo por altura es horrible. 

Recuerdo una ocasión, que subí al monumento de la Revolución, en la ciudad de México: conforme ascendíamos comencé todo comenzó a moverse, sentía una contracción en el estómago y cosquilleo por toda la parte media del cuerpo y comencé a experimentar ansiedad. Quería acabar lo más rápido con ese suplicio, replegarme junto a las paredes para sentirme más seguro, menos expuesto. De alguna manera eso palió mi malestar, pero no fue la solución. 

Cuando regresé al nivel de piso (planta baja) y pude volver a poner todo en perspectiva, todo cobró un nuevo rostro, dando pie -incluso- a la risa.

Hace unos cuantos días leí en el Facebook de mi hermano Francisco un texto publicado por un excompañero suyo en la licenciatura de ingeniería mecánica. En el escrito de su blog (Teorías de la conspiración, que te recomiendo por su contenido y el buen estilo de su autor) Luis Iturriaga discurre sobre la escapatoria fácil que son en última instancia las teorías conspirativas, que pertenecen a los sesgos cognitivos con los que los seres humanos afrontamos de manera fácil, simple -simplona o simplista- las cosas que no entendemos, que nos producen vértigo nomás de pensarlas en su complejidad o en su mediatez (o sea, que necesitamos utilizar algunos medios lógicos para explicarlas de mejor manera).

Y es que cuando tratamos de explicar cosas que desbordan nuestros conocimientos cotidianos, que cuestionan nuestro sistema de creencias sentimos "mareos y que nos vamos a caer", una experiencia de vértigo mental. Las cosas inciertas nos producen inseguridad y muchas veces ansiedad: no nos permiten vivir en paz respecto de lo que no entendemos.

En lugar de allegarnos con más paciencia mejor información, echamos manos de explicaciones que en un primer momento nos parecen lógicas sin siquiera preocuparnos de si pasarían la prueba de los hechos reales. 

Recuerdo a una señora, cuyo marido brillante -al menos así lo veían ella y personas cercanas a esa pareja- había sido despedido de manera inesperada de la empresa en la que el señor tenía un buen puesto. La consorte contaba a todo mundo que lo que pasaba es que le habían hecho política a su esposo, y contaba una trama de intrigas que le daban un carácter espectacular y martirial a esa situación.

No recuerdo que una sola vez ella haya hecho alusión a en qué consistía el trabajo que debía realizar su cónyuge, ni cómo había sido evaluado, ni si su contratación era permanente o por proyecto. Tampoco si habían cambiado las condiciones internas o externas del trabajo. 

Desde lo que hoy entiendo, ella tomó el elemento que más podría entender -la interacción política en las relaciones humanas- y lo magnificó para tener una explicación de las cosas que la dejara satisfecha, aun cuando aborreciera el resultado final. Todo solucionado.

Luis Iturriaga en su texto llama la atención desde su experiencia como administrador y consultor: no hay que adelantar argumentos ni hacer conjeturas hasta que tengamos la mejor información disponible, basada en los hechos y no solo en las percepciones o las suposiciones. 

Un día amanecí con vértigo. Hablé con una amiga mía, médica especialista en oído, me sugirió tomar difenidol, pero sobre todo observarme, porque una primera y sencilla hipótesis es que eso podría tener un origen postural, pero cabía una posibilidad de que fuera algo diferente. El Difenidol contendría las manifestaciones, pero lo importante sería el origen.

La superstición puede ser un placebo que nos haga sentir menos desafortunados, acongojados, intranquilos: la simulación perfecta del medicamento que nos cure. Pero no necesariamente nos lleva a la raíz de lo que queremos entender. La criticidad, la búsqueda de lo razonable, el uso de métodos lógicos nos pueden acercar más a lo que realmente sucede y con ello estaremos en condiciones de interactuar con los demás y la realidad de una manera más asertiva (te recomiendo: Las cosas no siempre son como se las piensa: ¿de qué podemos estar seguros?.

Educarnos personal y comunitariamente para afrontar el vértigo de la incertidumbre, convivir con las cosas que no entendemos y nos asustan, nos marean, nos provocan ansiedad; aprender a darnos tiempo y espacio para formular los datos, acopiar la información que nos permitan comprender mejor ante qué realidad debemos responder, de qué debemos hacernos cargo es una buena apuesta. Después de todo, con explicaciones falsas -aunque sean espectaculares como las teorías de conspiración- lo que va de por medio es, incluso, la viabilidad de nuestra vida misma, la posibilidad de abrirnos paso para responder más acertadamente a los desafíos de nuestro día a día, de la época en la que hemos de responder a nuestro llamado humanizante.


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