Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 8 de abril de 2020

Ante la crisis del 2020: la ética del cuidado como fuente de esperanza razonable

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Edición y cuidado del texto: Socorro Romero Vargas

En la comunicación con los conocidos, que  las medidas sociopolíticas de distanciamiento han permitido durante la pandemia del Covit-19, encuentro dos grandes tendencias: una es la muy sana comunicación llena de humor, que solemos denominar memes, acompañados de toda clase de juegos en redes sociales para socializar y entretenernos; otra es una que trata de atender  lo que sucede y  que se da en un talante de incertidumbre y para muchos cada vez más de desesperanza.
           Y esto segundo es comprensible: Vivimos un fenómeno de proporciones inimaginables apenas hace muy poco tiempo; muchos estamos en un encierro doméstico más o menos voluntario; nos llega todo tipo de información y nos preguntamos ¿qué está pasando?, ¿qué pasará?, ¿estamos preparados para sobrellevar una contingencia de este tamaño por todo el tiempo que durará, que de hecho, será mayor que el de la pandemia en sí misma, pues se atisba en el horizonte una gran crisis sociopolítica y económica?

Reflexión con sentido

          Y en este ir y venir de datos y opiniones un grupo de académicos del Centro de Investigación Social Avanzada quisieron sumarse a la construcción de la certeza y la esperanza emitiendo un documento titulado: Cuidar al otro. Consideraciones bioéticas ante la pandemia Covit-19.
          El equipo de 12 pensadores mexicanos, coordinados por Rodrigo Guerra, propone un camino que no parte de qué cosas hay que hacer durante y después de la pandemia, sino de la consideración de algunos criterios éticos, bioéticos, que pueden darnos luz a la hora de decidir lo que toque para encargarnos de la realidad en los ámbitos personal, familiar, de la comunidad política a la que pertenecemos, e incluso el global. Me parece que están convencidos que si los asuntos de fundamento quedan claros, se pueden afrontar mejor los asuntos prácticos.

          El texto es breve, puntual, de doce páginas tamaño carta. Está organizado en 14 numerales, reunidos en una introducción, tres planteamientos de reflexión y una conclusión. Cada numeral contiene un planteamiento de fundamentación o propuestas de consideraciones bioéticas a partir de las cuales considerar razonablemente nuestro actuar (ambas son funciones del pensamiento ético).
          Con un estilo directo y sólido en contenido, sin pretensiones academicistas, el lector es invitado a mirar la acción humana en la pandemia a partir de la dignidad inalienable de la persona humana y la debida responsabilidad de cuidar no solo de uno mismo, sino del otro, en especial el más vulnerable desde cualquier perspectiva que lo sea. La persona debe ser afirmada por sí  misma y no como medio, como instrumento político, económico o de algún tipo.
          Y deja claro: sin el otro no hay posibilidad al yo, pues en el descubrimiento y acogida del otro nos construimos.... La ética -y su aplicación bioética- propuesta es relacional. Cuidarnos -como opción ética- es un imperativo categórico, pues significa que nos vivimos impelidos a hacer lo que razonablemente está en nuestra circunstancia para que las personas vivan con la dignidad que les corresponda, de la manera que les sea realmente posible (un supuesto que no hay que perder de vista es que lo real no solo es lo que está ya dado, establecido, sino también lo que puede ser y lo que debe ser, entendidos como un dinamismo de humanización al que todos estamos llamados, pues la vida humana es vocación y tarea de ser dignamente humanos).

La dimensión familiar

¿Dónde nace y se cultiva el cuidado? En la familia, que es mucho más que una sociedad de convivencia para poder solventar necesidades económicas y sociales. Es el lugar del descubrimiento del otro en toda su humanidad, sus límites y potencialidades, es el ambiente de la solidaridad primera y la posible construcción de relaciones humanizantes.
           Una consideración atenta de la pandemia llama a entender que es en la familia donde comienza el cuidado de la salud, del cuerpo, que somos nosotros mismos y las posibilidades para ser y actuar humanamente con nosotros, los demás y el mundo. Desde allí hay que entender medidas sanitarias como el distanciamiento social: al tener cuidando de nuestra salud, estamos cuidando la de todos y no solo la propia.
          Sin embargo, y con lucidez, los autores nos invitan a recordar que vivir sanamente es un valor que queda supeditado a algo más trascendente: el cuidado del otro, especialmente más vulnerable, cuando ha enfermado, pues de ello depende que tenga posibilidades para vivir y transitar la enfermedad dignamente. Y esto supondrá para muchos, especialmente los cercanos, poner de alguna manera en juego, la propia salud. La entrega por el otro, que también de alguna forma lo es por uno mismo, es fundamental en toda posibilidad humanizante.
          Me parece a mí que con una actitud coherente con la postura personalista que sustentan, provocan a las familias para que en tiempo de crisis no se consideren a ningún miembro de su familia como mero objeto o instrumento, como sucede en la óptica del "descarte", en la que los más vulnerables son privados de oportunidades por estar en desventaja.
          Y dan un paso más recordando que las familias, como unidad social, son sujeto corresponsable con otras familias y con la comunidad política. Deben participar en la creación de soluciones y no sentarse a esperar sin más las medidas sociales y la asistencia de los programas públicos para abrirse paso en la búsqueda de las mejores oportunidades posibles y deseables para sus miembros.

La dimensión de la comunidad política

          Lo que hoy vivimos pone de relieve que las personas y las familias estamos insertos en una comunidad en la que el ejercicio de corresponsabilidad tiene que llegar hasta la existencia de políticas públicas en las que el criterio de partida y llegada es la centralidad de la persona más allá de su utilidad.
          La publicación insiste en que la legitimidad del gobernante se da no solo en el origen electoral de su mandato, sino también en su actuar, que tiene que ser subsidiario; es decir, debe permitir a los miembros de la sociedad la organización y la acción suficiente para enfrentar los desafíos que le plantea la realidad, pero debe intervenir donde la familia o las organizaciones civiles no llegan por su naturaleza propia. Y eso se hace con política pública de salud, de educación, fiscal, con el ejercicio prudente del presupuesto público.
          En este rubro de lo sociopolítico y económico, dos ideas más son puestas sobre la mesa:
          La primera es la importancia de afrontar el momento hospitalario de la pandemia con criterios humanistas, de justicia y no únicamente de desecho, como también se le pidió a las familias. Hay que buscar todas las oportunidades de acción, antes de determinar que ya no se puede hacer algo por alguien, aunque sea acompañarlo paliativamente en la recta final de la vida, si eso fuera necesario.
          La segunda tiene que ver con la necesaria previsión que los actores políticos deben hacer para que todos podamos afrontar las consecuencias de la crisis en el ámbito de la productividad: incentivos y medidas fiscales, bancarias, de apoyos gubernamentales para las economías formal e informal.

La dimensión global

          Sin perspectiva global sería trunco cualquier análisis. Eso lo tenemos claro en el tiempo que nos ha tocado vivir, totalmente interconectado y mucho más interdependiente de lo que se pensaba. Hoy hablar de bien común implica tener lucidez sobre sus distintas dimensiones: familiar, local, y también global. Esta última nos desafía a diversas acciones, como crear una forma de hablar que nos de parámetros éticos y jurídicos que garanticen el cuidado; intensificar la cooperación internacional; reconsiderar el papel de las organizaciones trasnacionales en la búsqueda y procuración del bien común; crear redes de solidaridad entre las personas y grupos, porque todos somos habitantes de una casa común y de alguna manera corresponsables de ella, en la medida que nos veamos como sujetos sociales y no como objetos en el mundo que nos tocó vivir.

La ética del cuidado cimienta la esperanza

El texto que comento logra -a mi parecer su cometido- a pesar de ser filosófico: contagia esperanza, porque nos pone razonable y no solo emocionalmente ante una realidad: podemos acometer la incertidumbre del presente y el futuro si tenemos claro que somos protagonistas y no meros objetos de lo que pasa en nuestra vida en los tres niveles de lo que he hablado.
          Eso sucede cuando nos vemos con, por y para el otro en dimensión de cuidado... cuidarnos unos a otros nos da viabilidad en lo que sucede día a día, nos hace vernos como protagonistas de la vida, aguza nuestra creatividad, nuestra capacidad de búsqueda de cauces de acción y nos permite desde el aquí y ahora ir acometiendo el futuro, que no será fácil, pero tampoco será fatal; porque "con esperanza, es hora de trabajar juntos  para entonces poder mirar lejos"

Si quieres leer el texto completo, muy recomendable, haz click en el hipervínculo: https://cisav.mx/wp-content/uploads/2020/04/Cuidar-al-otro-2.pdf

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