Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

viernes, 17 de abril de 2020

Tras la emoción de la pandemia a la convicción y... quizás a la conversión a la justicia

José Rafael de Regil Vélez... Si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Corrección y cuidado: Socorro Romero Vargas

Para cada uno no hay peor mal que el que lo aflige. Zika, Malaria, Sida, Tuberculosis, Viruela, Varicela, dengue, Ah1N1... palabras que en algún momento pasado significaron confusión, angustia, sobre todo cuando irrumpieron en la conciencia como epidemias: algo que nos llegó, que venía de fuera para instalarse entre nosotros (epi-demos) hasta que se volvieron endemia, algo habitual, permanente, parte del panorama, con lo que aprendimos a convivir. Ese que sucede cuando hacemos un "entendimiento cordial" con lo que nos provocó lo que en un primer momento nos parecía trágico, desestabilizador, amenazante y lo comenzamos a tratar como algo más de nuestro universo diario.

           Y eso tiene dos caras: la que la sabiduría popular recoge cuando dice que "no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista"... Lo que no mata, engorda. Aprendemos a convivir con los virus, que no desaparecen -como otros muchos males personales y sociales- sino que se vuelven parte del panorama, de lo que vamos sabiendo manejar, incluso si provocan víctimas mortales, como todavía hacen los virus a los que me referí al inicio de estas líneas. Tenemos campañas de sensibilización, de concientización, de vacunación. Hemos desarrollado protocolos para tratar con las enfermedades, sus procesos en el organismo y la manera de más o menos controlar sus contagios para evitar brotes inmanejables.

           La otra cara es que al volvernos "almas habituadas" a quienes deja de importar el virus (o la situación que nos desestabilizaba) nos volvemos indiferentes o amnésicos ante todas las reflexiones que desatamos en la fase sorpresiva, angustiante, en la que no sabíamos con qué nos topábamos. Esas que nos hablaban de vulnerabilidad, de una necesaria solidaridad, de revisar los fines y las formas en las que se mueven las instituciones socializadoras como la familia, las escuelas o las religiones.
         Creo que tan sano como dejarse sorprender, como descubrirse con múltiples y encontradas emociones en tiempos epidémicos y pandémicos, hay que aprender del pasado para que si hay algo que valga la pena reflexionar para mejorar la vida humana no lo dejemos morir al habituarnos a los que tarde o temprano se volverá endémico, parte del panorama.
           Y eso solo es posible si pasamos de estar emocionados a entender el rostro humano que la sorpresa, la incertidumbre, el cambio de la cotidianidad nos muestran y logramos dar el paso definitivo, el de la conversión, el de la meta-noia, el del cambio de nuestra forma de vida que nos acerca más a lo que nos permite reconocer lo profundamente humano y humanizante y que nos desafío hoy y mañana para bien-vivir y no solo bien-estar: la solidaridad, la subsidiaridad, la colaboración, la asunción de las corresponsabilidades ciudadanas.
          La única forma en la que no nos habituemos sin más a lo que hoy nos parece desbordante es que lo pongamos en perspectiva, que pensemos y repensemos su sentido, su significado, su nous. Que dejemos que  nos muestre -aunque sea una vez más- lo que estamos haciendo y dejando de hacer para entonces diseñar nuevas conductas, un ir más allá del actual nous, a uno más humanizante... Es el camino de la meta-noia.
          Es necesario dar el paso a la creación de nuevas o renovadas estrategias de justicia antes de que nos habituemos a que todo quede como está y siga sucediendo lo de siempre en la discriminación, la marginación, la exaltación de lo que se consume hasta volverlo fin de la vida y no medio para ser personas.
          Este texto nace como reseña del artículo de Luis Ferreiro publicado por el Instituto Emmanuel Mounier, titulado Covid19: epidemias, endemias y justicia es un texto lúcido que nos invita a aprender de la historia, a desmitificar al virus, la pandemia y poner más certeramente el ojo en lo que podemos aprender hoy para que al romperse el confinamiento sanitario logremos dar un paso para romper el confinamiento de la mirada estrecha, esa que es perpetuadora de la injusticia.
          Les recomiendo el artículo y dejo el hipervínculo para que puedan ir a él:
http://www.mounier.es/index.php?option=com_content&view=article&id=396%3Acovid19-epidemias%2C-endemias-y-justicia-luis-ferreiro&catid=54&Itemid=67&fbclid=IwAR3ZxI8imHfBWuVpFbmrJztrhxWIK4vieXCklglGSFme6_e1I9ZRWaLC4hg

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