Y el huracán se convierte en tormenta
y esta lentamente en suave llovizna que moja pero no ahoga;
los sentidos se calman, el miedo se apacigua,
la tristeza se toma un descanso,
y el amor por fin logra calentar esos huesos helados.
La paciencia del amante obtiene la sonrisa precisa que buscaba,
y satisfecho abraza con cálido afecto a su amada,
que aun estándo lejos, logró renacer esta noche una vez más,
gracias al inmenso amor de aquel que aun en la distancia
es capaz de matar los dragones de la desesperanza y la desolación.