Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Freire y mis primeros raspones en el mundo de la educación

Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

Imagen: www.newframe.com
El 19 de septiembre se conmemoraron en todo el mundo los cien años del natalicio en Pernambuco, Recife, Brasil, de Paulo Regles Neves Freire, habitualmente conocido como Paulo Freire. 
          Quiero sumarme a su recuerdo. Esta vez no traeré a colación su obra, ni un ensayo sobre sus ideas, de lo cual mucho se ha escrito, sino la forma en la que me relacioné con su producción en mi juventud y lo que eso podía significar en aquella época. Compartiré cómo el trabajo del apreciado educador latinoamericano pasó por la sospecha de las "buenas conciencias pedagógicas" y cómo fue que descubrí eso al tiempo que  fui caminando a una parte de las convicciones educativas que desde entonces me han movido.

Ensanchar la visión de la educación


Mi contacto con este abogado / filósofo /educador brasileño se remonta a 1983, cuando yo era estudiante del último año de normal primaria y cumplía 18 años. 
          El verano anterior había colaborado en jornadas de pastoral social de la entonces Diócesis de Toluca, apoyando al padre Telésforo Olivares, con mi compañero Francisco Juan. Entre mayo y agosto de ese año conocimos diversas problemáticas en la zona noreste de la circunscripción eclesiástica, en especial de los municipios de Lerma. 
             Así fue como llegamos a la Parroquia de San Isidro Zacamulpa, Huitzizilapan, para colaborar con el padre José García Blanquel y con el grupo de jóvenes, que muy pronto nos pidió apoyo para terminar la primaria o la secundaria, que habían dejado truncas. 
           Ese momento coincidía con la terminación de la Normal para lo que debíamos realizar el trabajo recepcional. Juan y yo escogimos hacerlo sobre el servicio social. A mí me motivaba la convicción que desde que me fui con los salesianos tenía de que la educación no formal era muy importante para las posibilidades vitales de quienes participaban en sus procesos, pero de manera muy especial para quienes tenían menos oportunidades por su pobreza o por alguna otra vulnerabilidad.
           Desde el inicio del ciclo escolar nos pidieron encontrar un problema de investigación para abordar en nuestra investigación. Para nosotros era evidente: la baja escolaridad campeaba en ese lugar que nos recibía cada fin de semana: ¿qué la causaba? ¿Cómo podríamos entender este fenómeno para proponer algun cauce para aportar desde nuestra formación educativa?

Freire a escena: educar para la vida en libertad a partir de la realidad concreta

Para comenzar nuestro diálogo con la realidad teníamos que poder comprender el fenómeno educativo más allá de los métodos didácticos para los que nos preparaban en ese momento, debíamos entender mejor la educación en el contexto de las posibilidades humanas y humanizantes; en su dimensión integral que implica necesariamente procesos sociopolíticos, históricos.
           El padre Teles -quien había estudiado sociología en la Universidad Gregoriana de Roma y revalidaba sus estudios a través de la Ibero- aceptó asesorarnos, porque estábamos realmente en pañales en la labor que acometíamos. Nos llevó a la Librería Parroquial de Clavería y nos compró algunos libros: Formación de la conciencia crítica, del padre Joao Batista Libanio; Los conceptos elementales del materialismo histórico, el "catecismo para neófitos marxistas" de Martha Harnecker y tres textos más, célebres obras freireanas: La pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad y Extensión o comunicación. La concientización en el medio rural.
          De la mano Freire y en largas charlas con los padres Teles y José a las que seguían apasionadas discusiones entre Juan y yo, fuimos comprendiendo que la educación no es solo un asunto de acreditación de niveles escolares, que la educación es un diálogo entre educadores y educandos mediados por el mundo; que la educación bancaria reproduce el status quo y en ella los pobres siempre terminan en donde se encuentran.
         Se nos abrió un mundo de posibilidades para la entonces denominada educación de adultos que tenía como punto de referencia en lo que a alfabetización se refiere el método de la palabra generadora, a través del cual vimos cómo la lectura va más allá del reconocimiento de grafías hasta la lectura del mundo mismo, con relaciones sociopolíticas y económicas ante las cuales hay que pronunciarse, porque en última instancia el de la educación es el camino de la libertad.
            Debo decir que leer a Freire fue toda una odisea, había que repasar una y otra vez las páginas de sus libros que nos resultaban crípticos: posiblemente por nuestra excesiva juventud, por nuestra formación normalista tan centrada en "dar clases" y no necesariamente en educar, pero también porque eran textos de una "relativa juventud" del brasileño. 
          Al mismo tiempo, Libanio nos llevó a entender cómo la relación entre sí de las personas y con el mundo va creando esquemas mentales que promueven en mayor o menor medida que las personas puedan responder a los desafíos de su entorno. El teólogo de la liberación nos abrió a la necesidad de transitar del mundo del yo al del nosotros en la visión de la realidad y su compromiso consecuente.
            Armados de los referentes teóricos que íbamos adquiriendo y en un trabajo conjunto con los jóvenes con los cuales cada ocho días trabajábamos en la acreditación de la primaria y la secundaria de adultos, recorrimos el pueblo, encuestamos, dialogamos, conocimos un mundo más amplio que el de las escuelas y los apostolados que hasta entonces habíamos frecuentado. Y al final del ciclo nació un documento titulado La influencia de la economía y el esquema mental en la baja escolaridad de una población semirural tipo. Un muy buen primer trabajo totalmente primerizo, nada mal para un muchacho de 18 años.

¿Freire? ¡Qué descarrío!


Todo iba como se suponía: estábamos en junio, con los ejemplares en imprenta para poder sustentar examen profesional en la lasallista Normal Cristóbal Colón. Faltaban tan solo unos cuantos días para terminar la carrera y poder seguir con la formación que quería, la de salesiano; uno que trabajara más que en escuelas, en los Centro Juveniles que brindaban herramientas de vida a muchachos que de otra manera tendrían muy pocas oportunidades para la vida.
               Uno de esos días el hermano Vivanco, director de nuestra casa de estudios nos pidió que fuéramos al auditorio para escuchar una conferencia de académicos de la Universidad Panamericana, la institución de educación superior del Opus Dei en México. No recuerdo mucho de qué trató, pero sí está claro en mi memoria que los oradores hicieron énfasis una y otra vez que los buenos maestros cristianos no seguían las ideas de pensadores marxistas, ateos, peligrosos para la educación como ese tal Paulo Freire; que no se contaminaban con su pensamiento ni con el de otros peligrosos sujetos, como los teólogos de la liberación (¡Joao Batista Libanio, jesuita, era uno de estos!).
           Pensé en ese momento: "¡Oh, mi marco teórico es justamente Paulo Freire, los teólogos de la liberación y la introducción al materialismo histórico! El examen profesional se va a poner feo".
            En la Normal se acostumbraba que los sustentantes de exámenes profesionales se enteraban de quiénes serían los sinodales de su defensa minutos antes de entrar al acto académico que era la antesala de su titulación.
           El mío estaba compuesto por el hermano Vivanco -quien entusiastamente había secundado la postura antifreireana y antiliberacionista de los pedagogos de la Panamericana y había hecho hincapié en que nosotros, como buenos profesores cristianos, deberíamos conservar la rectitud de nuestra formación-, la profesora de Ciencias Sociales y mi asesor de trabajo, el profesor Gabriel.
           Comenzó el protocolo, que pedí que fuera a puerta cerrada, a pesar de que mis padres habían ido a acompañarme en ese momento. Expuse el marco teórico de mi trabajo, los datos que quise recabar y las conclusiones a las que llegué. Vino el momento del diálogo con los sinodales y el director y la maestra de ciencias sociales en realidad no preguntaron mucho, se dedicaron a señalar de todas las maneras que pudieron que Freire no era una referencia aceptable para alguien como yo, que incluso quería ser religioso. Que no podíamos aceptar la teología de la liberación que era prácticamente herética; que el marxismo pervertía la mente de la juventud e inoculaba al mundo con materialismo y ateísmo. 
           En algunas pocas ocasiones intenté explicar cómo las lecturas que hice y las horas de charla con distintos interlocutores como los que he mencionado, y algunos más, me habían llevado a entender que la educación de verdad es una posibilidad para un mundo más justo, para espacios que hoy denomino humanizantes. Pero ninguna hizo eco en los miembros del sínodo.
           Después de más de hora y media me pidieron que saliera para deliberar. Cuando regresé el director me dijo que entendían que en mis impulsos de juventud me habían llevado a descarriarme, pero confiaban que con la guía adecuada y con mayor madurez yo recapacitaría y reenrutaría mis pasos intelectuales y educativos. Que ellos no podían aceptar un trabajo con ideas como las mías, pero en atención a mi trayectoria y dado que tenía buenas calificaciones (mejores de mi generación, en realidad) me acreditarían por promedio, otorgándome la mención honorífica con la cual me estimularían para ir a la ortodoxia.
 
Imagen: https://uil.unesco.org/
        Ese fue uno de mis primeros raspones educativos, de los muchos que se han seguido en mis ya cuarenta años como educador. En esas décadas también han habido aciertos, preguntas, provocaciones y en muchos tramos del camino las obras  de Freire 
-fruto de su compromiso y la reflexión- me han acompañado, junto con las conversaciones que las ideas de este pensador/educador brasileño han provocado en muchos de mis conocidos.
          Celebro que haya vivido, que su producción vital e intelectual nos haya apoyado en las búsquedas hechas para encontrar posibilidades para la vida humana digna en la educación. 
           Ya Freire no es de los demonios que las "buenas conciencias" deben perseguir en nombre de la "recta catolicidad" o cualquier otra causa que siguen las "buenas personas"... De hecho se mantienen ocupados en otros frentes. Las ideas del brasileño siguieron siendo compartidas por muchas personas, ayudadas también por la evolución que tuvo su pensamiento y la manera de expresarlo.
          Muchos años después sigo pensando que cuando las personas comulgamos la tarea educativa "con los pies en la tierra"  algo bueno va a pasar y con ello trascendemos en la esperanza que se cimienta cuando vemos que educar es más que dar clases, es preparar para la vida en la que todos somos corresponsables de un mundo mejor, a pesar de todas sus contradicciones personales, sociales, políticas, económicas, culturales e incluso religiosas.