Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

sábado, 9 de septiembre de 2023

¡No!: ¡impartir conocimientos no es suficiente!

 Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor, haz click aquí

La tendencia de las escuelas y muchos en las familias a pensar que el conocimiento y la inteligencia (entender cosas) son lo más importante en la vida humana es vieja.  Eso pensaba Sócrates en el lejano siglo V. El ateniense solía decir que la virtud, aquello que perfeccionaba a toda persona, era el conocimiento. El razonamiento que seguía era que todo hombre necesita saber lo que le conviene para poder realizarse como persona, y al conocerlo tendría que seguirlo: ¡fácil!

En la ignorancia se dificulta tremendamente la vida

Por algo es tan típico recurrir a lo relativo al conocimiento para definir a los seres humanos: animales cognoscentes, animales racionales. Y es que los seres humanos necesitan saber quiénes son como seres humanos, su diferencia con otros seres, para poder actuar congruentemente y ser felices. 
                Deben conocer qué es el mundo, que son las cosas que no son él o ella y cuál es la relación que tienen consigo, con los demás, para poder interactuar consigo, con los demás, con lo demás. Por ejemplo: si un ser humano desconoce las propiedades curativas de la manzanilla, no podrá hacerse una infusión para mitigar sus malestares estomacales u oculares; y si desconoce cómo funciona su organismo, tampoco la podrá usar. Y así en todos los órdenes: necesitamos saber qué es la familia para poder crear una; qué es la ciudadanía, para participar en nuestros asuntos públicos; qué es la política para no delegarla exclusivamente en las manos de los políticos. La persona ignorante se mueve con errores en su propia vida y en el mundo y la sociedad de los que es parte.
                Esta idea fue confirmada en la Ilustración por la emergencia de las ciencias naturales (seguidas de las sociales), fundadas en una filosofía desligada de la religión en el contexto de la naciente revolución industrial que provocó un acelerado cambio en las condiciones de vida del mundo occidental, primero, y todo lo demás, posteriormente. 
               En el mundo posterior a la edad media se generó una forma de ver la vida que más o menos puede explicarse así: si no queremos depender de que Dios nos explique todas las cosas -a través de sus representantes en cualquier religión- y además buscamos resolver problemas funcionales de nuestra realidad de manera mucho más pertinente, es necesario cultivar el conocimiento de las cosas por sus causas, por cómo son y cómo funcionan. El conocimiento nos permitirá generar diferentes condiciones de vida...
               Y de alguna manera así fue: en el desarrollo del conocimiento científico instrumental (tecnológico) se revolucionaron la medicina, la ingeniería, nacieron la administración, se explicaron los fenómenos económicos, sociales, psicológicos...
                En ese entonces surgió la escuela como un medio para que los niños se liberaran de la "oscuridad del prejuicio y el error que venían de las visiones dogmáticas" y "entraran en las luces del conocimiento", a partir de las cuales ejercerían una ciudadanía madura y crearían un mundo de bienestar y progreso para todos.
            Y así, en aquel tiempo poco a poco se fue desarrollando una pedagogía encaminada a profesionalizar la impartición de conocimientos. Se sofisticaron los planes y programas de estudio, surgió la especialización técnica de la didáctica, que consiste en lo que se ha señalado: transmitir adecuadamente conocimientos. 
              Poco a poco se exigió un magisterio que fuera didacta; esto es, mujeres y hombres con métodos y técnicas cada vez más desarrolladas para que la niñez y la juventud; incluso las adultas y los adultos aprendieran muchas cosas: gramática, matemáticas, ciencias de la naturaleza, ciencias sociales, incluso urbanidad y buenas maneras. Y ello con la convicción de que entre más conocimientos tuvieran las personas, mejor sería el mundo.

Pero... impartir conocimientos no ha sido suficiente

En países como el nuestro pasamos muchos años en la escuela, al menos seis, cuando no hasta 19, para conocer y conocer: recorremos todo tipo de planes y programas de estudio, con sofisticados diseños para poder dosificar todo tipo de conocimientos... Y pese a ello nos seguimos encontrando personas que después de tanta escolaridad hacen cosas que nos dejan boquiabiertos: financieros que son capaces de dejar sin nada a miles de personas de su propia empresa sin más, políticos que con salarios de 60 mil pesos mensuales construyen un patrimonio de millones de pesos junto con constructoras que entregan unidades habitacionales, calles o carreteras con fallas producto de la corrupción y un etcétera muy largo.
                Sin ir tan lejos. Un muchacho o muchacha recibe conocimientos sobre sexualidad desde la primaria y quedan involucrados en embarazos tontos; hay personas con trastornos alimenticios que han logrado saber que su conducta los está dañando y sigue anclados en ella. Sabemos muchas cosas y actuamos poco humanizantemente. 
                 Giovanni Reale, en el primer volumen de su Historia de la Filosofía, comenta a propósito del racionalismo socrático: “Sócrates tiene toda la razón cuando afirma que el conocimiento es condición necesaria para hacer el bien, (porque si no conozco el bien, no lo podré hacer); pero se equivoca cuando considera que, además de condición necesaria, es condición suficiente. […] Para hacer el bien, en efecto, se requiere también el concurso de la ‘voluntad’”. No basta conocer la sexualidad, es necesario también querer vivirla para crecer como persona, negociar con la propia estima por lo sexual y los afectos que provoca nuestra genitalidad.
                Daniel Goleman habla de inteligencia emocional: una relación con nuestras emociones respecto de nosotros mismos, de los demás, de las cosas que nos permita actuar no de cualquier forma sino de la mejor que seamos capaces y que requiera la situación para salir adelante en la vida.
                Roberto Baden Powell en los albores del siglo XX en Inglaterra fundó un movimiento educativo convencido de que era necesario complementar la impartición de conocimientos de la escuela con la formación del carácter de los jovencitos y las jovencitas frágiles de su tiempo. Supo que era necesario apostar por la formación de chicas y chicos capaces de cuidar de sí, de su cuerpo; competentes para alcanzar metas por difíciles que pudieran parecer, hábiles para resolver problemas, para sonreír ante las dificultades, de manejarse con libertad frente a las posesiones incluso en situaciones de austeridad. Ciudadanos preparados para participar en la vida pública, que en su tiempo estuvo marcada por las guerras imperiales y después por la primera y segunda mundiales.
                En la educación impartir conocimientos es necesario, pero no es suficiente. Hay que dar el paso a la existencia de instituciones educativas -por supuesto que entre ellas las escolares- que ofrezcan realmente y no solo en el papel una formación integral, en la que la información recibida sirva no para repetirla sino para solucionar problemas reales; 
              La educación debe promover que las personas se vuelvan autónomas en el cuidado de sí –del cuerpo y más que el cuerpo-, de los demás y del mundo en el que les tocó vivir; capaces de conocer el bien que los realiza y valorarlo para jugarse la vida por cosas verdaderamente humanizantes y no meramente accesorias; creativas para proponer alternativas para el mundo, capaces de reaccionar en las relaciones interpersonales con manejo de afectos y emociones que permitan la colaboración y la solidaridad y no solo la frustración y el capricho. 
               Se requiere una educación que forme ciudadanos capaces de encargarse de los asuntos políticos que les corresponden y no lloren por querer mamar de la ubre gobierno toda respuesta, al tiempo que sean los auditores y vigilantes de la gestión de políticos y administradores públicos.
               Lo que se ha denominado formación integral hace referencia a una manera de acompañar la inmersión humanizante de las personas, desde la niñez y en el transcurso de su vida, en la que es posible reconocerse personas que además de entender la realidad pueden y están llamadas a desarrollar la voluntad, el carácter para tener la capacidad de moverse hacia las cosas que necesita para realizarse, para ser coherente con las cosas valiosas que contribuyen a la realización en todas las facetas de uno mismos, de la interrelación con los demás, de la solución de los problemas que la realidad plantea para vivir dignamente.
              Las persona formadas integralmente son capaces de manejarse afectiva y emocionalmente para vivir la riqueza de las cosas que los mueven en la vida y eso las encamine a una mejor toma de decisiones, más vital, menos como si existir humanamente se tratara de aplicar conceptos abstractos que no resuelven las situaciones de cada día. Y sí, se construyen éticamente libres, capaces de decidir lo que más las construye por, con y para los demás en el mundo que les tocó vivir y actúan en concordancia con ellos.

En el aula y más allá de ella...



La formación integral humanizante requiere el aula con su ya referida didáctica, pero requiere mucho más que aula: experiencias en la que quien se educa se descubra humana o humano, en las que aprenda a convivir pacíficamente, a solucionar conflictos, a descubrir problemas, entenderlos y plantear cauces de solución adecuadamente contextualizados, posiblemente replicables en otras circunstancias y escalables a otras dimensiones.
              Institucionalizar la educación supone entender que lo que hay que diseñar es un gran taller de vida en el que quienes pertenecen a las comunidades educativas compartan que vivir integralmente es posible: razonable, voluntariosa, creativa, solidaria, sana y amorosamente posible.
                Esto acontecerá sí y solo sí el proyecto educativo de una escuela es más que un plan de estudios, uniforme y urbanidad. Se trata del diseño de un camino en el que niños y jóvenes puedan ser acompañados profesionalmente para transitar de la heteronomía a la autonomía; de la dependencia a la libertad, de la ignorancia a la posibilidad de construir conocimiento; del egoísmo a la colaboración solidaria.  
               Aprender acompañados por quienes ya lo intentan a ser capaces de ser más uno mismo por, con y para los demás construyendo los mejores mundos posibles: es este el desafío de la educación del siglo XXI.

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