Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

martes, 28 de abril de 2020

COVID-19, EDUCACIÓN Y DESIGUALDAD HISTÓRICA

José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor, haz click aquí
Cuidado y estilo: Socorro Romero Vargas

Hace más de un año, cuando la pandemia del coronavirus comenzaba, Sarah Banderas publicó el artículo adjunto. 
                Hoy han cambiado las cosas. Ya se habla con mayor conocimiento del desenvolvimiento del virus, de algunas de sus variantes, de cómo podemos retornar a los trabajos, a la escuela.
              En este último ámbito se habla de clases híbridas -con la consiguiente adquisición de equipos tecnológicos que no son baratos por parte de las escuelas- en las que los profesores podrán atender a los estudiantes simultáneamente en dos formatos: presencial y en línea.
               La hipótesis es que esta modalidad permitirá el retorno paulatino, el acompañamiento socioemocional que requieren los estudiantes, recuperar algo de la calidad académica que se supone que se ha ido perdiendo a lo largo de 16 meses en los que la escolarización como la conocemos hasta el momento se ha visto afectada.
               Creo que muy poco se habla de cómo el retorno con esta modalidad seguirá abriendo la brecha en el acceso a la educación. Ni todas las escuelas particulares podrán afrontar los compromisos económicos que supone dar este paso, porque además de la adquisición de herramientas tecnológicas hay que invertir en capacitación; ni muchas de las escuelas públicas.
              Grupos muy pequeños de niños, adolescentes y jóvenes podrán seguir en su crecimiento educativo y académico, mientras que una inmensa mayoría tendrá lo que se pueda. La desigualdad histórica no está siendo paliada.
                La educación -escolarizada o no- es fruto de un pacto social al que todos estamos llamados, desde donde nos juguemos la vida. Las consecuencias de la apertura de la brecha que supone la disparidad que la pandemia ha supuesto en término de acceso tecnológico y escolar todavía no son del todo previsibles, pero existirán y nos interpelarán. 
                Ni las escuelas ni las familias por sí solas podrán navegar en el empeño de justicia que supone acortar las distancias necesarias para que el derecho universal a una educación de calidad sea posible: ¿estamos y estaremos dispuestos a asumir solidariamente esta causa como nuestra? ¿Podremos asumir las responsabilidades ante la desigualdad educativa que se ha generado por la dinámica social provocada por la pandemia del coronavirus?
               En el contexto de estas reflexiones, el texto actualizado sigue siendo vigente. Te invito a leerlo.

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Tras la larguísima pausa vacacional de Semana Santa del 2020, cuando nos sorprendió la pandemia, los estudiantes en México "regresaron a clases" en plena crisis sanitaria mundial por el Covid-19. Desde entonces en mi mente desfilan dos tipos de imágenes totalmente contradictorias, portadoras de dimensiones de la realidad totalmente escindidas.
               Por una parte, están mis amigos, los exalumnos de las licenciaturas y posgrados educativos en los que he trabajado. Ellas y ellos se esfuerzan por cumplir su función docente en línea. Algunos de ellos tienen estudiantes muy afortunados: pueden participar en videoclases a través de alguna de las plataformas que hoy se han puesto de moda para ello; son alumnos de instituciones que tienen recursos tecnológicos para apoyar en línea los cursos que imparten.
              Por otra parte veo grupos de padres de familia que tratan de organizarse por WhatsApp, preocupados por la acreditación escolar de sus hijos, sin mayor apoyo que un documento de word con instrucciones para que el estudiante y sus progenitores trabajen en casa y lleven a la escuela una carpeta cuando sea posible volver a ella, llena de "evidencias" de aprendizaje (de cuya tiranía hemos hablado en https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/la-tirania-de-las-evidencias.html), y cuyos autores no recibirán retroalimentación alguna ni al producto, ni al proceso; mucho menos podrá ser constatado si aprendieron, más allá del examen que hagan.

             Hay, sin embargo, muchos, muchísimos estudiantes más que no tienen acceso a señal de internet, a datos de telefonía celular, algunos ni siquiera a energía eléctrica, cuyos profesores simplemente dejaron de laborar desde marzo y hasta que se pueda. Para estos chicos no hay igualdad de oportunidades y el derecho a la educación (escolarización, pues) les queda al menos "abollado".
              En estas cavilaciones me encontraba, cuando mi amiga Sarah Banderas me compartió su más reciente publicación, en Este país, el 27 de abril pasado (o sea, solo ayer, cuando yo escribo). El título de su artículo da en el blanco: "El Covid-19 y el derecho a la educación: la herida histórica de la desigualdad".
              La académica, tras plantearse si la improvisada y atropellada puesta en marcha de una educación en línea "de a como se vaya pudiendo" que supuso la entrada en vigor de las medidas para palear la crisis sanitaria del coronavirus, permite a los mexicanos en igualdad de condiciones concluir el ciclo escolar, nos da las cifras del INEGI sobre la tecnología en los hogares. El panorama es claro: hay un porcentaje de casi un tercio de la población que quedará fuera de la jugada.
              La autora contempla no solo  la exclusión por motivos de acceso tecnológicos, también de apoyo en casa: no contarán con una persona cercana que pueda orientarlos para sacar provecho de la televisión durante el #aprendeencasa, el apoyo para manejar libros de texto y actividades de aprendizaje será mínimo. Serán niños, adolescentes y jóvenes posiblemente ocupados, pero sin ganancia efectiva de cara a los planes y programas de estudio.
               Así, nos encontramos frente a la incapacidad real del gobierno de cumplir el mandato constitucional de ofrecer educación para todos y la realidad de que el sistema económico nos escinde socialmente, deja un saldo de excluidos, marginados de los que habrá que hacernos cargo.
              El artículo de Sarah Banderas a mí me deja en claro que la descolarización que producirá la desigualdad socioeconómica solo podrá ser afrontada si los ciudadanos desatamos mecanismos de solidaridad, estrategias que vayan más allá de las cuatro paredes del aula en las veinte horas semanales de clase (https://misapuntesenelcamino.blogspot.com/2020/04/ser-para-los-demas-en-tiempos-del-covid.html). No cabe duda: es tiempo de dar nuestro aporte para construir un mundo con mayores oportunidades para un mínimo de igualdad...

Queda el vínculo para el texto original del artículo: https://estepais.com/tendencias_y_opiniones/el-covid-19-y-el-derecho-a-la-educacion-la-herida-historica-de-la-desigualdad/




Actualización: 31 de julio de 2021