Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

domingo, 15 de octubre de 2023

"¡Yo no trato con peleles!" Escolarizados y, aun así, zafios...

 Autor: José Rafael de Regil Vélez. Si quieres conocer más del autor, haz click aquí

Todavía tengo en la memoria ese día. Estaba en mi oficina y una compañera entró para decirme -con gesto desconcertado- que había intentado atender a una persona, pero que ella no había aceptado hablar con ella, como indicaba nuestro procedimiento ordinario.

Al ser yo quien debía encargarse de recibir y escuchar al señor en cuestión, le pedí que pasara. Él, tan solo entrar, me dijo que ya había dicho que quería hablar con la directora y añadió con un tono que me pareció displicente y me resultó desagradable: "yo no trato con peleles", que en castellano significa muñeco de trapo, alguien de poco carácter, manipulable; aun cuando muy posiblemente quiso decir algo como "yo no trato con personas de "poca monta", con donnadie y antes que conmigo, con doñanadie.

Salvando la proposición del prójimo, pensé que algún asunto delicado debía abordar con la dirección. Pero el día de su cita, tras unos minutos en esa instancia, fue dirijido nuevamente a mi oficina para que lo atendiera: dar solución a lo que él necesitaba tenía que pasar necesariamente por mi tramo de gestión. Y como eso requería de varias entrevistas, tuvo que tratar con un pelele que resultó ser quien daba forma a su inquietud para que todo llegara a feliz puerto. 

Al final, ni agradeció, ni pidió disculpas, ni cambió su actitud; al menos no sino hasta cuando su hija me presentó con él, señalando lo mucho que la había apoyado durante el tiempo que coincidimos y lo importante que había sido mi acompañamiento para el logro de las metas formativas que ella se había propuesto.

Tantos años de escuela y...

La persona en cuestión contaba con estudios y al parecer con recursos económicos. Se ostentaba como dueño de una institución educativa y sin embargo se condujo en más de una ocasión como una persona zafia y tosca y  también prepotente. En su caso pensé: ¡tantos años de educación para terminar en esto!

Pero creo que me equivoqué: lo que estaba en juego eran muchos años de escolaridad, grados académicos. Pero no necesariamente formación para la convivencia, para sumar en lugar de restar por carencia de habilidades y actitudes fraternas, solidarias en la búsqueda de posibilidades humanizantes de vida.

Cuando se carece de esa formación puede ser que a uno crezca de manera específica en la capacidad de explicar fenómenos con los intermediarios epistemológicos que se aprenden en las asignaturas cursadas a lo largo de los años; incluso que se logre cierta maestría tecnológica y técnica para resolver problemas y plantear proyectos. Pero para convivir, intervenir, crear equipos, lazos familiares, vecinales, incluso ciudadanos, se está en un estado rústico, muy poco trabajado, sin pulimentar. Y entonces las condiciones para el bienser que supone el bienestar quedan hipotecadas.

He comentado más de una vez en los Apuntes que la construcción del yo por encima de los otros, o meramente a costa de los otros es solo una ilusión, porque nadie puede ser quien es y está llamado a ser si no es por, con y para los demás en la acción misma de solucionar los problemas individuales, sociales y ecológico-sustentables que se nos presentan para afrontarlos y crear condiciones de vida humana digna (Cuando el yo no es suficiente: ser por, con y para los demás y el mundoNo porque somos, sino para que SEAMOS personas: apunte sobre la solidaridad y la posibilidad de ser personaLibertad sin compasión: hipotecar la vida humana).

La buena educación, esa que comienza en casa y más allá de ella (La buena educación comienza... no solo en casa) y que es formación integral y para la vida incluye todas las acciones posibles para que las personas descubramos las herramientas de convivencia que tenemos y que nos permiten manejar la influencia de unos con otros, los conflictos, los proyectos que nos acercan a la consecución -de alguna manera- del bien común. 

Aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir, aprender a ser... cuatro pilares cuyo fruto, la educación para nuestro tiempo y que se adquiere en casa, en la escuela, en las instituciones sociales y estatales, nos permite no tratar a los demás considerándolos peleles, llenos nosotros de prepotencia, imposición e incluso de alguna forma con violencia, sino interactuar con personas, cada una de ellas; de manera sensible y sensata; compasiva y corresponsable. 

Convivir en la paz, para la paz (¿De qué hablamos cuando decimos paz? Entre la pax romana y el shalom bíblico), mujeres y hombres capaces de ser por, con y para... Que reconocemos en cada uno de los otros dignidad suficiente para ser interlocutores, colaboradores, copartícipes de este camino que llamamos vida.

Mucha escolaridad y educación como aquí se ha dicho no coinciden de manera espontánea, a menos que todos hagamos un serio esfuerzo, el de crear una escuela en la que sea posible educarnos; es decir,  formarnos para la vida, una en la que ser más por, con y para los demás, dejando este mundo un poco mejor que como lo encontramos, sí es posible. Y esa... es otra historia; al menos otro apunte.

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