Caminar, vivir, compartir...

Durante años viajeros han apuntado en libretas sus vivencias, hallazgos, descubrimientos, curiosidades... Esta es una de ellas, con los apuntes al vuelo de este viajar por la vida . Estas notas brotan de lo que va pasando por mente y corazón en el auto, en la charla, al leer o mirar multimedia. Y se convierten en un espacio de convergencia entre los amigos, quienes también aquí pueden compartir los apuntes que van haciendo de su caminar por la vida.

miércoles, 31 de enero de 2024

Hay sueños seductores...

 José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más del autor haz click aquí

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Ya he contado en estos apuntes cómo fue que coincidí con Don Bosco al andar la vida (te lo vuelvo a compartir: haz click en el título Don Bosco y yo en el camino). Ha dado una nueva vuelta al sol y hoy es nuevamente el aniversario de la muerte de este educador, cuya obra y sistema continúan vigentes a lo largo y ancho de los continentes, y no quiero que este día me sea igual de "plano" (para que entiendas mi alusión, puedes echarle un ojo a este apunte: La desgracia del tiempo plano: resignificar la vida resignificando los días).

Alguna vez, la verdad es que no logro precisar cuándo, escribí un texto para una publicación de la Universidad Iberoamericana en la que trabajé y lo llamé: Me gustan los sueños de los soñadores... En las primeras líneas de ese párrafo quería dar cuenta de una experiencia que me ha acompañado desde que muy joven decidí ser educador: la educación es una pasión por ser humano que se contagia. Y yo fui contagiado por soñadores que hoy reconocemos como personas importantes en y para la educación: Juan Bosco, Marcelino Champagnat, Juan Bautista de la Salle, Felipe Neri, José de Calasanz... Hasta el mismo Ignacio de Loyola que siempre me ha dado la impresión de ser un personaje adusto; aunque de gran trascendencia a lo largo de los siglos.

En ese momento intuía que todos ellos, y otros más con quienes me he topado personalmente a lo largo de mis ya no tan pocos años, coinciden en haber sido grandes soñadores. En algún momento de sus biografías encontraron cosas valiosas para ser humanos, tanto que les cambiaron la vida, y supieron que debían compartirlas... 

Y entonces soñaron en grande: soñaron en convocar a muchas y muchos; soñaron con formas de compartir la riqueza encontrada que fueran atractivas para los demás; soñaron la posibilidad de que su hallazgo perdurara en el tiempo dando forma a sus intuiciones en lo que hoy son grandes instituciones que educan formal e informalmente; que potencian desde múltiples perspectivas las posibilidades humanizantes de quienes a ellas acuden.

Y esos sueños me gustaron, me atraparon y yo mismo quedé contagiado y he sido soñador y de mis sueños han nacido muchas cosas: formación de educadores scouts, formación de profesores, instituciones de educación media llenas de innovación educativa sostenida en raíces de profunda tradición humanizante, muchas páginas escritas y horas y horas de conversaciones con miles de personas a lo largo de varias décadas ya.

En especial, los sueños de Don Bosco me parecieron seductores. Y no me refiero a esos relatos fantasiosos que él contaba a los suyos -muy posiblemente inventados como recurso didáctico para sumar mentes y corazones a su pasión por la educación humanizante-, sino al gran sueño que movió toda su vida: compartir con los jóvenes y con educadores de jóvenes la buena noticia que él encontró cuando se encontró con Jesús de Nazareth y que lo llevó a buscar por todos los medios que las personas se pudieran formar como buenos cristianos y honestos ciudadanos.

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Tan grande fue su sueño que al momento de morir habían nacido de su impulso escuelas generales y escuelas técnicas, obras de educación no formal, coros, talleres artesanales, imprentas y estaban presentes en varios países del mundo. Había tres grandes grupos de mujeres y hombres que podrían hacer cosas nuevas con su legado, como él dijo: darle color a su bosquejo. 

Conforme dialogué con él a través de sus escritos -abundantes-, de su biografía (extensa, 19 volúmenes en la versión más oficial) y con quienes me fueron acercando a él y que podrían ser llamados mis formadores, fui siendo seducido; en especial por su método educativo. Lo viví como educando, lo he vivido como educador y formador de educadores. Es el sueño seductor de quien desea encontrar los mejores caminos para que las personas puedan integrarse como tales, por, con y para los demás, siendo capaces hábilmente para dejar este mundo un poco mejor, para afrontar sus responsabilidades ciudadanas.

Se trata de un camino que involucra una praxis de comunión llamada asistencia -hoy: acompañamiento- en el cual se provoca y convoca a partir de encuentros afables, amables, corteses, cercanos que devienen en cercanía y confianza, las suficientes como para que se puedan compartir las cosas valiosas para ser integralmente humanos; que al apoyarse en cuestiones razonablemente humanizantes permiten comprender por qué, para qué y qué ser y hacer para poderse encargar de sí, por, con y para los demás y para encargarse del mundo: en un horizonte de trascendencia que da sentido último a los empeños de vida descubiertos y proyectados en comunión.

Y todo ello a través de medios que responden a las necesidades y búsquedas básicas que todos tenemos, a partir de nuestras dimensiones afectiva, lúdica, creativa (artística y tecnológicamente hablando);, solidaria y fraterna, veraz, libre y trascendente: el deporte, el juego, la expresión artística en todas sus formas, la formación en capacidades técnicas, tecnológicas e intelectuales, la creación de comunidades pequeñas y después de más grandes (comunidad de comunidades), de actividades formales e informales que propician el protagonismos de los involucrados: el disfrute de la vida, pues; la alegría como método y forma de estar y ser.

Sí, sueños seductores en cada una de estas dimensiones, que han sido motores en el dinamismos de lo que soy, de lo que hago, de lo que comparto y comulgo en las dimensiones personal y laboral. Y que he podido compartir, narrar, intentar concretar con muchas personas a lo largo de más de cuarenta años.

Que este sea mi homenaje para don Bosco soñador y para todos quienes soñamos que es posible vivir alegre y humanizantemente, a pesar de los mensajes de pesimismo que pregonan los profetas de la tristeza y el derrotismo. Que sigamos siendo seducidos y seductores de estos horizontes que hacen posible la existencia de lo humano, aquí y ahora, sea como semilla de mostaza. Feliz 31 de enero, una vez más.

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